miércoles, 3 de agosto de 2016

Brujas ("Witches"), de Roald Dahl

Roald Dahl es sobradamente conocido por Matilda y la serie de Charlie y la fábrica de chocolate. También tiene obras para adultos, de las que había leído una colección de cuentos hace muchos años, y me habían causado grata impresión. Desde entonces. no había leído nada de Dahl, aunque sí había conseguido que mis hijos leyeran sus obras principales, con gran gusto para ellos, por cierto.

El cuento de referencia apareció en mi Kindle a consecuencia de una petición de mi hija menor, a quien se lo habían recomendado en el cole. Y como un servidor no hace ascos de nada (y el libro no era muy largo), me lo he leído casi de un tirón.

Se trata de un cuento sin más pretensiones. Al protagonista su abuela le cuenta lo peligrosas que son las brujas y cómo reconocerlas en el mundo actual en que parecen señoras normales, y a continuación nos vemos embarcados en una aventura en que el niño se ve transformado en ratón tras asistir accidentalmente al congreso de la Brujas de Inglaterra, y aprovechará su nueva forma para, con la ayuda de su abuela, dedicarse a la aniquilación de sus diabólicas enemigas.

El libro está muy bien escrito, Dahl escribe de miedo, y con ese nivel de madurez que tanto se agradece en escritores infantiles que no desprecian la capacidad del niño (y cuyo paradigma me parece el alemán Erich Kästner).

Los mejores pasajes son, sin duda, dos. En el primero la abuela le explica al protagonista cómo reconocer a las brujas. Creía que iba a haber dobles sentidos, pero no, estamos ante un cuento infantil y Dahl no hace concesiones en este sentido. Así pues, las brujas llevan guantes para que no se vean sus garras; peluca, porque son todas calvas; tienen los pies cuadrados y sin dedos; su saliva es azul, y sus ojos cambian de forma. Además, son muy sensible al olor de los niños, que para ellas es apestoso, por lo que conviene que los niños no se bañen con frecuencia para que los efluvios de su suciedad enmascaren su verdadero olor a las brujas.

El otro pasaje que destacaría es en el que se describe la receta para elaborar el convertidor retardado de niños en ratones. Tiene algunos componentes geniales, como el reloj despertador programado con la hora en que queremos que se transforme el niño.

Por último, como economista austriaco, no puedo evitar referirme a la fuente de la riqueza de la Gran Bruja, la jefa de todas las brujas. Y es que esta bruja tiene una máquina de hacer dinero. Y, como nos informa el señor Dahl, cualquier puede hacer dinero con la máquina adecuada y el papel adecuado. No sé si lo diría con segundas, pero ahí queda eso.


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