Hacía tiempo que no leía un libro que me propusiera algo nuevo en términos de teoría económica, así que me he llevado una gran alegría al leer este, puesto que me ha permitido ampliar dicho conocimiento, precisamente en el campo de la "economía del conocimiento". Mokyr es principalmente un historiador económico, muy enfocado en ciencia, tecnología y su relación con el progresos económico, pero desde una perspectiva histórica. Sin embargo, eso no es óbice para que nos proponga un modelo económico cualitativo que permita entender los fenómenos históricos.
El modelo que nos propone es simple, como ahora se verá, pero su potencial explicativo es brutal. Mokyr lo utilizará para explicar las distintas revoluciones industriales, las medidas sanitarias asumidas por la sociedad y la aparición de la factoría como unidad de producción, llegando desde aquí a anunciar la aparición del teletrabajo en este libro, escrito en 2002. Con estas credenciales no creo que se pueda dudar de la robustez del modelo de Mokyr.
A dicho modelo dedica el capítulo 1 de su obra. Siendo todos los capítulos muy interesantes, el más valioso es este. En los demás hay menos aportación teórica y eso sí un prolijo recorrido histórico documentando los sucesos y encajándolos en su modelo, que puede ser un poco agotador para el lector. Agotador y apasionante. A mí me ha fascinado también el capítulo 6, en que mete la política en la economía del conocimiento, esto es, la regulación.
Pero describamos ya el modelo. El punto de partida es reconocer la heterogeneidad del conocimiento, algo obvio para todo el mundo menos, lo adivinan, para el economista neoclásico, que tiende a considerar todo homogéneo y, además, en sus mercados todo el mundo tiene toda la información.
El conocimiento que estudia Mokyr es el que llama "útil", esto es, aquel que nos permite dominar a la naturaleza para satisfacer las necesidades. Mokyr excluye expresamente de su ámbito de estudio el que los austriacos llamamos "conocimiento empresarial", sobre las preferencias de los consumidores y obtenido por prueba y error. Tampoco se incluyen otros tipos de conocimientos sociales o filosóficos, aunque sobre si estos permiten o no dominar la naturaleza habría algo más que hablar, sobre todo con una perspectiva dinámica (estoy pensando en la psicología como evolución de la filosofía, o en conocimientos teológicos que puedan reflejar regularidades del entorno natural).
El modelo de Mokyr categoriza el conocimiento útil en dos tipos: conocimiento Ω o epistemológico (que identifica regularidades en la naturaleza, y cuyo paradigma son las ciencias) y conocimiento λ o prescriptivo (aplicado, por ejemplo la tecnología o técnicas). El atributo principal del conocimiento, del tipo que sea, es su "tightness": "a function of the ease of verifiability, and it determines the confidence that people have in the knowledge and—what counts most for my purposes— thus their willingness to act upon it." Agrupa la confianza y el consenso sobre dicho conocimiento.
El desarrollo de cualquiera de esos conocimientos supone costes, como los tiene su distribución o acceso y su almacenamiento, que puede ser en seres humanos o en medios externos. El último factor a considerar es la relación entre los conocimientos epistemológico y prescriptivo. La tesis que defiende Molkyr es que el conocimiento prescriptivo es tanto más tight cuanto mayor es la base epistemológica en que se sustenta; a su vez, una mayor base epistemológica facilita más que proporcionalmente la creación de conocimiento aplicado.
Pues ya está: con tan sencillos mimbres, Mokyr explica de forma satisfactoria acontecimientos históricos como la primera Revolución Industrial, las subsiguientes, y luego la factoría con su prolongación actual al teletrabajo, que como digo es una previsión en el momento que escribe Mokyr.
