martes, 28 de octubre de 2025

Escaping Paternalism, de Glen Whitman y Mario J. Rizzo

Este ensayo consiste en una crítica bastante completa a las intervenciones en el mercado basadas en la economía del comportamiento (Behaviour economics). Dicha "economía" desciende, por así decirlo, del gran Kahneman y de los sesgos de comportamiento que comenzó él a identificar y demostrar. Detrás de él llegaron otros, quizá con buenas intenciones, Thaler y Sunstein, y empezaron a proponer actuaciones del Estado para subsanar dichos sesgos, o aprovecharse de los mismos para mejorar el bienestar de los individuos. Rizzo y Whitman no critican los hallazgos de la psicología, sino la justificación en dichos hallazgos para intervenir en el mercado.

Por su puesto, parte de su crítica es que los sesgos psicológicos se han identificado sobre experimentos, ingeniosos sí, pero muy rudimentarios, que no permiten generalizar su existencia más allá de situaciones con un contexto muy preciso. El propio Kahneman ha reconocido en alguna ocasión las limitaciones de sus postulados, lo que no resta en lo más mínimo sus descubrimientos. Si no recuerdo mal, en su clásico "Thinking fast and slow", Kahneman no hace ninguna recomendación politica, aunque sí hace muchas a los individuos para que combatan sus sesgos psicológicos.

Digo esto porque en la vorágine dialéctica, Whitman y Rizzo parecen poner en la misma diana a Kahneman que al duo Thaler-Sunstein, sobre todo por culpa del apéndice dedicado a los dos sistemas de Kahneman. En esos momentos, yo me sentía incómodo porque Kahneman me resultó bastante persuasivo desde la primera lectura, con lo cual los que perdían credibilidad eran Whitman y Rizzo. Aceptado que el modelo de los dos sistemas es una burda representación de la complejidad de nuestro aparato de decisiones, sigue siendo un esquema válido y útil, por mucho de que todos seamos conscientes de que rara vez las decisiones no tendrán elementos de ambos sistemas (recuérdese, uno es más o menos el de actos reflejos, el otro para actos que requieren reflexión).

Rescatado Kahneman de la crítica, he de decir que este libro es poco más o menos una recopilación de los argumentos clásicos contra el intervencionismo, eso sí, con el sabor de la esta "economía del comportamiento" que, a mí entender, no es economía, sino más bien psicología.

El punto de partida me parece excelente: los behavioristas critican que el modelo de hombre neoclásico no tiene nada que ver con el individuo real por los sesgos psicológicos de que he hablado. Esto lo denuncia el propio Kahneman si no recuerdo mal, y fue una de las cosas que más me impresionó en su lectura, al encontrar este tipo de reflexiones fuera de la economía austriaca. Pero, una vez constatado esto, van y deciden que el modelo ideal para el comportamiento de un individuo es el hombre neoclásico!!! ("Behavioral economists have unfortunately accepted the prescriptive relevance of the received theory even as they have rejected its predictive accuracy in a wide range of behavior."). Y toda la regulación que van a proponer es para corregir estos sesgos psicológicos que solo lo son en comparación con la supuesta racionalida del homos economicus maximizador de la utilidad. Para quienes estamos familiarizados con el mercado de competencia perfecta para justificar la regulación de los mercados, el paralelismo es evidente.

Los sesgos más relevantes para los autores, por ser los que han justificado la regulación hasta el momento, son, entre otros: el descuento hiperbólico del paso del tiempo (tendemos a descontar más el valor de las cosas que están cerca en el tiempo, que el de las que están lejos: nos dan igual 1000 dentro de 10 años que 2000 dentro de 11 años, pero preferimos ya 1000 a 2000 dentro de un año); el framing (la elección de una opción u otra depende de cómo se presenten); efecto "endowment" (preferimos algo por el hecho de tenerlo ya, estamos dispuestos a pagar menos por un objeto que no tenemos-WTP de lo que estamos dispuestos a aceptar por desprendernos del mismo cuando lo tenemos-WTA); sesgo de confirmación (buscamos pistas que ratifiquen nuestra información en vez de tratar de refutarla, que es lo racional); sesgo de saliencia o de reciente (nos parece que acontecimientos recientes o llamativos ocurren con más frecuencia de lo que realmente ocurren)... 

Con independencia de estos sesgos del ser humano normal, Whitman y Rizzo argumentarán, por supuesto, que el modelo neoclásico de individuo dista de ser el ideal de comportamiento o racionalidad, siguiendo en ocasiones argumentos que también valdrían para refutar el teorema de Arrow (estoy pensando en el tema de la transitividad de preferencias, ver aquí). Ellos proponen como alternativa la "racionalidad inclusiva", que incorpora especificamente periodos ambos del tiempo, al considerar que las decisiones de los individuos hay que verlas enmarcadas en un plan y no instantáneamente, como por ejemplo ocurre en los experimentos. 

