Este libro lo he conocido recientemente gracias a Tom Wolfe, que se refiere a él en The Kingdom of Speech. En él, el autor nos cuenta su experiencia conviviendo con una tribu del Amazonas (no estrictamente, el río es el Maici, un afluente de un afluente de un afluente del Amazonas), la famosa tribu de los Pirahãs (famosa, gracias a la investigación de Everett).
Allí se nos fue el amigo como misionero, con una misión clara: aprender el lenguaje Pirahã para poder traducir al mismo la Biblia. No solo eso, sino que se llevó a su familia (mujer-hija de misioneros, y tres niños, el menor de 2 años). Pues bien, esta es la experiencia que nos cuenta, aderezada por sus investigaciones sobre el tal lenguaje.
No hay que engañarse: las experiencias vitales de Everett con los Pirahã no son más que el reclamo para que leamos los resultados de sus estudios sobre el lenguaje en cuestión. Y estos son importantes, porque desmontaron la teoría consolidada hasta el momento, propugnada por Noam Chomsky, de que existía una gramática universal o un instinto del lenguaje (versión de Pinker), que había surgido evolutivamente con el homo sapiens. Pero para los detalles de esta trifulca, mejor leer el libro antes citado de Wolfe.
Así las cosas, no es de extrañar la estructura del libro. La primera parte es la más atractiva, dedicada a las costumbres de los Pirahã y a las experiencias de Everett en su convivencia con ellos. Entiendo que esta es la parte que hizo del libro un verdadero best-seller. La segunda parte es más ardua, aunque sigue siendo entretenida: aquí nos cuenta Everett su investigación lingüística, con sus problemas y dificultades en el caso concreto de los Pirahã, lo que le fuerza a introducir conceptos de dicha ciencia. Es en esta parte en la que se suceden las críticas al trabajo de Chomsky, críticas que a mí me parecen en general certeras. El libro se cierra con las conclusiones, en las que Everett se nos pone mesiánico, y en las que podremos comprobar de primera mano lo tontos que se vuelven algunos antropólogos.
Aunque en el caso de Everett, uno empieza a dudar de su inteligencia desde el principio. Es brutal lo de que se lleva a la familia a vivir en esas condiciones. Pero hay dos episodios que hacen sospechar especialmente de su capacidad intelectual. El primero es el de la malaria de su mujer y su hija mayor. Básicamente, tiene que llevarlas al hospital más cercano para que no mueran. Hay dos opciones: esperar a la semana siguiente al vuelo programado a tal ciudad, o embarcarse con toda la familia (los dos enfermos adultos, más los dos niños pequeños) por un río que no conocer, para luego trasladar a todos a un pueblo en otro río, en el que supuestamente podrá montar en otro barco, que le lleve a otra ciudad, desde la que ya será fácil acceder a la principal. En fin. El hecho de que el episodio aparezca en el libro permite adivinar cuál fue su opción. A mí me parece, no ya una estupidez, directamente una irresponsabilidad.
El otro episodio tiene que ver con un bebé Pirahã que nace muy débil. Le están alimentando y van consiguiendo que sobreviva, pese a la indiferencia del padre. ¿Y qué hacen cuando ya ven que el bebé se va fortaleciendo? Pues se van los dos, Everett y su mujer, a hacer footing al campo de aterrizaje y dejan al niño al cuidado del padre. Claro, a la vuelta, el bebé está muerto. O, mejor dicho, "eutanasiado".
Disculpad esta crítica inicial a Everett, pero es que no puedo evitar recordar estos episodios, y algún otro, cuando llego a sus conclusiones sobre la felicidad de los Pirahã. Everett se pregunta, a la vista de ésta (supuesta felicidad), si merece la pena la religión y, sobre todo, la verdad. "The Pirahãs have built their culture around what is useful to their survival. They don’t worry about what they don’t know, nor do they think they can or do know it all. " ("Los Pirahã han construido su cultura en torno a lo que es útil para sobrevivir. No se preocupan de lo que no saben , ni piensan que lo puedan saber todo.", traducción propia).
Genial, si no fuera porque, por el camino, nos hemos enterado de cosas como las siguientes:
- No piensan a futuro, solo disfrutan del día a día.
- Solo trabajan 20 horas a la semana, eso sí todos, desde el niño recién destetado. Es un trabajo entretenido, por suerte.
- Tener un poco de hambre no se considera un contratiempo para los Pirahã. De hecho, de vez en cuando la ejercen, en vez de irse a trabajar (o, en otras palabras, el día que no trabajan, no comen, maravilloso).
