"La montaña mágica" es uno de esos libros que tenía que escalar, nunca mejor dicho, tarde o temprano. Su larga extensión y un alemán presumiblemente complicado hacían que fuera postponiendo el reto sine die. Pero estas Navidades por fin decidí que era el momento, y me puse con su lectura, sin prisa pero sin pausa.
A favor de leerlo está que se considera la obra cumbre de Mann, de quien ya había leído sus dos clásicos. Buddenbrooks y Der Tod in Venedig, habiéndome gustado bastante sobre todo el primero. Esas previas lecturas me hacían confiar en que el libro estaría bien escrito y no sería tan complicado de leer como a primera vista se podía pensar. Acerté parcialmente en esta apreciación, y esa es la razón por la que ya lo he terminado (pensaba que me llevaría un par o tres meses leerlo), con los intermedios de Chinua Achebe y Eduardo Mendoza por medio.
Como digo, Mann escribe bien y su alemán no es demasiado complicado. Eso no quiere decir que yo me haya enterado de todo lo que ocurre, mejor, de todo lo que se habla en esta novela. Los fragmentos descriptivos y costumbristas se entienden sin problemas, pero otra cosa son las conversaciones con Settembrino y Naphta, que elevan el nivel y son bastante filosóficas. Aquí, como siempre en alemán, empiezan a aparecer palabras raras intraducibles y que hacen que sea dificil seguir la discusión, por interesante que esté pareciendo.
La novela se desarrolla de principio a fin en una residencia hospitalaria en medio de los Alpes, más en concreto en Davos. Solo uno de los primeros capítulos se permite salir de tal escenario, para contarnos un poco sobre el pasado y familia del protagonista, el ingeniero Hans Castorp. Esto ya lo hace con Castorp en Davos, donde ha ido a visitar a su primo Joachim Ziemssen, quien lleva con curas una temporada.
La idea inicial de Castorp es permanecer tres semanas de visita a su primo, pero dicha idea se va a ser superada por los acontecimientos, y Castorp permanecerá 7 añitos más en Davos, viendo pasar el tiempo, nunca mejor dicho de nuevo. De estos primeros compases de la novela, me quedo con esa imagen de los pacientes cada uno con su termómetro, midiéndose la temperatura en los momentos prescritos. O con las técnicas para abrigarse cuando se toma el aire en los balcones de la habitación. Tiene aquí la novela una vertiente cómica que no se va a desarrollar mucho.
Una vez transcurren esas primeras tres semanas, Mann y el lector comienzan a perder la noción del tiempo, y las cosas que ocurren ya no parecen radicar en momentos concretos ni necesitar de cronología. Continuará el paso de las estaciones más bien para marcar los ritmos ("Kurz, es gibt Wintertage und Sommertage und Frühlings- und Herbsttage, aber so richtige Jahreszeiten, die gibt es eigentlich nicht bei uns hier oben.”"), pero lo cierto es que Mann va a aprovechar en muchas ocasiones para reflexionar sobre lo que significa el tiempo.
"Leere und Monotonie mögen zwar den Augenblick und die Stunde dehnen und “langweilig” machen, aber die großen und größten Zeitmassen verkürzen und verflüchtigen sie sogar bis zur Nichtigkeit."
"Denn in der Ordnung ist es und diesen Gesetzen entipricht es, daß uns die Zeit genau so lang oder kurz wird, für unser Erlebnis sich genau ebenso breit macht oder zusammenschrumpft, wie dem auf so unerwartete Art vom Schicksal mit Beschlag belegten Helden unserer Geschichte, demjungen Hans Castorp;"
"die Ewigkeit ist nicht ‘geradeaus, geradeaus’, sondern ‘Karussell, Karussell.” “Hör auf!”"
Quizá el momento culminante de esta relatividad del tiempo sea el extravío de Hans en una tormenta de nieve, que ocurre sobre los 2/3 de la novela cuando el protagonista se ha aficionado a salir con esquíes. La situación es angustiosa, magistralmente descrita por Mann, así como las alucinaciones del protagonista ("Die blanken Regenschleier sanken: da lag das Meer - ein Meer, das Südmeer war das, tieftiefblau, von Silberlichtern blitzend, eine wunderschöne Bucht, dunstig offen an einer Seite, zur Hälfte von immer matter blauenden Bergzügen weit umfaßt, mit Inseln zwischenein, von denen Palmen ragten oder auf denen man kleine, weiße Häuser aus Zypressenhainen leuchten sah."). Sin embargo, al final resulta que solo han pasado unos minutos.
El personaje más destacado de la novela es, sin duda, el italiano Settembrini, que va a asumir el papel de tutor de los jóvenes, Hans y Joachimm. Serán numerosas las peroratas del cultivado caballero, sobre todo lo que le ocurra, y en particular sobre la muerte y la enfermadad. Un par de muestras de su discurso:"Krank und dumm, - in Gottes Namen, das ist die Misere selbst, die Sache ist einfach, es bleibt nichts als Erbarmen und Achselzucken. Das Dilemma, mein Herr, die Tragik beginnt, wo die Natur grausam genug war, die Harmonie der Persönlichkeit zu brechen - oder von vornherein unmöglich zu machen -, indem sie einen edlen und lebenswilligen Geist mit einem zum Leben nicht tauglichen Körper verband."
Complicadillo, ¿verdad? Pero jugoso, sin duda. Pasado el primer tercio de la novela, Mann introduce al contrapunto de Settembrini, Leo Naphta, al parecer antiguo jesuita. Los debates entre ambos sustituirán los monólogos del italiano, aunque darán lugar a un final trágico.
1 comentario:
Hola Fernando,
me sigue asombrando tu capacidad de lectura y que seas capaz de leerlo en la lengua del escritor, sin necesidad de traducción.
Tengo este libro guardado en la estantería. Lo empecé a leer hace años, me leí unas 100 páginas y lo abandoné. Tenia la sensación de que no pasaba nada, ni el tiempo pasaba.
Quizá sea que no lo empecé en el momento adecuado. Es un libro arduo. Pero algún día puede que lo retome, desde el principio.
Saludos colega
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