martes, 13 de febrero de 2024

La montaña mágica ("Der Zauberberg"), de Thomas Mann

 "La montaña mágica" es uno de esos libros que tenía que escalar, nunca mejor dicho, tarde o temprano. Su larga extensión y un alemán presumiblemente complicado hacían que fuera postponiendo el reto sine die. Pero estas Navidades por fin decidí que era el momento, y me puse con su lectura, sin prisa pero sin pausa.

A favor de leerlo está que se considera la obra cumbre de Mann, de quien ya había leído sus dos clásicos. Buddenbrooks y Der Tod in Venedig, habiéndome gustado bastante sobre todo el primero. Esas previas lecturas me hacían confiar en que el libro estaría bien escrito y no sería tan complicado de leer como a primera vista se podía pensar. Acerté parcialmente en esta apreciación, y esa es la razón por la que ya lo he terminado (pensaba que me llevaría un par o tres meses leerlo), con los intermedios de Chinua Achebe y Eduardo Mendoza por medio.

Como digo, Mann escribe bien y su alemán no es demasiado complicado. Eso no quiere decir que yo me haya enterado de todo lo que ocurre, mejor, de todo lo que se habla en esta novela. Los fragmentos descriptivos y costumbristas se entienden sin problemas, pero otra cosa son las conversaciones con Settembrino y Naphta, que elevan el nivel y son bastante filosóficas. Aquí, como siempre en alemán, empiezan a aparecer palabras raras intraducibles y que hacen que sea dificil seguir la discusión, por interesante que esté pareciendo.

La novela se desarrolla de principio a fin en una residencia hospitalaria en medio de los Alpes, más en concreto en Davos. Solo uno de los primeros capítulos se permite salir de tal escenario, para contarnos un poco sobre el pasado y familia del protagonista, el ingeniero Hans Castorp. Esto ya lo hace con Castorp en Davos, donde ha ido a visitar a su primo Joachim Ziemssen, quien lleva con curas una temporada.

La idea inicial de Castorp es permanecer tres semanas de visita a su primo, pero dicha idea se va a ser superada por los acontecimientos, y Castorp permanecerá 7 añitos más en Davos, viendo pasar el tiempo, nunca mejor dicho de nuevo. De estos primeros compases de la novela, me quedo con esa imagen de los pacientes cada uno con su termómetro, midiéndose la temperatura en los momentos prescritos. O con las técnicas para abrigarse cuando se toma el aire en los balcones de la habitación. Tiene aquí la novela una vertiente cómica que no se va a desarrollar mucho.

Una vez transcurren esas primeras tres semanas, Mann y el lector comienzan a perder la noción del tiempo, y las cosas que ocurren ya no parecen radicar en momentos concretos ni necesitar de cronología. Continuará el paso de las estaciones más bien para marcar los ritmos ("Kurz, es gibt Wintertage und Sommertage und Frühlings- und Herbsttage, aber so richtige Jahreszeiten, die gibt es eigentlich nicht bei uns hier oben.”"), pero lo cierto es que Mann va a aprovechar en muchas ocasiones para reflexionar sobre lo que significa el tiempo.

"Leere und Monotonie mögen zwar den Augenblick und die Stunde dehnen und “langweilig” machen, aber die großen und größten Zeitmassen verkürzen und verflüchtigen sie sogar bis zur Nichtigkeit."

"Denn in der Ordnung ist es und diesen Gesetzen entipricht es, daß uns die Zeit genau so lang oder kurz wird, für unser Erlebnis sich genau ebenso breit macht oder zusammenschrumpft, wie dem auf so unerwartete Art vom Schicksal mit Beschlag belegten Helden unserer Geschichte, demjungen Hans Castorp;"

"die Ewigkeit ist nicht ‘geradeaus, geradeaus’, sondern ‘Karussell, Karussell.” “Hör auf!”"

Quizá el momento culminante de esta relatividad del tiempo sea el extravío de Hans en una tormenta de nieve, que ocurre sobre los 2/3 de la novela cuando el protagonista se ha aficionado a salir con esquíes. La situación es angustiosa, magistralmente descrita por Mann, así como las alucinaciones del protagonista  ("Die blanken Regenschleier sanken: da lag das Meer - ein Meer, das Südmeer war das, tieftiefblau, von Silberlichtern blitzend, eine wunderschöne Bucht, dunstig offen an einer Seite, zur Hälfte von immer matter blauenden Bergzügen weit umfaßt, mit Inseln zwischenein, von denen Palmen ragten oder auf denen man kleine, weiße Häuser aus Zypressenhainen leuchten sah."). Sin embargo, al final resulta que solo han pasado unos minutos.

El personaje más destacado de la novela es, sin duda, el italiano Settembrini, que va a asumir el papel de tutor de los jóvenes, Hans y Joachimm. Serán numerosas las peroratas del cultivado caballero, sobre todo lo que le ocurra, y en particular sobre la muerte y la enfermadad. Un par de muestras de su discurso:
"Krank und dumm, - in Gottes Namen, das ist die Misere selbst, die Sache ist einfach, es bleibt nichts als Erbarmen und Achselzucken. Das Dilemma, mein Herr, die Tragik beginnt, wo die Natur grausam genug war, die Harmonie der Persönlichkeit zu brechen - oder von vornherein unmöglich zu machen -, indem sie einen edlen und lebenswilligen Geist mit einem zum Leben nicht tauglichen Körper verband."

