Otra lectura de Michael Ende y otra estupenda sorpresa. El autor de La Historia Interminable es un magnífico y sobre todo muy imaginativo escritor, e incluso sus obras más puramente infantiles merecen la pena, aunque uno ya sea adulto. Por supuesto, Jim Knopf no alcanza las cotas de sus obras más sobresalientes, pero aún así es una novelita muy bien contada y entrelazada.
Y es que Ende es un escritor de una imaginación con poco parangón. Es difícil encontrar escritores, en general, que sean capaces de mostrar esta prodigiosa capacidad creativa, que te atrapa sobre todo por su originalidad y consistencia. Este libro tiene en sí todos los ingredientes de su obra más conocida, pues lo que nos cuenta es el viaje de los dos héroes que le dan título en pos de una princesita. Y para ello, como es fácil adivinar, tendrás que atravesar territorios exóticos y diversos, en muchos casos no exentos de peligro.
El premio les aguarda en la ciudad de los Drachen (Dragones, quizá), de la que a su vez tendrán que ingeniárselas para escapar. Como muestra de esta imaginación, decir tan solo que esta ciudad está compuesta por cráteres de diversos tamaños, cada uno de ellos habitado por un dragón.
Una cosa que me encanta de Ende es su respecto por sus lectores, por muy infantiles que sean. Sus historias están perfectamente ensambladas, todo lo que ocurre tiene un por qué y un efecto, y ninguna de las piezas queda sin encontrar su hueco (aunque algunas lo harán sin duda en la segunda parte de la historia, que ya estoy leyendo, al menos eso espero). Eso no siempre ocurre en la literatura infantil, y sin ir más lejos tenemos un ejemplo en Harry Potter. Quien lea el primero de los libros encontrará montones de sinsentidos, empezando por los partidos de Quidditch, Justo es decir que a partir del segundo, la cosa mejora notablemente, pero valga como ejemplo.
Entre los hallazgos que Ende nos proporciona en este libro cabe destacar Tur Tur. Se trata de un tipo cuyo tamaño crece cuando nos alejamos de él, al contrario de lo que ocurre con todas las cosas y personas, cuyo "tamaño" decrece conforme lo vemos de más lejos. La interacción de Jim y Lukas con Tur Tur es sumamente divertida.
Y también me ha gustado mucho el reino de Mandala, donde los individuos van en grupos de personas decrecientes, a los que Ende llama Kinderkinder, o niños de niños.
Por supuesto, no hay que olvidar al tercer gran protagonista de la historia, la locomotora Emma, quien, precursora de los ferrocarriles de Legend of Zelda o de la película El viaje de Chihiro, es capaz de viajar por el mar, eso sí, tras un buen calafateado.
Este libro, que yo siempre había tratado como mero cuento, tanto por título en español (Jim Botón, a veces la literalidad en la traducción no es aconsejable) como formato de publicación, es realmente un magnífico libro de aventuras, recomendable para todo tipo de público. Y además, razonable de leer en alemán, con lo que la satisfacción para mí es doble. Hala, veamos ahora qué pasa con los 13 salvajes.
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