- Los niños destetados lloran mucho al principio, pero es bueno, porque se tienen que acostumbrar a pasar hambre. Textualmente "The child recently stopped from nursing will have to enter this adult world of work."
- Son indiferentes a la muerte de niños y adultos. Han aprendido a convivir con ella, y no hace que varíen su ritmo de vida. Así lo justifica Everett tras ver la nula ayuda que le dan sus vecinos en el fatídico episodio de la malaria, antes apuntado; eso sí, le insisten en que traiga cerillas y medicinas a su vuelta.
En resumen, si el sufrimiento y la muerte de los demás te dan igual, como le pasa a los Pirahã, puedes ser el tío más feliz del mundo. Por suerte, no todos los grandes personajes del mundo son como Everett (y la prueba de lo contrario la tenemos en Bertha Suttner, cuyo libro comenté ayer).
Vuelvo a pedir perdón, porque estoy siendo demasiado crítico con algunas de las cosas de Everett, y no querría dar la impresión de que el libro es malo, porque no lo es. Es muy ilustrativo y muy entretenido, y su lectura muy reveladora de aspectos sobre los que raramente tenemos noción.
Al respecto del lenguaje, Everett hace un análisis muy brillante. Su punto de partida, nos cuenta, era muy hostil pues los Pirahã son monolinguales, o sea, se enfrenta a una situación en que no hay nadie que hable Pirahã y otra lengua, por lo que hay que empezar de cero. Lo primero que notó es que existen relativamente pocos fonemas, lo que hace que las palabras tiendan a ser comparativamente largas, y muy similares a los oídos occidentales. Descubrió asimismo que su gramática no tenía recursión (nada de pronombres o frases compuestas), que carecían de cuantificadores (no sabían ni siquiera contar, ni podían aprender) y que sus verbos admitían hasta 16 sufijos (compárarese con los cinco del español), o sea, aproximadamente 65.000 formas posibles para cada verbo, frente a las cinco que tiene un verbo inglés. También nos explica Everett el concepto del canal del discurso, y nos cuenta que los Pirahã tienen cinco: humming, yelling, music, whistle, junto al normal.
Estas formalidades aparte, lo más interesante es la teoría de Everett sobre el principio de la experiencia inmediata que, según él, gobierna el lenguaje Pirahã. Esto es, solo hablan de lo que han visto, o de lo que ha visto alguien a quien ellos conocen o que han conocido. Así pues, su lenguaje no les permite abstracciones (que no han visto), ni tienen cuentos, mitos o historia (porque no son hechos que ellos hayan visto, o que haya visto alguien que haya tenido contacto directo con ellos). Es por ello que los esfuerzos de evangelización habían sido infructuosos durante décadas. Cuando se les hablaba de Jesús, preguntaban al misionero si le había conocido, y al responder este que no, perdían completamente el interés.
A partir de aquí, entra el ataque a Chomsky. Para Everett, la experiencia de los Pirahã demuestra que la relación entre cultura y lenguaje es bidireccional, y que por tanto NO hay tal cosa como una gramática universal subyacente en el individuo. El lenguaje Pirahã es reflejo de su cultura, de ese principio de la experiencia inmediata. El hecho de que la gramática Pirahã no sea recursiva, no significa que los Pirahã, como cualquier otra persona, no sean capaces de razonar recursivamente. Tal recursividad se podrá observar en otras facetas de la vida Pirahã, como, por ejemplo, en sus discurso, que sí son recursivos.
También hay una interesante digresión sobre la relación entre lenguaje y pensamiento. Siguiendo la hipótesis Sapir-Whorf, el lenguaje limita el pensamiento. Aplicado a los Pirahã, eso significaría que no pueden contar, porque su lenguaje no lo permite. A esto contesta Everett que, siguiendo este razonamiento, no habría ciencia. ¿Cómo se habría podido descubrir la mecánica cuántica sin tener para palabras para los fenómenos cuánticos?
En resumen, ameno e interesante libro, con valiosas reflexiones sobre lenguaje, cultura y pensamiento, junto a una apasionante experiencia vital en medio del Amazonas. Lo único que desmerece es esa visión idealizada que tiene Everett de la vida y esa crítica velada al modo de vida occidental, que en el fondo es el que le ha permitido a él tener esta experiencia. Y no creo que lo diga con cinismo, el tipo me parece sincero en todo lo que cuenta, es simplemente que no da más de sí.
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