De Vargas Llosa he leído muchísimo, más de joven que en los últimos años, como podrá comprobar quien siga este blog, y vea que no hay ninguna entrada dedicada a su obra. Los últimos que leí fueron precisamente los primeros que publicó, "Conversaciones en La Catedral" y "La ciudad y los perros", con motivo del premio Juan de Mariana que le otorgamos hace unos años.
Con motivo de su fallecimiento, me he animado con otra de sus obras, que curiosamente no conocía, esta a medio camino entre memorias y autobiográfica. Y que, por eso, resulta una excepción de lo que le he leído, siempre de ficción.
Vargas Llosa nos cuenta en paralelo dos experiencias vitales, intercalando los capítulos dedicados a cada una de ella. Uno de los "hilos" es su infancia y juventud, con sus primeras veleidades políticas, hasta el momento en que se marcha del Perú a Paris para dedicarse de lleno a la literatura. El protagonista principal de esta parte es, quizá, la figura del padre del escritor, con quien tiene una relación que cabe calificar de tormentosa, como mínimo. Vargas Llosa no habla bien de su padre, aunque tampoco tan extremadamente mal como se presagia al principio.
El otro "hilo" es su campaña por la Presidencia del Perú que llevó a cabo a finales de los 80, y en la que terminó derrotado por Alberto Fujimori, quien implementaría políticas liberales similares a las que propugnaba Vargas Llosa pese a su extracción aprista, aunque lo haría bajo una dictadura, cosa que disgustó enormemente al escritor. El "hilo" que más me han enganchado ha sido este segundo.
Del autobiográfico, rescato algunas cosas interesantes. En primer lugar, los libros y autores que le impactaron en algún momento de su vida. Lógicamente, su lectura resulta atractiva para cualquier amante de la misma, pues Vargas Llosa es un apasionado, no solo de la escritura, sino inicialmente de la lectura.
En segundo lugar, los episodios biográficos que inspiraron algunos de sus libros, como los más arriba citados, pues Vargas Llosa los referencia. Como por desgracia tampoco me acordaba demasiado de ellos, no le he podido sacar todo el jugo, aunque me han parecido interesantes de todas formas.
En tercer lugar, las notas costumbristas sobre su vida en las distintas ciudades en que residió, empezando por Cochabamba en Bolivia, y siguiendo por Piura y Lima. Te da una idea de cómo se vivía en el Perú de los 40 y 50, que luego contrasta con la de los 90 durante su campaña electoral. Y, en efecto, la situación se había degradado tras las dictaduras sufridas, situación a la que el gobierno aprista de Alan García estaba dando el remate.
Por último, las ya citadas veleidades políticas. El amigo Vargas Llosa había sido activista comunista y también había participado directa o indirectamente en actividades de otros partidos, antes de dejar el activismo para dedicarse en cuerpo y alma a la literatura. Me sorprendió, pero al mismo tiempo me facilitó comprender que luego tratara de ser presidente del Perú: ya tenía algo de experiencia en el tema, y se creía honestamente que podría ayudar a mejorar la tremenda situación de sus conciudadanos.
Es, sin embargo, el hilo de las memorias sobre la campaña presidencial el que más me ha absorbido. En el Vargas Llosa da su visión de todos lo que supone una campaña política, todos los esfuerzos que acarrea y los problemas que supone. Lo más jugoso son sin duda las jugarretas que se hacen los políticos unos a otros, sean aliados, rivales o enemigos. Solo por esto, hay que tener una madera especial para ser político, cosa de que Vargas Llosa parece carecer, como muestra la sensación constante que da su narrativa de que estaba deseando que aquello terminara.
