Pensaba que con este libro echaría unas risas, pero han sido bastantes menos de las que su extensión invitaba a pensar. Se trata de un libro clásico de la literatura checa, en el que se nos narran las aventuras del protagonista al comienzo de la primera Guerra Mundial. Ello permite al autor trazar un cuadro costumbrista, siempre desde una perspectiva sarcástica, de la sociedad del imperio Austrohungaro antes del citado conflicto, a través de las andanzas de Svejk en el territorio del mismo.
Lo cierto es que cuesta mucho reirse en esta novela, no porque las anecdotas no sean graciosas, sino sobre todo por la traducción, que no parece hacer justicia al original. Éste está escrito en checo, y ha sido traducido al alemán, desde el cual se vierta a la versión en español que he leído.
El protagonista, Svejk, es un soldado de cierta veteranía, pero de una ingenuidad a prueba de bombas, por lo que una gran parte de los momentos comicos proceden de Svejk tratando de cumplir sus encargos contra viento y marea, y viéndose una y otra vez en circunstancias comprometidas por imprevistos. La otra parte de los momentos cómicos lo constituyen las numerosas anécdotas que constantemente fluyen de los labios del protagonista para amenizar las veladas de sus compañeros en cada momento.
Pero el problema es que no hacen demasiada gracia, sea porque están mal traducidas, sea porque no compartimos el sentido del humor de los checos. Como temas de fondo, hay dos principales: por un lado, la multirracialidad del imperio. Hay constantes puyas y cruces entre personajes de todas las procedencias: checos (como el protagonistas), húngaros, polacos, rusos, austriacos, moldavos, bosnios. Sobre todo domina el enfrentamiento checo-hungaro.
El otro tema de fondo y quizá el más interesante es el de las corruptelas administrativas en la guerra y su preparación. Hasek no trata de grandes escándalos de corrupción, sino de los pequeños robos que hacen todos los que tienen oportunidad, y que resultan igual de desastrosos en sus consecuencias que los primeros. Al respecto, es muy ilustrativo el lío que ocurre con los trenes en el episodio en que el protagonista llega a Budapest. Y lo más patético es las corruptelas ocurren incluso en el frente.
También hay que decir que el libro es marcadamente anticlerical, sobre todo en los primeros compases. Dicho de otra forma, tampoco los sacerdotes escapan del dardo irónico de Hasek. Confieso que a mí la escena que más hilarante me ha parecido de todo el libro, y con diferencia, es la misa de campaña que se describe a poco de empezar, y en que el sacerdote utiliza un trofeo deportivo como caliz. No os perdáis la descripción del retablo de campaña.
La novela está inconclusa. El plan del autor se extendía a 6 partes, pero solo llegó a hacer cuatro, esta última sin terminar. Además, termina bruscamente, por lo que supongo que algo le pasó al autor. Eso sí, le da tiempo a meter una última desagradable anecdota sobre un carnicero que hacía morcillas con insecticida.
Me temo que no puede recomendar esta lectura. Se trata de un libro largo, que pocas veces nos hará reir o sonreir, y en que la mera descripción costumbrista no acaba de justificar por si sola tanta lectura.
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