Con este termino la lectura de la trilogía africana del autor, tras el excelente Things fall Apart y el menos sorprendente Arrow of God. Las novelas siguen una secuencia lógica, con una creciente integración de las tribus indígenas en la vida occidental que traen los ingleses a Nigeria. Y. según va creciendo la presencia del hombre blanco, decrece el interés de la lectura para un servidor, como ya puede apreciar en la segunda entrada de la serie.
Y es que dicha integración dinamita los modos de vida y las historias que tienen que contar los nativos, todas esas costumbres y sabiduría que empapaban principalmente esa maravillosa primera entrega. O sea, no hay pérdida en el talento narrativo de Achebe, que continúa con su estupendo estilo, solo un, por así decirlo, retorno a lo normal, a lo occidental, a lo que nos resulta familiar.
El protagonista, por cierto, es un descendiente de aquel rebelde Okonkwo que protagonizaba la primer aparte. Obi, que así se llama, es ya un producto híbrido de la sociedad nigeriana: de raíces en la tribu de Umuofia, los componentes de ésta hacen un esfuerzo colectivo para mandarle a estudiar a Inglaterra y que así pueda optar a un cargo administrativo de vuelta a casa. ("A university degree was the philosopher’s stone. It transmuted a third-class clerk on one hundred and fifty a year into a senior civil servant on five hundred and seventy, with car and luxuriously furnished quarters at nominal rent.")
Lo que pasa es que al retorno lo que espera al ingenúo Obi es una situación de corrupción rampante, de la que quienes primero esperan beneficiarse son sus colegas de tribu. Esto es lo que parece denunciar Achebe: que parece imposible que un Estado funcione con los nativos nigerianos, que aprenden la corrupción y la practican con absoluta normalidad ("There is no single Nigerian who is prepared to forgo a little privilege in the interests of his country. From your ministers down to your most junior clerk.").
Ya algo así se apuntaba en el segundo libro. Y de hecho este tercero comienza con esta declaración: "The African is corrupt through and through."
Si bien Obi trataré de resistirse al ambiente, lo cierto es que entre su negligencia y su ingenuidad, acompañada por un amor con Clara, inglesa, mal visto en su familia, llevarán a Obi a una espiral en que termina entrando al juego de costumbre, si bien para él no terminará bien, como también se desvela en el primer capítulo.
Como decía, la narrativa es prácticamente en su totalidad sobre la vida en Lagos, y deja poco resquicio a costumbres y dichos tradicionales, de los que poblaban las anteriores novelas. Ello la deja en una novela bien escrita sin mayor interés para un español acostumbrado a los tejemanejes de sus gobiernos. Puede que a Achebe le escandalice o le apene la corrupción de los suyos, pero es peccata minuta comparado con lo que ocurre aquí, y vamos tirando.
Hay poco costumbrista, y lo que hay ya está mezclado con las costumbres traídas por los europeos.
"The second generation of educated Nigerians had gone back to eating pounded yams or garri with their fingers for the good reason that it tasted better that way. (...) Also for the even better reason that they were not as scared as the first generation of being called uncivilized."
Obsérvese la ironiá de esta frase, que solo se aprecia si se han leído las novelas anteriores: "“A Christian house where kola nut is not eaten?” sneered the man."
Sobre la visión de los Nigerianos de su gobierno, lo que parece causar pesar a Achebe, Yo le diría que fuera menos idealista sobre la visión que tienen en los países más desarrollados, que no es muy distinta: "In Nigeria the government was “they.” It had nothing to do with you or me. It was an alien institution and people’s business was to get as much from it as they could without getting into trouble."
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