¿Es Stefan Zweig el mejor escritor en lengua alemana? La verdad es que cada vez que leo alguna obra suya me lo pregunto. Y eso que de entrada me dan un poco de pereza, como esta "Ungeduld des Herzens", de título mal traducido (qué guay, ya sé suficiente alemán como para detectar problemas en las traducciones).
Pero es comenzar a leer algo suyo, y ahí salta el espectacular narrador Zweig para llevarte y traerte por las peripecias físicas y psicológicas de sus héroes. A quien no haya leído al señor Zweig, dos recomendaciones imprescindibles: El mundo de ayer (que yo leí en español en la que me pareció una magnífica traducción) y Los momentos estelares de la humanidad (esta ya sí en alemán, aunque con bastantes pérdidas). Y, entre estos últimos, el mejor sin duda el dedicado a la composición del Mesias por Haendel.
La novela que nos ocupa es eminentemente psicológica, un género en Zweig destaca por encima de ningún escritor por mí conocido (quizá Marias se le acerca; ¿Sandor Marai?). La sutileza con disecciona los sentimientos de los personajes es magistral, sin paragón. Una muestra es el ya citado capítulo dedicado a la composición del Mesias, que te hace saltar y vibrar con Haendel en su lecho.
Lo que se nos cuenta en esta novela es realmente sencillo: un militar de clase media acude a un baile organizado por el noble del lugar donde está su cuartel. Se lo pasa fenomenal, pero en un momento dado se acuerda de que sus deberes de educación le reclaman sacar a bailar a la hija del señor Kefelskava, que así se llama el noble.
No ha reparado en que la chica sufre invalidez en las piernas. Ello da lugar a un incómodo episodio, que a su vez trairá consigo nuevas visitas al palacio y una creciente relación de amistad/amor/compañía entre ambos. Eso da pie a Zweig para explorar y llevar a sus extremos el sentimiento de lástima o compasión (yo no diría piedad como se ha traducido), y su relación con el amor y la amistad.
La frase clave la proporciona el doctor que atiende a la recuperación de la dama, quien, por cierto, está casado con una señora ciega a la que no fue capaz de curar, y básicamente consiste en la diferenciación en dos tipos de compasión: aquella real, que está dispuesta al compromiso con la persona que sufre, y aquella otra a corto plazo que lo que trata es de apagar un fuego y huir, la "Impaciencia del corazón" que da título alemán a la novela. Obsérvese la fineza del análisis.
Por supuesto, estos son los momentos principales de la novela, especialmente cuando el protagonista lee determinado cuento de las Mil y unas Noches, y se identifica con el héroe del mismo que se ve atrapado y confinado a llevar a sus espaldas a un pobre pordiosero por el que tuvo lástima en un momento dado. En otro momento, hace introspección sobre la naturaleza de su compasión por la joven heredera, en comparación con la que "tiene" por su chofer al que inmisericordemente hace levantar de la cama para que le acerque al cuartel en una noche de invierno.
Hay otros momentos psicológicos dignos de mención, aunque no relacionados directamente con la compasión, como cuando hace una "lucha de sombras" con el doctor en el paseo a la estación de tren; las reflexiones de éste sobre lo que significa que una enfermedad sea incurable; la evolución de la visión que tiene Kefelskava del dinero en el momento en que muere su mujer; o el análisis introspectivo ya terminando la novela sobre la naturaleza del amor, la compasión y el desprecio de los colegas,
Como no solo de psicología vive el lector, Zweig también nos deleita con una escena digna del mejor cuento de hadas, que es el desfile con la antigua carroza por los dominios que fueron de la nobleza del pueblo. Aquí tendremos contacto con la vida rural de la época, eso sí, solo con su parte más festiva, ya que el paseo se hace un domingo.
Y para rematar y dejar claro el talento narrativo de Zweig, el mejor exponente es la filigrana que traza para contarnos el pasado de Kefelskava y cómo consiguió su riqueza, y en concreto el palacio en que transcurren los principales eventos de la obra. En efecto, para tal fin utiliza al doctor, que le está contando al protagonista (quien a su vez se lo cuenta a Zweig, que nos lo cuenta a nosotros) lo que en su moemento le contón Kefelskava, a quien a su vez se lo habían contado terceros que aparecen en su historia. Obsérvese que por momentos apacecen cinco narraciones "anidadas": Zweig nos cuenta lo que le cuenta el protagonista que le contó el doctor que le contó Kefelskava que le contó un tipo en el tren. Lo alucinante es que no te pierdes. Ese es el talento inigualable de Zweig.
Lo bueno es que tras esta novela he eliminado la pereza pre-Zweig, y ya tengo un par de libros del autor enfilados para próximas lecturas, uno de ellos la biografía de Fouché.
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