Dentro de mi reciente interés por la biología y la antropología, era cuestión de tiempo que cayera en la lectura de este clásico del filosofo francés, que además está calificado como uno de los libros de antropología mejor escritos.
En este libro, Lévi-Strauss nos cuenta muchas cosas, pero se centra sobre todo en el estudio de tres tribus brasileñas con las que tuvo la oportunidad de establecer contacto antes de que fueran "corrompidas" por el contacto con el mundo exterior.
Asi las cosas, el material del libro se puede dividir en tres categorías: en primer lugar, las reflexiones que hace el filósofo sobre algunas cosas, como la religión, el poder o, sobre todo, al propia ciencia de la etnografía. Por otro lado, tenemos las descripciones de los viajes que realiza para llegar a las tribus objetivo, con toda su plétora de problemas organizativos, incidentes y dificultades, que desgraciadamente no alcanzan al género de aventura por la pesada forma en que se nos cuentan.
Y por último tenemos el propio estudio etnográfico de las tribus analizadas: los Bororos, los Tupi-Kawahib y los Nambikwara. Este estudio, si bien interesante y hasta apasionante, me ha parecido poco sistemático y riguroso. No parece estar contando todo, solo determinados capítulos de lo que observó.
Y eso nos lleva a la crisis existencial cual etnólogo que, entre viaje y viaje por el mundo, parece asediar a Lévi-Strauss. La verdad es que no se explica muy bien, o por lo menos, yo no tengo claro que le entienda, pero quizá sean estas reflexiones la parte más original e interesante del libro. Él se viene a quejar de que el estudio del etnólogo es imposible en sí mismo: estudiar tribus aisladas requiere necesariamente el contacto con la sociedad (supuestamente) superior que la ha de estudiar, y esto hace necesariamente que se corrompan las costumbres. A su vez, cuanto menos posibilidad de contacto y corrupción existe, más dificil es que cada sociedad aprecie la diversidad de las restantes.
Y tampoco le parece justo que para que él tenga la oportunidad de estudiar una sociedad primitiva (como las visitadas en Brasil) se condene a un grupo de personas (los integrantes de esas tribus) a la misería que observa en los mismos.
El libro en general me ha parecido un tostón, un rollete aderazado con algunos momentos puntuales de interés. No me atrevería a decir que un tipo de material me ha parecido más interesante que otro: hay cosas salvables en los tres ámbitos: los problemas organizativos para ir a Brasil desde Europa resulta una narración bastante amena, como también la descripción de la vida de los Seringeiros que cabría incardinar en el ámbito etnográfico "civilizado".
Personalmente, la reflexión que más interesante me ha resultado es la relación que establece entre desarrollo de la escritura y dominio burocrático de los Estados, algo que es inesperado en el tenor que ofrece el libro. Lévi-Strauss afirma que la principal revolución de la humanidad, la revolución neolítica, ocurrió sin el concurso de la escritura. Y que, sin embargo, las condiciones de vida cambiaron relativamente poco entre el imperio Romano y la Europa del siglo XVIII, pese a haberse desarrollado enormemente la escritura y derivados. Ello lo acompaña de la inspección del desarrollo de algunos imperios para llegar a la sorprendente conclusión antes expuesta.
Por último, no se sabe por qué, el autor dedica los dos últimos capítulos a una reflexión sobre el desarrollo de la religión a partir de una visita a unas ruinas en el actual Pakistán. Y el antepenúltimo es una obra de teatro que se había planteado escribir, de la que nos ofrece una especie de síntesis, se supone que para ilustrarnos alguna de las ideas que ha desarrollado tras su observación de los indígenas brasileños, pero que yo solo puede entender como un material añadido para dar más volumen a un libro ya de por sí bastante heterogéneo.
Vamos, que no me ha gustado. Demasiado rollo para poco jugo.
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