Scruton en un filósofo que tuvo la ocurrencia de escribir un ensayo describiendo y descubriendo las falacias, cuando no el completo vacio, que tienen las "teorías" de los filósofos de izquierdas. El problema es que esto lo hizo en 1989, con lo que fue sometido a ostracismo y hasta expulsado de la universidad en que daba clases.
Esto dice algo positivo de 2017, pues ha habido al menos una editorial que se ha atrevido a hacer reaparecer este libro pese a los antecedentes. Con razón tiene la izquierda tanto miedo a Internet: sus falacias son el ámbito abierto mucho más fáciles de desenmascarar por el público, algo que se dificultaba con su discurso arcano e incomprensible. Conste que pese a no me gustan nada las etiquetas (tipo "izquierda") la uso aquí para simplificar la nomenclatura, ya Scruton critica a los pensadores de izquierdas o, como aclara él mismo, los que se definen a sí mismos de izquierdas.
Bajo su trituradora pasan nombres bien conocidos, como Gramsci, Habermas, Sartre, Foucault o Galbraith, junto a otros no tanto, que quizá lo fueron en su momento, pero sobre los que quizá empiezan ya las brumas del tiempo a sumergirlos en esa nada de la que nunca debieron salir.
El principal mérito de Scruton consiste, seguramente, en haberse leído los truños de estos señores con la constructiva idea de sacar provecho de los mismos, o al menos un resumen que mostrar a la audiencia para su crítica. Es esto lo más útil del libro: conocer de forma resumida las "grandes" ideas que han catapultado a la fama a sus generadores. Porque lo cierto es que, una vez de expresan en un lenguaje entendible para el público, no hace falta crítica adicional para darse cuenta de lo absurdas y carentes de fundamento que son. Ello lleva a Scruton a dar explicaciones sobre por qué triunfaron en su momento e incluso se mantienen vigentes en la actualidad.
El lector que se adentre en este ensayo ha de ser consciente de que se enfrenta a un libro difícil. Es difícil porque las "teorías" expuestas son complejas de contar y de desentrañar, y porque sigue siendo difícil la lectura de tanta verborrea incluso con un guia. Y es difícil porque Scruton no renuncia a hacer literatura, y las metáforas que utiliza dificultan en cierta forma el seguimiento de sus razonamientos y explicaciones.
Siempre me queda la duda tras leer ensayos de este tipo (por ejemplo, las críticas de los austriacos a economistas de otras escuela, salvado las distancias): ¿debería leer las obras de los autores criticados para tratar de entenderles de primera mano, y así ver si las críticas tienen o no sustento? Y siempre tiendo a responderme que no: parece una pérdida de tiempo puesto que 1) ya conoces sus ideas a través del resumen; 2) Son ideas absurdas sobre las que no merece la pena profundizar.
Una de las mejores cosas del libro son las citas textuales que saca Scruton de los autores criticados a efectos que el lector se hada una idea de sus sufrimientos. Hay una de Sartre sobre la totalización que parece tal cual un trabalenguas, pero las más curiosas son las de Lacan, en la que el absurdo mezcla elementos de todo tipo, incluidas ecuaciones matemáticas.
¿Qué conclusión saco yo del pensamiento de izquierdas según lo traza Scruton? Pues algo que ya imaginaba sin haber leído a los autores, ni siquiera sus resúmenes: que es todo instrumental y nada científico, que construye sobre el vacio y no sobre hechos, y que proporcionan métodos (falaces) para conseguir que la verdad sea la que a ellos les interese en cada momento.
Como he dicho otras veces, esto es algo con lo que te tropiezas constantemente en teoría económica, y que te explicas por ser una ciencia que no se puede contrastar empíricamente, y por tanto sujeta a este tipo de maleabilidad. Pero que estos mismos métodos se puedan extender a ciencias naturales, y que encima con éxito de seguimiento por los filósofos, es ilustrativo de lo bajo que puede caer el ser humano.
En el epílogo, quizá la parte mejor y más comprensible del libro, Scruton se pregunta cómo es posible que este tipo de pensamiento sea el que haya dominado y domine las universidades de humanidades, y se extraña de que resucite una y otra vez con independencia de la palmaria evidencia empírica contra él mismo que ya se ha cobrado varias centenas de millones de víctimas. La única explicación que encuentra es que estos "ensayos" no se discuten, simplemente se creen, y que el ser humano siempre necesita una religión.
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