Segundo libro que leo sobre las condiciones de vida en Corea del Norte. No sé si es que soy morboso o que me atrae lo desconocido, pero quizá lea aún alguno más, pues éste tampoco ha apagado completamente mi sed sobre el tema.
La autora, Barbara Demick, es una periodista destacada en Corea del Sur, ha tenido numerosos tratos con refugiados del norte, y ha viajado varias veces al país de sus desvelos. La narración se estructura en torno a la vidad de seis coreanos del norte, básicamente desde su infancia hasta su huída e integración en Corea del Sur. Dichas narraciones se ven aderezadas puntualmente por informaciones y datos que ponen en contexto lo que les está ocurriendo. Entre otras, se nos cuenta la historia de la separación de las dos Coreas.
La principal crítica que se puede hacer al libro es que realmente hay poco espacio dedicado a lo que sería la vida normal en Corea del Norte. Esto es, a menos que se considere normal vivir en una hambruna. Claro que bien puede ser que ese sea el caso, sobre todo porque según se nos informa en el epílogo, vuelven a estar de hambruna a mediados de los años 2000.
Por lo demás, el libro se lee en un soplo. Es apasionante y está muy bien escrito y narrado. Demick resuelve perfectamente el reto de entrelazar con interés las vidas de los seis protagonistas, de forma que se mantiene una cierta homogeneidad narrativa en la evolución de la historia.
Una de las cosas que más me llama la atención es cómo puede soportar nadie vivir en un regimen así sin suicidarse o tratar de escaparse por todos los medios, y encima estar agradecidos al dictador por cuya causa están así. Creo que la narración aporta una explicación: esta gente cree que su situación es la normal en el mundo, e incluso que están mejor que los residentes en países vecinos. De hecho, al principio del régimen, Corea del Norte era más rica, cuatro veces más, que Corea del Sur, y también estaba mejor que China. Sobre esa situación de partida, y debido a la concepción estática que tendemos a tener del mundo, cuesta imaginar que la situación esté cambiando en aquellos sitios que no conocemos (y sobre los que no tenemos información). Así pues, a menos que haya flujo de información del exterior, uno tiende a pensar que si estaba mejor que Corea del Sur, la situación sigue siendo similar, y que encima ellos están un poco mejor, porque el gran líder les da caramelos en su cumpleaños.
Como ya he dicho, lo cierto es que hay poca narrativa de lo que alguien consideraría vida cotidiana, porque rápidamente se produce la hambruna de los noventa, y la vida de los protagonistas se ve decisivamente condicionada por ella. Para ese momento, se ha obtenido una ligera visión de cómo funcionan escuelas, hospitales, trenes o la clasificación de castas en Corea, pero poco más. Es quizá ésta la parte sobre la que más me interesaría seguir leyendo.
La descripción de la hambruna es sobrecogedora e incluso agobiante. Al final se va saliendo de ella gracias al crecimiento del mercado negro, que el Gran Líder deja desarrollar durante unos años. Por suerte o desgracia, tal desarrollo incrementa los contactos de los coreanos del norte con China y otros países, con lo que empieza a ser generalizado el conocimiento de situación real en comparación con el mundo, y aumentan las defecciones. A éstas también se dedica parte del libro, y una vez más con una absorbente narración, pero sigue sin poder considerarse vida cotidiana.
El epílogo muestra un cuadro bastante pesimista para los ciudadanos de Corea del Norte, lo que les deja casi con la única alternativa de huir del país. En efecto, una vez estabilizada la situación de la hambruna, allá por 2005 Kim-Jong-Il decidió volver a ser estricto con las prohibiciones de comerciar y se cargó de la noche a la mañana el mercado negro en que se abastecían sus sufridos súbditos. No solo eso, sino que también hizo una renovación de la monea de forma que se cargó completamente los ahorros que habían conseguido durante el breve periodo de libertad. Así que de nuevo se produjeron episodios de hambruna, que supongo que solo se habrán resuelto si se ha relajado de nuevo la prohibición del mercado negro. En otro caso, parece increíble que en un país fronterizo con una potencia económica como Corea del Sur, se puedan producir casos masivos de gente que se muere de hambre. Cortesía de las ideologías comunistas-socialistas que siguen practicándose y, por increible que parezca, proponiéndose como alternativas de Gobierno incluso en un país como España.
En suma, un libro esclarecedor, que ayuda a comprender algunos casos de pasividad ante las dictaduras, y que a la vez ilustra de forma espectacular las grandezas del libre mercado, que es capaz de resolver en cortos periodos todo aquello que la desidía, negligencia e incapadidad de los gobiernos ocasiona. En este caso, en términos de vidas humanas.
Por cierto, el título (original) del libro está extraido del himno nacional de Corea del Norte, que viene a decir que no tienen nada que envidiar de ningún país. Qué penilla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario