lunes, 20 de noviembre de 2017

El puente de los asesinos, de Arturo Pérez Reverte

No tardé demasiado en arrepentirme de haber comenzado este libro una vez hecho. Afortunadamente, no es largo, ya que soy de las personas que tienen que terminar los libros que empiezan. Pero ha sido un sufrimiento por aburrimiento.

Lejos están esos tiempos en que disfruté con la lectura de las primeras obras de Pérez Reverte: La tabla de Flandes, El maestro de esgrima, El club Dumas. Disfruté mucho con su lectura, aunque todas tenían en común que la apasionante trama se esfumaba al final, y el autor no conseguía darles un desenlace satisfactoria, a la altura de la magnífica historia.

Tras estos tres, no volví a leer nada, hasta que sacó El capitán Alatriste, con su hija Carlota como co-autora, en un claro intento de promocionar a la moza para la profesión paterna. El truco no le dió resultado, pero tampoco la novela era una gran cosas. Entretenida y poco más, desde luego nada suficiente para hacerme proseguir con la saga.

Y posiblemente así hubiera sido de no haber oído a gente generalmente fiable, recomendar este "El puente de los asesinos" como una excelente novela. Me dije, por qué no, Pérez Reverte me gustó en su momento, quizá ahora Alatriste haya madurado lo suficiente como para intesarme.

No fue así. Desde el principio se me atragantó el estilillo castellano clásico que utiliza Reverte en estas novelas. En su momento me parecía llamativo, ahora me parece cutre y poco verosimil. Obsérvese por ejemplo esta frase: "con buenas zancada hizo peñas y buen tiempo, tomando las de Villadiego". ¿Por qué tiene que decir con dos circunloquios que el tipo salió huyendo? ¿Quién escribía así? Lo único que parece es que el autor quiere hacer muestra de su erudición y conocimiento de la "parla" (como dice él) de la época.

A esto hay que unir que se combinan dos tipos de narración: una en primera persona, por el acompañante habitual de Alatriste, un tal Iñigo, y otra de narrador objetivo. No se entiende esta mixtura, salvo para justificar el uso de la parla de época. A mí me han resultado desconcertantes los cambios de narrador, y tampoco se justifica por la trama o como recurso narrativo para esta historia.

Pérez Reverte fracasa completamente en su empeño por trasladarnos a la época en que ocurren los sucesos. Sus intentos son patético, propios de un niño empollón que se sabe la lección sin entenderla. Las descripciones de Milán y Roma, por ejemplo, no dejan de ser una retahila de los monumentos y edificios del momento, pero completamente frías, no transmiten un mínimo atisbo de la vida del momento. Parecido ocurre con los personajes: no profundiza en ninguno de ellos. De los compañeros de aventura, poco conoceremos más que su región de procedencias; y de los notables que aparecen, tipo Quevedo, Saavedra Fajardo y Gonzalo Fernández de Córdoba, tampoco se nos llega a transmitir un mínimo sobre su personalidad. Qué diferencia con Posteguillo.

Se podría argumentar que se trata de una novela infantil. Pero, francamente, no me parece que lo sea, aunque la saga empezara como tal. Ni determinadas escenas ni el lenguaje utilizado hacen esta novela recomendable para niños.

Todo esto quizá se pudiera perdonar si la novela fuera entretenida. Pero tampoco es el caso. Es aburrida, prácticamente no ocurre nada. Solo hay diálogos más o menos relevantes, y muy poquita acción. Nada de aventura ocurre hasta pasado más de la mitad del libro, y lo que ocurre entonces tampoco es relevante para la trama. Solo se anima un poco al final (aunque quizá sea únicamente el lector el que se esté animando ante la perspectiva de terminar el libro), cuando cuenta en paralelo la actividad de dos grupos en la conjura que se nos cuenta. El otro momento que se puede salvar de este libro es la visita "turística" del Arsenal de Venecia que hace un grupo de protagonistas.

Sintiéndolo mucho, no puedo recomendar esta novela. Me hubiera gustado poder hacerlo, y seguramente de ser así ahora estaría planteándome recuperar las novelas no leídas del autor. Como no ha sido el caso, el señor Pérez-Reverte y yo partimos peras, y esta vez me temo que de forma definitiva.





No hay comentarios: