Tras leer a Gore Vidal, le toca el turno ahora a esta novela de Truman Capote, con el que al parecer tuvo bastantes encontronazos (dialécticos). Y ya anticipo que en la particular pugna que libran por mis preferencias, ha ganado el primero, del que ya tengo preparadas nuevas lecturas, cosa que no creo que ocurra con el segundo.
Y no es que el libro esté mal. Es simplemente que no he encontrado nada especial en él. Capote escribe con gran elegancia y precisión, pero también nos endosa tremendos párrafos en el medio de los cuales uno se pierde si no está atento.
La historia es digna de una temporada de Fargo. Los protagonistas son un par de matados que transitan por Kansas y otros estados del centro de los USA. Y la historia es básicamente el asesinato "a sangre fría" de una familia respetable de Holcomb, Garden City, Kansas, los Clutter, que cabe imaginar como esos pueblos que salen en la serie citada.
El par de matados son Dick Hickock y Perry Smith. Y, como digo, aunque la novela empieza contándonos la vida de los Clutter, poco a poco se intercalan sus episodios con las andanzas de los primeros, hasta que, conforme la novela avanza, el foco se centra completamente en ellos.
Hay tres partes claramente diferenciadas: en la primera se nos habla de los Clutter y básicamente termina con el asesinato de los mismos, aunque éste no se describe en esta parte. En la segunda asistimos a la investigación del asesinato, lo que hace que un par de agentes del FBI, Al Dewey y Nye pasen a compartir protagonismo con Hickock y Smith. La tercera parte nos cuenta el juicio y la condena de los protagonistas.
La historia se lee con cierto interés, aunque no hasta el punto de quedar atrapado en la acción. Los pasajes más llamativos tienen que ver con el pasado de los protagonistas, en los que nos asomamos a sus familias y a sus vidas, ciertamente desgraciadas cuando no directamente deprimentes. Así ocurre con Perry Smith, quizá el "malo" con el que más se puede simpatizar. El pasaje en que, entremezclado con una entrevista a su padre, se nos cuenta su infancia y juventud es de las cosas más tristes, más bien deprimentes, que he leído en los últimos años. Pero no por eso es menos brillante. También es magnífico el análisis que hace su amigo de la carcel Willie-Jay sobre la carta que recibe de su hermana. Muy sutil y de gran finura. Par cerrar los aspectos de la personalidad de Perry hay que referirse también a su vena artística, que aflora en diferentes momentos de la novela, y especialmente en una lista de palabras grandilocuentes (de un millón de dólares, las llama Hickock) que atesora en su diario.
Con Hickock es más difícil empatizar. Es un tipo bastante más listo, nacido en una familia más convencional que la de Smith, y que en principio no tiene tanta disculpa social para sus desmanes. De hecho, se culpa de ellos a un accidente que sufrió en la juventud. No obstante, Hickock nos deleita casi al final del libro con una de esas frases dignas, una vez más, de Fargo: "I believe in hanging, as long as I am not the one being hanged" (Creo en la horca, mientras no sea yo el ahorcado).
Uno de los aspectos llamativos del estilo narrativo de Capote a su atención a detalles inesperados o no claramente relacionados con el libro. Por ejemplo, la vida cotidiana del policia Al Dewey (¿Fargo de nuevo?), los detalles jurídicos sobre apelaciones y condenas en relación con la pena de muerte, o, por ejemplo, la ropa del verdugo en el momento de la ejecución. Y también llama la atención la ausencia de ironía, no hay concesiones a la sonrisa en la historia que nos cuenta, pese a la distancia que utiliza. Y sin embargo uno se pasa todo el libro esperándola.
La verdad es que no es una novela que me haya impresionado. Está bien escrita y es amena de leer. Pero no he encontrado nada resaltable. Pese a la gravedad de lo que se nos cuenta, el texto no invita a la reflexión ni incorpora las del autor, que trata de ser exquisimente objetivo en su relato. Es más, partes del mismo se disfrazan de fragmentos de entrevistas a los propios protagonistas o a terceros a los que supuestamente alguien ha entrevistado sobre el tema en algún momento. Me atrevería a decir que el genio de Capote (no dudo de que lo tenga) solo aparece en la escena final, en que el policia visita el cementerio de Garden City unos años después de toda la tragedia, y se permite una narración algo más emotiva y cercana de la que utiliza en el resto del libro. ¿Qué hubiera pasado de utilizar el mismo estilo en toda la narración? Nunca lo sabremos.
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