Séptima entrega de la saga del Último Reino, ya solo me quedan tres para terminarla, al menos, para terminar las entregas ya realizada por el autor. Pero como éste parece haber descubierto en esta saga la gallina de los huevos de oro, todavía está por ver cuántas entregas le quedan en mente. La culpa en el fondo la tenemos los que seguimos leyéndole, pero bueno, es lo que hay.
En este séptimo capítulo, el protagonista, que ya ronda los cincuenta añitos, se ve sometido a otra ración de lo habitual: batallas desesperada en las que es protagonista para una casi imposible victoria; intrigas de todo tipo que rara vez le sorprenden, pero en las que resulta un maestro; y hazañas de gran arrojo e incierto resultado, de las que rara vez sale mal parado. Más de lo mismo.
Sigue siendo el protagonista absoluto, aunque en el coro se le unen en esta ocasión dos de sus hijos, ya creciditos para tener sus propias aventuras. Parece mentira a estas alturas de la saga que sepamos tan poco de sus compañeros del alma, tipo el irlandés Finan o el colosal Steapa, que solo son comparsas para momentos determinados. Si Cornwell leyera a Posteguillo descubriría el gran valor añadido que le pueden dar a una novela los secundarios, incluso si han de morir.
¿Qué ocurre en esta entrega? Pues todo se construye en torno a una batalla histórica ocurrida entre dos señores daneses y los reyes de Mercia y Wessex, saldada a favor de estos últimos, y que expulsó a aquellos de los reinos más meridionales de la futura Inglaterra. Hasta que llegue esta batalla, Uhtred se entretiene de diversas formas. Primero, al descubrir que uno de sus hijos se ha metido a cura, monta en cólera, le deshereda y, accidentalmente, mata a un sacerdote, lo que hace valedor de la persecución de la iglesia cristiana, aprovechando que la paz reinante hace innecesarios los servicios de Uhtred.
En esta tesitura, el protagonista opta, por primera vez en la saga, por tratar de reconquistar su reino y castillo, el actual Bamburgh, algo que casi consigue por un cúmulo de casualidades, pese a la inexpuganabilidad tantas veces reiterada por Cornwell del lugar, y a la evidente falta de efectivos militares. Pero, bueno, qué esperábamos, estamos hablando de Uhtred. Desde aquí, el resto de la novela nos cuenta el viaje accidentato de Uhtred y sus crecientes huestes hasta encontrar al elusivo enemigo, pasando entre otros sitios por el actual Manchester. Por en medio, mucha intriga de rapto familiar e hijo rehen.
Pese al tono irónico utilizado por un servidor, no quiero decir que la novela sea mala. Si lo fueran, haría tiempo que habría dejado la saga. Está bien escrita y es entretenida. Y sigue habiendo elementos cuya presencia justifica mi interés. Por ejemplo, me resultan interesantes las reflexiones que hace sobre la caída del imperio romano, cuyos restos y ruinas son una constante en el escenario de las aventuras. ¿Cómo pudo caer una sociedad que hacía las cosas que él ve, muy superiores a las que saben hacer sus coetáneos en estos momentos?
También es interesante la estrategía bélica seguida por los sajones para conseguir detener y eventualmente expulsar a los daneses, estrategia concebida y puesta en marcha por el rey Alfredo el Grande, y que básicamente consistía en fortificar las ciudades y crear una línea de Burhs o fortalezas. Digamos que el business plan de los daneses no salía si tenían que pararse a asediar pueblos para conseguir sus tesoros. Y dichos burhs resultan una prueba más del espíritu emprendedor del hombre y de cómo puede superar cualquier obstáculo, por difícil que parezca en un momento dado. En este caso, la evidente superioridad bélica de los daneses sobre los sajones.
Y, por último, siguen teniendo su gracia y picante los diálogos de amenazas e insultos previos a cada batalla, combate o reto, en los que la imaginación de Cornwell parece inagotable, como también en las invectivas contra la Iglesia, algunas igualmente graciosas.
Seguiré leyendo la saga hasta terminarla: total, solo me quedan tres entregas y encima son las más cortas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario