A priori, este libro tiene muchos puntos atractivos. Se trata de una especie de autobiografía de una señora iraní, que vivió en Irán hasta poco después de la Revolución islámica, cuando tuvo que salir de allí por piernas, debido al activismo político de su padre, un tal Darius Sadr, que quizá sea bastante conocido en aquel país. Además de ellos, descubriremos que es algo lesbiana, aunque no del todo.
Así que muchos elementos de interés: cómo se vivía en Irán antes de la revolución, cómo se empezó a discriminar a las mujeres y cómo lo vivía ella, el problema de la homosexualidad en Irán, o cómo e la vida con un padre revolucionario. Ninguno de estos elementos queda cubierto, me temo, así que el interesado deberá buscar en otros pagos.
La escritora nos cuenta básicamente lo que le da la gana, utilizando como cebo en determinados momentos los temas anteriormente dichos, que nunca llega a desarrollar. Lo más llamativo es como se pasa toda la novela temiendo contar "L'''ÉVÉNEMENT", dando a entender que se refiere a la revolución islámica; sin embargo, cuando por fin llega el momento de su narración, resulta ser el asesinato de su padre.
Utiliza un estilo vocativo, como si estuviera conversando con el lector, lo que es coherente con que su narración sea extremadamente desordenada. Esto no es necesariamente malo, aunque pueda desconcertar al principio, pues anida disgresiones en disgresiones. Se explaya en detalles sobre sus antepasados de Qazvin y Mazandaran, que pueden explicar determinados comportamientos o rasgos psicológicos. O te explica con detalle la problemática de la inseminación artificial con espermatozoides de seropositivos. Pero lo cierto es que todo eso se aguanta porque esperas que en algún momento te contará su experiencia personal sobre la vida en Irán y los acontecimientos que sacudieron al país en su niñez. Nada de ello ocurre. Apenas se refiera a la vida con el shah, y describe muy levemente la revolución Blanca, así como la revolución Islámica. No hay apenas referencias al contraste en su vida, principalmente porque los cambios revolucionarios la pillan ya refugiada en Paris. Asi que no sabemos cómo cambió la vida de la sociedad, ni específicamente de las mujeres, aunque haya algunos apuntes sueltos (la cuestión de por qué no aparecen mujeres en los árboles genealógicos de la familia). Y tampoco habrá un contraste con cómo es la vida en Francia respecto a Irán, aunque dé alguna pista más.
Las reflexiones que aporta sobre los grandes acontecimientos en Irán (la caída del Shah, la revolución de Jomeini, la guerra con Irak) son de andar por casa y muy genéricos, como corresponde a alguien que solo los conoce desde la distancia, por mucho que haya nacido en Irán. Además, refleja un pequeño lío mental, hasta el punto de que surgen dudas razonables sobre si los padres eran comunistas o, como parece otras veces, libertarios. De hecho, me inclinaría por esta última opción, sino fuera porque su héroe parece ser un tal Mossadegh, ministro del Shah que nacionalizó el petróleo para devolverlo al pueblo irani. O porque en sus referencias a la aproximación del Shah a los EEUU, da a entender que lo único que aprovechó a los iraníes es el aumentos del consumismo.
Más interesantes me parecen sus referencias al tema de la homosexualidad, del que aprendemos que en Irán directamente no existe. Me explico: no se considera posible, por lo que a los homosexuales los condenan a muerte. Pero, al mismo tiempo, se facilita enormemente la transexualidad, por lo que existe esta vía de escape para los homosexuales. Sí, ya sé que no es lo mismo, pero dejadme que no entre en sutilezas en este post; el interesado que se vea la serie Pose.
De todas formas, la parte que más me ha gustado es la huida de Irán por Turquía, su estancia en Estambul y su primer contacto con la, hasta ese momento, alabada nación francesa. Es esta la parte más interesante de su vida, y no sus devaneos amorosos-hippy-sexuales por Bruselas y Londres, por mucho que trate de imputarlos a la "desorientación" de haber tenido que abandonar Irán. De su estancia en Estámbul me quedo con una crítica, que creo justificada, a Ataturk. Como es sabido, este presidente turco hizo que su país pasará de la escritura árabe al alfabeto occidental, lo que normalmente se ha visto como un avance para esa sociedad, al facilitar el aprendizaje de lectura y escritura. Sin embargo, Djavadi se fija en la pérdida en la historia y cultura que tal cambio supuso, constatándola en un hecho tan evidente como que ellas SÍ podían leer las inscripciones en las mezquitas de Estámbul, algo que ya no podían hacer los turcos.
A ver, este libro no se lee mal, y es interesante. Pero que nadie espere conocer a su través las respuestas a las preguntas que promete responder, porque se llevara un chasco. Se trata de algunos episodios de la vida de la familia y ancestros de una iraní lesbiana refugiada en Europa. No da más de sí.
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