sábado, 20 de julio de 2024

Tokyo Blues - Norwegian Wood, de Haruki Murakami

Murakami es uno de esos autores que un lector que se presuma de ser bueno no puede evitar leer. Tarde o temprano habría que darle una oportunidad, aunque eso suponía tomar dos decisiones. La primera, qué libro de su copiosa obra escoger; la segunda, leerlo traducido a qué idioma, puesto que el tipo escribe en su lengua materna, japonés, que un servidor desconoce. La segunda pregunta no es baladí, porque puede haber traducciones a algún idioma que hayan sido "certificadas" por el autor, como es el caso de Kundera, quien, aunque escribe en checo, ha certificado algunas traducciones de sus novelas al francés. Pensaba que quizá hubiera pasado con Murakami lo mismo al inglés, pero no parece ser el caso, así que segunda cuestión resuelta: leerlo en español.

Respecto a la primera, tengo por un lado el testimonio de mi hija, quien ha leído varias de sus obras y dice que todas son de estilo similar. Esto tranquiliza en que uno no se puede equivocar demasiado elija lo que elija. Por otro lado, las listas de recomendaciones suelen incluir este Tokyo Blues, por lo que esta fue mi "sabia" elección.

Me he encontrado una novela razonablemente bien escrita (¿o traducida?), sin demasiadas florituras estilísticas, pero potente, con mucho diálogo y bastante sentido del humor, algo que mis prejuicios me impedían esperar en un escritor japonés, siempre tan serios y tan crueles (decía Woody Allen). Dejo algunas muestras:

- "La atmósfera de aquel comedor se parecía a la de una feria de muestras de maquinaria especializada."

-"Si no hubiera algunas personas -no hace falta que sean muchas- que se interesan, apasionan incluso, por la cartografía, tendríamos un serio problema."

-"¿Por qué tenían que arriarla de noche? Las razones se me escapaban. La nación sigue existiendo durante la noche, y hay mucha gente que trabaja a esas horas." (sobre la bandera que ondea en algún sitio de Tokyo)

"Al lado había una tienda donde unos hombres de mediana edad y ojos somnolientos vendían unos estrafalarios juguetes sexuales. No había, en aquella tienda, un solo trasto que yo pudiera imaginar para qué servía, pero el negocio parecía próspero."

Esta última frase me lleva a otro de los aspectos que más me ha llamado la atención en una novela eminentemente de diálogos: la soltura con que las chicas japonesas practican, pero sobre todo hablan del sexo. Ello, además en una novela que transcurre en los 80, no en la modernidad actual. Aquí tenemos preguntas como "Esta noche, cuando te masturbes, piensa en mí. No puedo pedírselo a cualquiera. Pero tú eres un amigo. Y luego quiero que me cuentes cómo ha ido." Otro día Watanabe, el protagonista, le contará que no funcionó. No es una novela pornográfica ni de lejos, pero, claro, los protagonistas anda por los 20 años, por lo que algo del tema tiene que aparecer.

¿Qué más me llama la atención? Que de repente se metan en la conversación grupos de música ingleses y americanos, con los títulos de sus canciones. No hay referencias a música japonesa, como si los gustos fueran completamente occidentales. De hecho, Norwegian Wood, título alternativo del libro, es una canción de los Beatles. Algo parecico ocurre con los libros, pues Watanabe en un ávido lector. Por cierto, entre otros se lee La montaña mágica, que yo también leí al principio de este año. La referencia es clara en este diálogo: "–Después de desayunar. El autobús sale a las nueve, así llegaré a tiempo para ir a trabajar por la noche.– ¡Qué lástima! Ojalá pudieras quedarte un poco más.–Si estuviera aquí más tiempo, quizá querría quedarme para siempre– dije riéndome."

Por cierto, comparto plenamente la reflexión de Nagasawa, el único amigo superviviente de Watanabe de los que aparece en la noveal: "–No es que no crea en la literatura contemporánea, pero no quiero perder un tiempo precioso leyendo libros que no hayan sido bautizados por el paso del tiempo. ¿Sabes?, la vida es corta."

Y hay otra cosa muy llamativa, el tema de los suicidios, que quizá sea reflejo de la vida japonesa. El propio autor nos advierte: "Cuando miro hacia atrás, hoy pienso que fueron unos días extraños. Estaba en la plenitud de la vida y todo giraba en torno a la muerte." Durante la novela el protagonista tendrá contacto con cuatro suicidios, dos de sus mejores amigos, Kizuki y (oooops, spoiler) Naoko, pero también los de la hermana y otro familiar de Midori, la más desinhibida de sus amigas.

Esos son los dos temas principales de la novela, el amor y la muerte. Al final, esto no es más que las vivencias de un chaval de 20 años y las relaciones con sus amigos y compañeros de universidad, muy condicionadas en este caso por el suicidio de Kizuki, su primer amigo y novio de Naoko. Junto a Midori y Naoko, aparece otra chica Hatsumi, en este caso la novia del ya citado Nagasawa, y una señora más madurita Reiko Ishida, que también ha sufrido algún trauma. 

Entre encuentro y encuentro, Murakami nos proporciona atisbos de la vida en el Japón de los 80, pero de forma suplementaria a lo que lo ocurre al protagonista y a los largos diálogos que mantiene con los demás personajes. Seguro que tiene mucha más profundidad y simbolismo, pero yo no se lo acabo de pillar, aunque no por eso he dejado de disfrutar de la lectura. Eso sí, sin tanto entusiasmo como para plantearme otra lectura de Murakami.

Cierro con tres frases. La primera, calificando la enseñaza universitaria de una forma brillante, aunque uno no esté de acuerdo: "Durante la segunda semana de septiembre llegué a la conclusión de que la educación universitaria no tenía ningún sentido. Y decidí tomármelo como un periodo de aprendizaje del tedio."

La segunda con una sensación que a los no nativos del teléfono móvil nos ha tocado vivir: "–Quedarme todo el día en casa esperando una llamada es algo que odio con todo el alma. Si estoy sola, me da la sensación de que voy pudriéndome y deshaciéndome, hasta convertirme en un líquido verdoso que es absorbido por la tierra.".

Por último, un viaje a los revolucionarios socialistas, que les proporciona Midori: "Quizás yo no soy muy inteligente. Pertenezco al pueblo. Pero ¿no es el pueblo el que hace funcionar el mundo? ¿Acaso no es el pueblo el explotado? ¿Qué revolución es ésa en que se alardea de palabras complicadas que el pueblo no entiende?"

No hay comentarios: