Este libro viene recomendado por un par de amigos, uno de ellos experto en nutrición. Esa es la principal fuente de la confianza que me dan libro y autor. Y he de empezar diciendo que el libro es malo: quien espere encontrar literatura, que no lea el libro. El autor utiliza palabras inexistentes (como "palatable"), construye mal las frases (lo de sujeto y predicado se le ha olvidado), no coordina bien pronombres ("atribuimos al producto ... sin pararse a pensar...") y abusa de algunos adjetivos (los alimentos le parecen poco o muy "interesantes").
Pero, bueno, como el objetivo es más bien ilustrarnos un poco en el tema de la nutrición, ello no obstaculizará a nadie la lectura. Así que nos metemos de lleno en el fondo del asunto. Aquí hay otro punto crítico: García apenas justifica las aseveraciones que hace. Hombre, alguna razón sí da, pero nada especialmente convincente y más bien arbitrario. A su favor juegan, por un lado, la recomendación de mi amigo experto; y, por otro, las referencias de literatura científica que cita al final del libro en apoyo de cada capítulo. O sea que le daremos el beneficio de la duda y nos centraremos, ahora ya sí, en el fondo.
La obra es estructura en una serie de enunciados falsos que todos hemos oído alguna que otra vez, y que el autor pretende desmontar o al menos clarificar. Por ejemplo, "el desayuno es la comida más importante del día" o "hay que comer de todo", o "hay que evitar las grasas". Es a partir del análisis de estos mitos de donde surgen las enseñanzas, al menos para mí.
¿Cuáles son los enemigos de la buena nutrición? El autor no tiene duda: "Alimentos concentrados que nos den mucha energía, pero a la vez pocos nutrientes de interés fisiológico. Por poner cara a los culpables, hablamos de los dulces, de la bollería, de los refrescos, del alcohol, de los derivados refinados...;" (Obsérvese lo del "interés" fisiológico). Asimismo, hay que evitar los productos derivados y ultraprocesados, aunque no llega de definirlos. El alcohol es desaconsejable en todo caso: "El alcohol es teratogénico, neurotóxico, adictivo, inmunosupresor, perjudicial para el sistema cardiovascular, carcinogénico y aumenta el riesgo de muerte."
Para García, lo ideal sería seguir las indicaciones del apetito. El problema es que esas señales puramente hormonales se ven confundidas en el ambiente "obesogénico" que vivimos, en parte porque la alimentación ha pasado a ser "un acto social más que biológico". Así pues, hay que seguir pautas externas, como las que dan muchos interesados.
Las del autor son claras, y las resume en sus conclusiones, que me permito copiar tal cual:
¿QUÉ DEBO COMER EN ABUNDANCIA? Verduras y hortalizas. Frutas.
¿QUÉ ES GRASA DE CALIDAD? Frutos secos. Aceites saludables.
¿QUÉ ES PROTEÍNA DE CALIDAD? Legumbres. Huevos. Carne sin procesar (limitar). Pescado sin procesar. Lácteos (limitar).
¿QUÉ BEBO? Agua en abundancia. Acompañe con infusiones si lo desea.
¿QUÉ DEBO EVITAR? Productos alimentarios que aunque sean comestibles no sean materias primas.
Tres temas me han llamado especialmente la atención, y espero que lo que nos dice el autor esté bien contrastado:
- La importancia de la saciedad y adherencia de los alimentos a la hora de definir nuestra dieta. De nada vale comer algo con pocas grasas pero sin efectos saciantes que nos forzarán a comer más; o algo con pocas grasas que no nos gusta.
- Las ventajas de comer cereales integrales y, en particular, pan integral: "Nos saciaría más. No se elevaría tanto el azúcar en sangre; se amortigua la glucemia. Reduciría el tiempo que otros compuestos indeseables están en contacto con el organismo."
- Relacionado con el anterior, las trampas en los etiquetados y declaraciones. De hecho, en el caso del pan integral el autor llega a dar unas pautas concretas para evitar la confusión. Y a fe que son útiles como puede comprobar yo mismo este fin de semana tratando de comprar pan verdaderamente integral.
En su análisis de los mitos, García no ahorra críticas a la industria alimentaria cuando investiga las razones por las que determinados mitos se han instalado en el imaginario colectivo. Los desmenuza bien y es muy interesante para mí, por las relaciones evidentes con el mundo de la regulación y del lobby. Es muy crítico con las ambigüedades que los gobiernos permiten a la hora de etiquetar los alimentos (por ejemplo, qué es un alimento natural).
Sin embargo, en el autor transluce un deje socialista en determinados momentos, como cuando afirma que en España, con la crisis económica, "2,2 millones de menores en España viven en la pobreza, lo que supone malnutrición.Casi un 5 % de la población española no puede afrontar la alimentación de su día a día". Y, claro, propone la solución al problema en el Estado, al que encarga también una verdadera revolución alimentaria ("¿Por qué invertimos dinero en tratar enfermedades evitables pero no en impedir que las personas lleguen a tener factores de riesgo cardiovascular?").
Resulta curioso que no se dé cuenta de la paradoja: ese ente que es incapaz siquiera de conseguir un buen etiquetado para los alimentos, ¿cómo va a resolver el supuesto problema de hambre en España? ¿Y qué revolución se puede esperar de ellos?
No me atrevo a recomendar este libro. A mí me ha parecido útil e interesante, aunque mal escrito. Pero confieso que su utilidad descansa en la autoridad de los terceros que me lo han recomendado. Yo no tengo criterio para ver si este señor dice cosas serias o tonterías, aunque suenen razonables.
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