"Nach Settembrinis Anordnung und Darstellung lagen zwei Prinzipien im Kampf um die Welt: die Macht und das Recht, die Tyrannei und die Freiheit, der Aberglaube und das Wissen, das Prinzip des Beharrens und dasjenige der gärenden Bewegung, des Fortschritts."

Complicadillo, ¿verdad? Pero jugoso, sin duda. Pasado el primer tercio de la novela, Mann introduce al contrapunto de Settembrini, Leo Naphta, al parecer antiguo jesuita. Los debates entre ambos sustituirán los monólogos del italiano, aunque darán lugar a un final trágico.

Aquí una muestra del pensamiento de Naphta: "Ein Individualismus dagegen, der von der kosmischen, der astrologischen Wichtigkeit der Einzelseele ausgeht, ein nicht sozialer, sondern religiöser Individualismus, der das Menschliche nicht als Widerstreit von Ich und Gesellschaft, sondern als den von Ich und Gott, von Fleisch und Geist erlebt, - ein solcher eigentlicher Individualismus verträgt sich mit bindungsvollster Gemeinschaft recht wohl ."

Sin estar muy seguro, creo que la posición de Settembrini es el individualismo y la libertad, mientras que Naphta se inclina más hacia el colectivisimo. Estamos a principios del siglo XX (1924), por lo que aún no se conocen los trágicos resultados que tendrán los estados totalitarios, expresión máxima del colectivismo.

El tercero en discordia de los personajes que influyen en nuestro protagonista no tiene mucho que ver con los dos filósofos: se trata más bien de un bon vivant, el autriaco millonario Mynheer Peperkorn, que introduce nuevas costumbres en el sanatorio, como bailes, fiestas y sesiones de espiritismo. De sus aportaciones hay que destacar el gramófono y los discos que nuestro héroe escuchará en solitario. Esta escena de la oportunidad a Mann de describir alguna obra musical, algo relativamente frencuente en los autores alemanes (me viene a la memoria el Mesias descrito por Zweig).

También aporta Peperkorn alguna sesión de cine, imagino que pionera para la época, y que Mann describe con originalidad: "Das Schweigen der Menge nach der Illusion hatte etwas Nervloses und Widerwärtiges. Die Hände lagen ohnmächtig vor dem Nichts. Man rieb sich die Augen, stierte vor sich hin, schämte sich der Helligkeit und verlangte zurück ins Dunkel, um wieder zu schauen, um Dinge, die ihre Zeit gehabt, in frische Zeit verpflanzt und aufgeschminkt mit Musik, sich wieder begeben zu sehen."

Hay dos momentos especialmente patéticos en la novela. los dos relacionados con el primo Joachim, y los dos son despedidas. Esta es la física cuando decide volver a la Flachland a ejercer su profesión militar, harto de no curarse; "Dann schwang er sich aufs Trittbrett. Die Tür schlug zu, es pfiff, die Wagen stießen aneinander, die kleine Lokomotive zog an, der Zug entglitt. Der Reisende winkte durchs Fenster mit dem Hut, der Zurückbleibende mit der Hand. Zerwühlten Herzens stand er noch lange, allein."

Recojo aquí también este párrafo magnífico con inventario de ruidos a la alemana:"Sie stürzten mit unsinnigem lärm, in welchem sich alle möglichen Geräuscharten und Lauthöhen zu mischen schienen, Donnern und Zischen, Gebrüll, Gejohle, Tusch, Krach, Geprassel, Gedröhn und Glockengeläut, - wahrhaftig wollten einem die Sinne davon vergehen."

Y cierro con la estupenda frase con la que termina la novela, ya con nuestro héroe vuelto del sanatorio ante el comienzo de la Primera Guerra Mundial, en la que tendrá que participar. "Lebe wohl, Hans Castorp, des Lebens treuherziges Sorgenkind! Deine Geschichte ist aus. Zu Ende haben wir sie erzählt; sie war weder kurzweilig noch langweilig, es war eine hermetische Geschichte." Lo que no queda claro es si muere o no en la batalla.

Obras clásicas como esta "Der Zueberberg" es absurdo recomendarlas o no. Cualquier lector que presuma de serlo la va a tener que leer tarde o temprano, porque es un verdadero clásico. Que te guste más o menos, es distinto, pero que disfrutarás con su lectura es innegable. La cuestión pasa a ser si conviene leerla en alemán o traducida. Yo ya he respondido: no creo que sea muy traducible la parte filosófico, y la parte costumbrista se lee bien en alemán. Eso sí, quizá se disfrute mucho más con una segunda lectura, como recomienda el propio Mann en el prefacio de la edición que he leído. Pero si es ese el precio a pagar por disfrutar plenamente de la obra, me cuesta mucho recomendarla. Denme unos años a ver si echo ganas para releerla. 







1 comentario:

Weiyi dijo...

Hola Fernando,

me sigue asombrando tu capacidad de lectura y que seas capaz de leerlo en la lengua del escritor, sin necesidad de traducción.

Tengo este libro guardado en la estantería. Lo empecé a leer hace años, me leí unas 100 páginas y lo abandoné. Tenia la sensación de que no pasaba nada, ni el tiempo pasaba.

Quizá sea que no lo empecé en el momento adecuado. Es un libro arduo. Pero algún día puede que lo retome, desde el principio.

Saludos colega