lunes, 21 de agosto de 2017

La elegancia del erizo ("L'Élégance du Hérisson"), de Muriel Barbery

Extraña novela de esta escritora francesa, que tuvo un relativo éxito hace unos años.

Y digo extraña porque más bien que un relato, parece una disculpa para canalizar sus reflexiones sobre temas tan diversos como la gastronomía, el arte, el cine o el sentido de la vida. Por supuesto, hay una secuencia de hechos que se nos cuentan, pero no es demasiado relevante y ni siquiera interesante.

La historia se centra en un bloque de apartamentos de lujo en Paris. Allí viven, entre los vecinos, la portera y la hija de una familia rica, cuyo padre lo es por ser diputado socialista (sin comentarios). Pues bien, la narración la hacen a dos manos entre ambos personajes. La primera, Renée, nos cuenta cosas mediante el formato de diario convencional, mientras que la niña, Paloma, redacta dos diarios de los que vamos leyendo alternativamente, uno de pensamientos profundos y otro de Movimientos.

Como digo, no hay apenas trama como tal. Ambas narradoras aprovechan los hechos, normalmente cotidianos, que les van ocurriendo para trasladarnos reflexiones varias, muchas de cierta profundidad, y en general sin demasiado atisbo de ironía No es un libro que fomente la sonrisa, ni mucho menos la risa. Y eso que tenemos a una portera que podría dedicarse a criticar a sus vecinos-clientes de clase alta, y una niña con una hermana un poco estúpida, que podría optar también por esa vía.

Pero no, de lo que se trata es más bien de mostrar que cualquier persona, aunque no lo parezca, puede haber leído, entendido y reflexionado sobre lo que lee, y que estas joyas se encuentran en los sitios más dispares. De hecho, Renée oculta activamente su condición intelectual para no alarmar a los vecinos del inmueble que, según ella, la tienen como una portera convencional. De ahí, por cierto, el título de la novela: La elegancia del erizo, oculta bajo las puas.

Como no me voy a entretener sobre las reflexiones, interesantes pero no demasiado originales para mí, poco más me quedaría por decir. Un último apunte se refiere a la influencia japonesa que se percibe en toda la obra, desde la descripción del Go hasta la gastronomía o el cine japonés; es claro que la autora está fascinada por esta cultura, algo que transmite mediante las dos narradoras. También, como curiosidad, hay que decir que la hermana de Paloma (Colombe, claramente redundante) hace su tesis doctoral sobre Guillermo de Ockham, sí, el del principio de la navaja. Ello dará una oportunidad a Renée de criticar la carencia de foco de la universidad (francesa), con una bonita reflexión sobre los impuestos.

En resumen, lectura interesante y amena, pero no ligera, como quizá el título podría dar a entender. Recomendable en todo caso.



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