Para mí, leer en alemán es un reto: en muchos casos, voy superándolo con cierta soltura, y a ello contribuye la selección de lecturas. de dificultad creciente. Leer a Heinrich Böll en alemán, es un reto bastante más difícil que otras lecturas, y quizá inalcanzable para mí... de momento.
Es el tercer libro que leo del autor, tras las Opiniones de un Payaso y El honor perdido de Katharina Bloom. Y es el tercer libro que disfruto, que me gusta, y con el que me queda la clara sensación de no haberme enterado de casi nada. Qué triste lo mío.
Böll utiliza un vocabulario relativamente sencillo, por lo que el problema no es de diccionario. Tampoco son complejas las estructuras sintácticas que usa, nada que vez con las frases eternas de Kafka, por ejemplo. Y, sin embargo, su forma de escribir, hace difícil entenderlo, más si no tienes 100% de confianza en el lenguaje, como aún me ocurre con el alemán.
Con Opiniones de un Payaso, que leí el verano pasado, me lo pasé bien, pero fui consciente de que no me enteraba de muchas de las humaradas del narrador. De Katharine Bloom, apenas me enteré de la historia, que está contada de forma muy enrevesada. El problema de Billard es que cambia de narrador y estilo en cada capítulo, por lo que si vas renqueando en alemán, los cambios de forma de contar las cosas, a lo mejos las mismas, hacen que te pierdas. Si a ello añadimos que no hay una narración ordenada, sino muy subjetiva de los acontecimientos (nunca había leído un libro en que se usa tanto la segunda persona por parte de los sucesivos narradores), los mimbres para perderse quedan dispuestos.
La historia orbita en torno a tres generaciones de la familia Fähmel, con un acontecimiento central que estructura la narración: la construcción de la abadía de San Anton por el abuelo, y la demolición de la misma por su hijo durante la guerra. En torno a estos acontecimientos, cada uno de los narradores nos cuenta sus vivencias y sus afectos, sus sufrimientos y sus visiones.
El estilo de Böll en este libro es algo similar al de Javier Marias, al menos en algunos de los narradores: esa presentación de frases-temas y esa repetición, entrelazado de los mismos. Para el lector en alemán, ello facilita la adquisición de vocabulario, al mismo tiempo que complica enormemente la comprensión de lo que se está contando.
Creo que sería injusto que recomendara o desaconsejara el libro, pues no lo he entendido bien y estoy seguro de que hay muchas cosas que se me han escapado, algunas fundamentales para el devenir de la historia. Es el precio que hay que pagar para ir aprendiendo. Por ejemplo, tras leer algunos resúmenes para testear cuán perdido he estado, he descubierto que una expresión que se usa constantemente "von Sakrament des Buffels zu essen" y que me tenía completamente despistado, en realidad es una metáfora para referirse a la pertenencia o no al partido Nazi. Pero, vamos, eso no tiene que ver con el alemán, lo podían haber explicado con una nota al pie.
Seguiremos intentándolo...
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