Estaba deseoso de leer esta novela tras haber disfrutado lo indecible con la obra más conocida del mismo autor, HHhH, recién comentada. De hecho, era la que ahora comento la que realmente quería leer, cuando descubrí que HHhH era del mismo autor, y empecé por la famosa dejando para más adelante la reciente.
Ahora que ya la he leído, me he encontrado una narración que no me parece a la altura de la obra previa. Además, el hecho de que HHhH fuera su primera novela, premiada con el Goncourt, me hace sospechar que Monsieur Binet sea tan solo flor de una novela, como tantos otros escritores que en el mundo han sido.
La historia que se nos cuenta entrelaza hechos reales en una investigación policial para esclarecer sus causas. Los hechos a que me refiero son la muerte del semiólogo Roland Barthes y la explosión en la estación de Bolonia de poco después (al menos, estos son los que yo he identificado como históricos). Ello da pie al autor para incorporar a su narración infinidad de personajes célebres, muchos de los cuales me suenan "tristemente" por haber leído el Fools, Frauds and Firebrands de Scruton. Así, aparecen Sartre, Foucault, Lacan, Althusser, Chomsky, BH Levi, Sollers o Roman Jakobson, algunos con papeles destacados, como Foucault. También aparecen Mitterrand y Giscard d'Estaing, en los debates previos a la victoria electoral del primero. Y también, en un importante papel que no quiero desvelar, Umberto Eco, a quien Binet homenajea descaradamente.
La trama promete ser interesante, pues orbita en torno a lo que sería la séptima función del lenguaje (adicional a las seis que todos hemos estudiado en el cole) y que al parecer habría también intuido el creador de aquellas (Roman Jakobson). Dicha función sería la función performativa, con la que conseguimos convencer a las personas de lo que queramos. Lógicamente, quien tenga el secreto de esta función se hace con un gran poder, de ahí las intrigas en su torno que desembocarán en los acontecimientos arriba apuntos, entre otros.
Los protagonistas son un policia y un semiólogo (Simon Herzog), que es reclutado por el primer para la causa, tras ver cómo es capaz de analizar los símbolos para deducir el pasado de las personas. Herzog parece (aunque luego no ejerce) que va a ser un Sherlock Holmes en versión semiólogo, ayudando al policía. En el discurso que precede al reclutamiento, Herzog "interpreta" ni más ni menos que a las películas de James Bond, en una escena que sería hilarante sino fuera por qué parece que el propio Barthes hizo tal interpretación en serio.
Sin embargo, pasada esta escena, nos zambullimos en una especie de maremagnum en que pululan los famosos arriba citados, y en el que el lector tiene la sensación de estar perdiéndose algo o mucho. Ello, hasta el punto que un servidor aún no es capaz de establecer si la novela va en serio o en broma. Desde luego, la mayor parte de la ironía que pueda haber respecto a los Sartre, Lacan, Althusser,... yo no la he pillado. Hombre, alguna sí, como cuando hace burla de una frase de Lacan ("Le nom est le temps de l'object", "El nombre es el tiempo del objeto") y uno de los personajes se pone a hacer variaciones con la frase ("El tiempo es el objeto del nombre", "EL objeto es el nombre del tiempo"...) y se ve que todas tienen el mismo, o ningún, sentido.
Lo más interesante de la novela transcurre en las sesiones del llamado Logos Club, organización con la que tendrán mucho roce los protagonistas. Se trata de un club de debate estrictamente jerarquizado, en el que se puede avanzar retando a los niveles superiores y venciéndoles en la discusión, aunque la derrota tiene un severo castigo que no desvelaré. Pues bien, lo mejor de la novela sean quizá un par de estos debates, que se nos transcriben casi íntegros. El debate culminante es sobre clasicismo vs barroco, aunque los hay más peregrinos.
Rescato también la escena en que el telediario anuncia la muerte de Barthes, de gran originalidad y que recuerda al gran Binet del final de HHhH. Aqui, sobre el hilo de la narración de las sucesivas noticias, se nos va contando lo que está haciendo diversos de los personajes de la trama, hasta que el locutor comunica el luctuoso evento y entonces todos se paran y atienden a la pantalla. Magistral.
Con todo, me temo que no es una novela de lectura fácil. Tal vez alguien que conozca mejor a los filósofos antes citados y que pululan por sus páginas, la encuentre más provechosa. Yo la he encontrado prescíndible.
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