No voy a entrar a los detalles, porque para eso esta el libro con toda su recopilación histórica con la que Mokyr ilustra sus postulados. Pero sí quiero dejar alguna pincelada. Por ejemplo, el papel jugado por el método científico, que en términos del modelo de Mokyr, consiste en rebajar enormemente los costes de verificación del conocimiento. Esto rebaja el coste de hacerlo "tight", y de ensanchar la base epistemológica. Mokyr documenta numerosísimos casos de tecnologías y técnicas muy útiles que no pudieron extrapolarse a otros usos precisamente por carecer de base epistemológica. Así, un arquitecto podría saber construir una bóveda a partir de su experiencia, pero al carecer de base epistemológica no se atrevería a aplicar esa técnica a la construcción de otras cosas; idénticamente, otros arquitectos no tan confiados en sus habilidades, se atreverían a usar las técnicas del maestro.
Otro ejemplo tiene que ver con los costes de acceso al conocimiento, tanto para elaborar conocimiento aplicado, como para que este llegara a la sociedad. Es tan importante esta relación, que para Mokyr es la causa de que la Revolución Industrial ocurriera en Inglaterra, ya que aquí había numerosas instituciones que rebajaban estos costes de acceso (clubes, universidades, el propio Gobierno...). Para Mokyr la prueba es que era en Francia donde se producía el crecimiento del conocimiento epistemológico (Lavoisier, Laplace...) y sin embargo estos conocimientos donde se aplicaron fue en Inglaterra.
Los dos últimos capítulos son los que yo llamaría de "mercado intervenido". Para entonces, Mokyr ya ha descrito el modelo en un "mercado libre" y lo ha contrastado con aspectos concretos de la experiencia histórica. Ahora llega el momento de analizar qué se opone a la circulación del conocimiento, cómo incrementar o disminuir los costes que aparecen en su modelo.
Mokyr tiene dudas de que haya sido el mercado el que ha guiado las adopciones tecnológicas. Para él, en general ha habido otras fuerzas que ha conformado dicha adopción, en oposición normalmente al mercado. Formulado así, no es una sorpresa claro. El propio Schumpeter tenía dudas sobre la utilidad de la teoría económica toda vez que al final en el mercado operan fuerzas no económicas con más poder que las económicas (ver aquí).
El caso es que en el capítulo 6 Mokyr se dedica a analizar, y documentar históricamente, las fuerzas que se oponen a la adopción de nuevas tecnologías. Así concluye: "To summarize, then, resistance to technological change derives from two sources that aid and abet each other, though they can exist independently. One is the economic and political interest of the technological status quo. The other is the resistance of intellectuals, who, for one reason or another, are genuinely and sincerely fearful of technology."
E insisto en que para Mokyr estas fuerzas pueden ser más potentes que el mercado: Mokyr llega a decir que lo sorprendente de la Revolución Industrial es que se produjera a la vista de las fuerzas políticas que se oponían a ella, y que quizá ocurrió en Inglaterra porque allí eran más débiles que en otros países europeos. Esto lleva a Mokyr también a vez la fragmentación política europea como una bendición para la existencia continuada de innovación en el viejo continente, con un párrafo que merece la pena citar aunque solo sea porque pone, algo, en su sitio a lo ocurrido en el imperio español, que otros muchos autores (McCloskey viene a la mente) no consideran innovación: "Led first by northern Italy and southern Germany, technological leadership passed briefly to Spain and Portugal in the Age of Discoveries and to the Low Countries in the age of Reformation. Much of Holland's spectacular success in the Golden Age was a result of that nation's technological innovativeness, which complemented its commercial achievements. From there technological leadership passed to Britain during the first Industrial Revolution, then to the United States and Germany.". Sobra el "briefly", en mi opinión.
Esto lleva a Mokyr a considerar, por fin, la importancia de las instituciones en desarrollo tecnológico. O sea, que los avances de conocimiento por si solos no explican la Revolución Industrial. Dentro de esta discusión aparece el tema de las patentes, sobre las que Mokyr no toma una posición clara. Yo sí me quedo con una pequeña sorpresa: el papel que puede tener el sistema de patentes en facilitar el acceso a información sobre el conocimiento existente.
Leer este libro supone un cierto reto. Las partes más enriquecedoras son las más abstractas y que quizá menos legibles resulten al interesado casual. Éste tal vez encuentre más apasionantes las recopilaciones históricas que hace Mokyr, en las que nos asombra con la profundidad de su conocimiento, pero que a mí me han resultado algo cansinas.
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