jueves, 8 de julio de 2021

Muerte en Venecia ("Der Tod in Venedig"), de Thomas Mann

 De Thomas Mann ya tengo a mis espaldas Die Buddenbrooks, la novela sobre la familia de Lübeck, lectura con la que disfruté bastante. Tenía pendiente ésta otra, y también la que dicen que es su obra culminante, Der Zauberberg (La montaña mágica). De momento, me he leído la primera, que es cortita y llevadera, y seguiré acumulando ganas para abordar la lectura de la segunda, que es una novela de otra dimensión completamente distinta.

No voy a descubrir a nadie que Mann escribe bien. Destacan en él esas frases largas, eternas. Para un lector rudimentario en alemán como un servidor, son siempre un reto. Y el reto se salva razonablemente bien cuando las frases son más descriptivas o se refieren a la vida, por así decirlo, exterior. Pero cuando son reflexiones íntimas, la cosa se complica bastante. Y es que esa capacidad de inventar palabras que da el alemán es precisamente en esos lances cuando da de sí, y nos deja a los no alemanes de nacimiento un poco fuera de juego (aunque empiezo a sospechar que también descoloca al alemán medio). A esto hay que añadir la manía de Mann de distorsionar la escritura del alemán cambiando sistemáticamente las diéresis (umlaut) de determinadas vocales por una "e", lo que alarga las palabras y las hace menos reconocibles. Por ejemplo, escribe "Vorzuege" en vez de el acostumbrado "Vorzüge"

Esta obra, pese a su título, no tiene nada que ver con las novelas de Agatha Christie, esto no va de un asesinato en Venecia que da pie a una investigación policial en tan sugerente marco. Se trata de más bien de las reflexiones del protagonista, Aschenbach. Este tipo es un autor de reconocida fama, a la búsqueda de inspiración para nuevas obras. En el primer capítulo de los cinco del libro, Aschenbach desarrolla su crisis existencial, para la que parece encontrar una solución: viajar. No me cabe duda de que este capítulo es magnifico, y seguramente el mejor del libro, pero en él me he confrontado con el obstáculo que describo en el párrafo anterior, por lo que no creo haberle sacado todo el jugo posible. Muy interesante, al hilo, esta reflexión, coincidente con el análisis que sobre la Mona Lisa hace Duncan Watts en su Everything is Obvious"Die Menschen wissen nicht, warum sie einem Kunstwerk Ruhm bereiten. Weit entfernt von Kennerschaft, glauben sie hundert Vorzuege daran zu entdecken, um so viel Teilnahme zu rechtfertigen; aber der eigentliche Grund ihres Beifalls ist ein Unwaegbares, ist Sympathie."

A partir de aquí, la lectura se hace más asequible, pues pasa a ser más descriptiva, siguiendo los pasos del viaje de Aschenbach, que le llevan inicialmente a una isla en el Adriático, en la que sus aspiraciones no se cumplen, y consecuentemente de vuelta a Venecia. Y digo de vuelta porque ya había estado en el pasado, sin especial buen recuerdo de la estancia. De la llegada a Venecia , Mann tiene este trazo magistral: "auf dem Bahnhof in Venedig anlangen, einen Palast durch eine Hintertuer betreten heisse, und dass man nicht anders als wie nun er, als zu Schiffe, als ueber das hohe Meer die unwahrscheinlichste der Staedte erreichen sollte." Obvio es decir que Aschenbach llega en barco.

El hotel de Aschenbach está realmente en el Lido, la playa de Venecia, y es allí donde dejará transcurrir el tiempo en busca de inspiración, con visitas puntuales al centro de la ciudad. Lo digo para aquel que estuviera esperando insignes descripciones de la ciudad de las mil islas. Y la fuente de inspiración se le muestra realmente a poco de llegar, en forma de un chaval polaco llamado Tadzios, por cuya belleza queda impresionado, y que le tendrá obsesionado el resto de la estancia. "Und zwar ging sein Verlangen dahin, in Tadzios Gegenwart zu arbeiten, beim Schreiben den Wuchs des Knaben zum Muster zu nehmen, seinen Stil den Linien dieses Koerpers folgen zu lassen, der ihm goettlich schien, und seine Schoenheit ins Geistige zu tragen, wie der Adler einst den troischen Hirten zum Aether trug." Vamos, que el libro incorpora ya los elementos de los que ninguna serie contemporánea puede prescindir.

La estancia de Aschenbach se ve perturbada por algunos eventos normales, como una tormenta de brillante descripción ("Ein Rosenstreuen begann da am Rande der Welt, ein unsaeglich holdes Scheinen und Bluehen, kindliche Wolken, verklaert, durchleuchtet, schwebten gleich dienenden Amoretten im rosigen, blaeulichen Duft, Purpur fiel auf das Meer, das ihn wallend vorwaerts zu schwemmen schien, goldene Speere zuckten"), y en algún momento Aschenbach se vuelve a hartar de Venecia y decide cancelar anticipadamente su viaje, lo que es impedido por una serie de factores externos e internos, muy relacionados los segundos con la presencia de Tadzios. 

Sin embargo, de fondo hay algo oscuro que no llega a los turistas, un Mal: "" "Ein Uebel? Aber was fuer ein Uebel? Ist der Scirocco ein Uebel? Ist vielleicht unsere Polizei ein Uebel? Sie belieben zu scherzen! Ein Uebel! Warum nicht gar! Eine vorbeugende Massregel, verstehen Sie doch!" No tardaremos en enterarnos que hay una epidemia de cólera que ha llegado desde la India a través de los puertos del Mediterráneo. En su egoísmo por mantener cerca su fuente de inspiración, Aschenbach preferirá no comunicar su descubrimiento a los polacos, y quedarse él también en la ciudad; "Was galt ihm noch Kunst und Tugend gegenueber den Vorteilen des Chaos? Er schwieg und blieb."

El final trágico es el esperado, aunque no lo desvelaré, pero da lugar otra vez una serie de reflexiones, esta vez sobre la relación entre la belleza y el arte: la belleza es la única parte de la divinidad que es visible, nos dice Mann: "die Schoenheit ist goettlich und sichtbar zugleich, und so ist sie denn also des Sinnlichen Weg, ist, kleiner Phaidros, der Weg des Kuenstlers zum Geiste." Y la única forma de llevar al artista a la inspiración.

En fin, una interesante novela corta, muy basada en las reflexiones íntimas de un artista en busca de inspiración, y que me ha resultado difícil de disfrutar por las dificultades del alemán. Al mismo tiempo, me cuesta pensar que pueda haber una traducción que haga justicia sobre todo a ese primer capítulo, por lo que tampoco creo que mi disfrute se hubiera incrementado de leerlo traducido. (Sobre los problemas de la traducción de obras clásicas al español, aqui cuento mi experiencia leyendo la segunda parte del Fausto de Goethe, que leí en alemán con traducción al lado).



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