Los autores, por tanto, desmontan completamente que el individuo neoclásico pueda ser un modelo ideal de comportamiento para las personas reales. Y lo hacen tanto a nivel de preferencias como de creencias. Esto es, no se puede afirmar ni que las preferencias de las personas reales sean erróneas por ser distintas de las que tendría el individuo neoclásico, ni tampoco que sean creencias erróneas las que den lugar a decisiones erróneas, aunque coherentes con sus creencias y valores.

Otra línea argumental contra la regulación paternalista tiene que ver con las deficiencias de los experimentos con que se han identificado los sesgos. Por supuesto, el conocimiento extraido de tales experimentos es útil, pero no es tan genérico como para que se pueda soportar en él una intervención estatal. Los autores identifican lo que les falta a dichos experimentos para que sí pudiera justificarse intervención en su base. Pero, al mismo tiempo, dedican un capítulo entero a recopilar categorías de información, también requerida para la hipotética regulación, pero que en su opinión es imposible de obtener. 

Las demás líneas argumentales resultarán bastante familiares a los estudiosos de la regulación, pues son las clásicas. Por un lado tenemos la teoría de la regulación y grupos de interés, de Stigler, que ellos llaman de "bootleggers and baptists", esto es, grupos que pretenden obtener beneficio económico junto con los ungidos que se creen saber mejor que la gente lo que la gente quiere. Rizzo y Whitman hablan también de unos "second baptists" para incluir a los académicos que pretenden obtener prestigio y reconocimiento apoyando a los moralistas.

Y luego tenemos la "pendiente resbaladiza" (slippery slope), que yo prefiero llamar teoría del intervencionismo de Mises, que básicamente es aceptar que la regulación llama a la regulación, y que una vez empiezas a intervenir en un mercado lo normal es que la regulación crezca y crezca. Dedican mucho espacio a este fenómeno, entiendo que porque en su momento los behavioristas decían que las intervenciones que proponían no tenían riesgo de "slippery slope". Como curiosidad, estos análisis de la regulación los hacen primero asumiendo al regulador como individuo racional sin sesgos, y luego añadiéndole sesgos como los que los behavioristas asumen en cualquier ser humano. Por supuesto, una vez incorporados al modelo, todos los problemas de las propuestas regulatorias se ven multiplicados.

La conclusión es la de invitar al escepticismo sobre las intervenciones paternalistas. Whitman y Rizzo reconocen que no pueden ser concluyentes completamente, y quizá sí existan regulaciones que satisfagan todos los requisitos que les parecen imprescindibles, pero que de entrada se tendrían que analizar tomando como referente para el ser humano el de racionalidad inclusiva, y no la racionalidad neoclásica.

Este libro era necesario, alguien lo tenía que escribir. Una vez leído, no me ha sorprendido demasiado, las lineas argumentales son las esperadas. Se me han hecho bastante bola los capítulos 4 y 5 en que se dedican a criticar las teorías behavioristas y sus experimentos, metiendo a Kahneman en el mismo saco que a Sunstein, pero precisamente estos son los capítulos que más aportarán a quien ya sepa algo de regulación. 

El principal problema que le veo es que no acaban de ser muy convincentes con los males que causa la regulación paternalista. La sensación que me queda es que, bueno, mejor que no regulen nada (eso ya lo sabia). pero puestos a regular, los efectos de ésta no parecen demasiado nocivos. Los autores dedican un montón de páginas a analizar la medida estrella del paternalismo: la definición del estado por defecto en los contratos laborales, porque se vio que mucha gente no se acogía activamente a los incentivos que daban las empresas si se apuntaban a planes de pensiones. Es cierto que la gente que no se acogía a esta facilidad parecían un poco tontos, así que poner que la elección por defecto fuera "Sí", no parece mala.

Rizzo y Whitman atacan a esta medida, pero yo no acabo de ver que los posibles efectos negativos sean especialmente preocupantes. Por supuesto, está de lo de la "slippery slope", que aplica a cualquier regulación, y lo de la imposición al empresario, que tiene que fijar la opción por defecto que le exige la regulación, pero no son capaces de demostrar que nada especialmente grave vaya a suceder. Compárese con la regulación de control de precios, que puede acabar en desabastecimiento del bien.

En suma, muy oportuno que exista este libro para lo que pueda venir, aunque no un libro en el que se pueda aprender mucho o interese al común de los mortales.

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