Y eso sin contar el esfuerzo físico y psicológico que suponía hacer campaña política en el Perú de la época, con medios de transporte muy limitados y amenazas constantes a su integridad física, tanto procedentes de los terroristas de Sendero Luminoso, como de los partidarios de partidos rivales. Un desgaste brutal para alguien con las ideas bastante claras sobre cómo mejorar la situación de los peruanos, y que refleja algo que creo que ya ha salido aquí: en democracia, se requiere un perfil completamente distinto para ganar las elecciones que para gobernar. Los buenos gobernantes no son típicamente buenos candidatos a las elecciones, y eso es un drama que nos toca vivir: solo excepcionalmente coinciden ambos perfiles en la misma persona. Y, claro, lo normal es que nos gobierne el que tiene mejor perfil como candidato (ie, como vendedor de burras). A las pruebas me remito.
Llosa lo resume bien en dos frases. Refiriéndose a la política: "Está hecha casi exclusivamente de maniobras, intrigas, conspiraciones, pactos, paranoias, traiciones, mucho cálculo, no poco cinismo y toda clase de malabares."
Y respecto de los políticos: "lo que prevalece en ellos es el apetito crudo y a veces inconmensurable de poder. Quien no es capaz de sentir esa atracción obsesiva, casi física, por el poder, difícilmente llega a ser un político exitoso."
Vargas Llosa se curra a fondo, con su equipo, un excelente programa de Gobierno para el Perú, identifica equipos que puedan llevarlo a la práctica y trata de ser honesto con los votantes. Y termina derrotado por un advenedizo, Fujimori, que no ha preparado nada, pero que sabe posar cuando tiene que hacerlo y utilizar con astucia los fallos de su rival, además de tener el apoyo soterrado de los enemigos del Movimiento Libertad. (Bueno, esta es la percepción de Vargas Llosa).O sea, Vargas Llosa constata de primera mano los problemas que todos sabemos que tienen las democracias. Y, sin embargo, luego se queja de que Fujimori, para implementar un programa similar al que proponía Vargas Llosa, tire de dictadura y de reprimir a Apristas, Socialistas y Comunistas. Dios me libre de dar lecciones a tan inminente personaje, que además ya serían tardías, pero parece confundir, como tantos otros, libertad con democracia. No sigo, no preocuparse.
Lo que es más inquietante de su narración es que, en la época, los 90, Vargas Llosa percibe que el mundo se está volviendo liberal, liderado por Reagan en los EEUU y Thatcher en Reino Unido. El Perú parecía que se iba a sumar a esa ola, pero no llega a ocurrir. Lo que sí sabemos con la perspectiva que da el tiempo es que esa ola no duró mucho, y volvimos al estatismo con más saña y fuerza, bajo el liderazgo ahora de la Unión Europea y el wokismo. Lo que me da miedo es que la nueva ola liberal que estamos viviendo en nuestros días, liderada por Milei desde Argentina, se quede también en un espejismo como el que vivió Vargas Llosa. Espero equivocarme.
En todo caso, me apresuro a añadir que el programa de Milei es bastante más agresivo que el que se planteaba Vargas Llosa, y que Milei ha demostrado ser un excelente candidato electoral (esas calles de Buenos Aires repletas de gente cantando) y está demostrando ser un excelente gobernante. Una de esas excepciones de que hablaba más atrás, y más aún por ser libertario.
Todo lo dicho anteriormente revela que este libro es muy interesante. El problema es que es más interesante que bueno literariamente. Si se pudiera leer a velocidad 1.5, como hace ahora la gente al ver las series, este sería mejor leerlo así. Vargas Llosa se pasa de detalles, sobre todo de nombres de gente con la que colabora, o que le atacan, o con que se cruza. Aprovecha esta narración para ir homenajeando a sus conocidos y amigos, y denunciar a gentuza con la que se ha topado, con lo que aparecen muchos, demasiados nombres, que no tengo claro que digan mucho al lector contemporáneo no peruano. Aparte de esto, no hay florituras en el estilo de Vargas Llosa, que es sobrio como corresponde a lo que está contando.
Evidentemente, es un libro más adecuado para quien esté interesado en los procesos electorales, que para quien quiera leer una novela de Vargas Llosa. Como entiendo que la mayoría están en este último caso, pues opten por la excelente "La fiesta del chivo" y solo cuando agoten las novelas del autor, si tienen más sed, decantense por esta obra.
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