Calonego es una escritora alemana poco conocida, y de hecho este libro no ha sido traducido ni al inglés. Sin embargo, no puede evitar ser atraído por el escenario en que transcurren los hechos de esta novela: la isla de Terranova (Newfoundland). Esta isla ha sido objeto de mi visita durante este verano, lo que explicar mi repentino interés por tan lejanas tierras.
Y además justifica lo que iba buscando: no tanto una novela de trama apasionante, como una que describiera razonablemente el modo y condiciones de vida en la citada isla. Afortunadamente, creo que acerté con mi objetivo, pues ese parece ser también el objetivo de frau Calonego. Así pues, tenemos una novela de trama razonable, pero que se detiene sobre todo en la vida de los habitantes de la isla.
La protagonista, Lory, es una fotógrafa a la que la encargan un libro de fotos sobre Terranova, a donde por tanto se traslada desde su lugar de residencia, Vancouver. Por cierto, creo que Calonego es periodista y corresponsal de un medio alemán, en esta ciudad, o sea que no hay que desdeñar posibles ribetes autobiográficos de alguna visita suya a la isla.
La novela nos cuenta las vivencias (no sé si llegan a aventuras) de Lory en un pueblo pescador, aderezadas por algunos puntos de intriga y romance, y contextualizada en su pasado secreto y relaciones familiares. Sin embargo, como ya digo, no es esta la parte interesante de la novela: de hecho, es la parte final de la misma la que menos interés tiene, precisamente porque el desenlace se centra únicamente en la trama.
Lory nos cuenta sus safarís en pos de ballenas e icebergs, la conducción en invierno y el uso de motos de nieve, sus expediciones con los pescadores, las fiestas familiares, y los fiestorros en Terranova, los campeonatos de dardos, la general confianza, y las relaciones con las tumbas y arqueólogos. Estas juegan también un papel relevante en la trama, pues no hay que olvidar que Terranova es como el paraíso de la arqueología canadiense: aquí se encontraron los restos del famoso asentamiento vikingo de L'Anse aux Meadows, y también algunos enterramientos de los aborígenes. En todo caso, que Terranova sea el culmen para los arquéologos en Canadá dice mucho sobre los restos arqueológicos que se pueden encontrar en el resto del inmenso país.
El libro resulta entretenido sin más; no proporciona grandes reflexiones, ni grandes sorpresas, pero se lee bien. Recomendable para el interesado en remotas tierras y modos de vida; prescindible para el resto de lectores.
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