Cuando estuve por Japón hubo algo que me llamó la atención enormemente: los salones de Pachinko. Te asomabas por la puerta de locales a los que daba miedo entrar, y veías extrañas máquinas repletas de bolas de metal con sus respectivos jugadores haciendo lo que fuera, una mezcla de billar y máquina tragaperras. Como todo estaba en japonés y también los jugadores, era difícil enterarse de qué iba la vaina, así que me volví del país del Sol Naciente con una curiosidad insatisfecha y ni una sola foto, ya que estaban terminantemente prohibidas en su interior.
Andando el tiempo me tropecé por casualidad con un libro llamado Pachinko. Me recordó mis inquietudes, pero no me animé a leerlo, pensé que sería algo cutre. Siguió andando el tiempo, y me encontré una serie llamada igual, con gran puntuación y en Apple. Esta ver sí que decidí darle una oportunidad, y con éxito, pues es una serie de una excelente factura, histórica, entretenida y sobre un tema del que raramente tratamos los occidentales, como es la discriminación de los coreanos en Japón.
La tal serie estaba basada en el libro que había desdeñado unos años antes, que resultó ser un best-seller en los Estados Unidos. Ahora ya sí tenía todas las disculpas para leerlo: por un lado, la historia; por otro, a ver si me enteraba de una vez de cómo se juega al Pachinko.
Una vez leído, me temo que sigo sin saber cómo funciona el Pachinko de las narices, pero eso no quita para que haya disfrutado mucho con su lectura. Min Jin Lee tiene un estilo muy simple y sencillo, sus frases son cortas y "to the point", A veces tienes la sensación, correcta, de estar oyendo a un coreano hablar en inglés.
Sin embargo, utiliza ese estilo de forma magistral para describir psicológicamente a los personajes que van apareciendo. Esto es lo que más destaca de su narración, para mi gusta, como con tres o cuatro párrafos te da para cada personaje la visión que tienen de él quienes comparten escena. Es realmente brillante. Ejemplo: "In a way, the two women tried to obey Yoseb in their disobedience—they did not want to hurt Yoseb by defying him, but the financial burdens had become impossible for one man to bear alone."
O aquí, Sonja imaginando lo que pensarian sus padres de ella: "
There was no shame in her work, but it couldn’t be what they’d wanted for her. Nevertheless, she felt her parents would have wanted her to make money, especially now."
La novela es una saga familiar de tres-cuatro generaciones de coreanos conviviendo con japoneses. La primera generación, de la Sunja y sus padres, con japoneses colonizadores de Corea, la segunda y la tercera, viviendo en un Japón que les margina y desprecia, pero sin posibilidad de retorno a su Corea original, porque la cosa no está para bollos (véase Corea del Norte) o porque allí también serán despreciados por haber emigrado a Japón.
Aunque el tema del Japón-Corea siempre está presente, la vida de los protagonistas transcurre dentro de cauces razonablemente normales, aunque puntualmente sea desviada por esa marginación. "The Japanese think Koreans are filthy, but they have no choice but to live in squalor." Esta marginación no impide a los coreanos buscarse la vida allá donde puedan, lo que les lleva a los salones de Pachinko, algo que muchos japoneses asocian a la yakuza y en donde trabajar es visto con desprecio. No obstante, la autora deja un recado para estos japoneses y su superioridad moral:
"the players also came to escape the eerily quiet streets where few said hello, to keep away from the loveless homes where wives slept with children instead of husbands, and to avoid the overheated rush-hour train cars where it was okay to push but not okay to talk to strangers."
Impresionante el retrato que traza de los japoneses en tres líneas.
Como buena saga familiar, tiene un montón de personajes, algunos propiamente de la familia, otros a los que la familia nuclear toca y permiten extender la trama. Pero quizá la clave la tienen tan solo 3: Sunja, la protagonista y originadora de la saga, y los dos hombres de su vida, el mafioso Koh Hansu y el hermano de su marido, Yoseb. Ambos presentan formas casi completamente opuestas de enfocar la vida, y, sin embargo, para ambos lo más importante es la familia y en ambos llama la atención su desconfianza absoluta en Estados y los políticos.
"Yoseb didn’t see the point of anyone dying for his country or for some greater ideal. He understood survival and family." Y esto es lo que dice Hansu: “I’ll take care of myself and my people. You think I’d trust my life to a bunch of politicians? The people in charge don’t know anything. And the ones who do don’t care.”
Tampoco se detiene la novela en los grandes acontecimientos históricos que les tocan vivir a los personajes, como la Segunda Guerra Mundial, la guerra de Corea y su división en dos países con regímenes diametralmente opuestos. Por supuesto, estos acontecimientos afectan a sus vidas, cómo no, pero no se entretiene especialmente en ellos la autora.
Como dije, he disfrutado mucho con esta novela. Creo, además, que la serie es bastante fiel al contenido y, como está muy bien, puede ser una alternativa a la lectura. Yo solo digo que aquí la dejo recomendada, y cierro con un consejo que Hansu a su hijo, cuando Noa aún no sabe que lo es: "“Learn everything. Fill your mind with knowledge—it’s the only kind of power no one can take away from you.”. Quizá por eso hay mucha gente que prefiere más vacaciones a más dinero (pista: ¿se paga impuestos por irse de vacaciones?)
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