En un momento de aburrimiento, encuentro este libro en el kindle. Está aquí posiblemente tras su lectura escolar por alguno de mis hijos. El caso es que como no es largo y guardo buen recuerdo de la película homónima, me arranco a leerlo.
Tres días después y en tres ratos muertos lo he terminado. Ni fu ni fa, no entiendo cómo esta obra de teatro captó la atención de alguien con posibles para llevarla al cine. No es que sea mala, es simplemente que es anodina, no tiene nada.
La historia se centra en cuatro jóvenes: dos, Chusa (interpretada en la pelí por Verónica Forqué, magnífica) y Jaimito, son un poco tarambanas y viven en el desorden y cerca del delito. Bueno, para ser sincero, el "delito" es el tráfico de drogas, o sea, que estamos hablando de "delito" político, no moral. Los otros dos, Elena y Alberto, son jóvenes supuestamente más formales, que solo transitoriamente se ven en compañía de los dos primeros, en los que se apoyarán de forma inmisericorde para volver a flote.
Y poco más da de sí el tema. Poca reflexión, poca trama, ninguna sorpresa. Hay monólogos en lengua cañí del tal Jaimito que harán llorar de pena al que haya leído recientemente La vida es sueño y medite sobre la evolución del teatro en nuestro país. Hay alguna broma graciosilla, referencias a desfalcos y políticos, y a los grupos neocatecumenales. Lo más chocante, leer a la Chusa decirle a Alberto que "no sea facha". Hacía siglos que no oía ese insulto.
En fin, dejo de escribir, que como me descuide haré esta reseña tan larga como una de las siete escenas de la obra.
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