Confieso que este libro carecía a priori del mínimo interés para mí. Y, de hecho, lo he leído un poco como experimento, para ver si su reseña supone un incremento de lecturas del blog. Total, no es demasiado largo.
Este libro saltó a los titulares a principios de año, más como consecuencia de la reacción de Trump sobre su publicación, que porque generara muchas expectativas. Lo cierto es que se agotó en las tiendas, y numerosos comentaristas se refirieron a él, también en nuestro país. Pero lo cierto es que no estoy siguiendo en detalle el mandato del controvertido presidente, y no lo hago porque me interesa relativamente poco. Por supuesto, me gusta enterarme de sus medidas hacia un menor intervencionismo, pero como no me fio de los medios, y tampoco estoy dispuesto a profundizar más para investigar la realidad, pues al final paso del teme. De primera mano me constan las medidas liberalizadoras en telecomunicaciones y el equipo que trabaja en ella, y eso me da muy buena espina. Pero claro, es una pequeña muestra de sus actuaciones sobre la que no se pueden extraer conclusiones generales.
Vuelvo ya al libro. Lo primero que llama la atención es la agresividad del autor, no solo para con Trump, sino para con todos los personajes que desfilan por el relato. No les perdona ni una vez: a cada personaje y cada vez que sale, le propina un pescozón. A mí me parece que esto hace desemerecer lo escrito, pero supongo que tendrá un público al que le guste. Por otro lado, en no pocas veces, es materialmente imposible que el autor supiera que eso había sido dicho. Por ejemplo, ¿cómo sabe Wolff que Murdoch llamó estúpido a Trump tras colgarle el teléfono una noche? El caso es que tiene para todos: todos se insultan o desmerecen, a veces directamente por Wolff, en otras veces usando la boca de otro de los personajes.
Quien supere esta oleada y estilo, y sea capaz de llegar al capítulo 7, el de Rusia, empezará a encontrar cosas de cierto provecho en esta lectura. Llegados a ese punto parece que el furor (quizá el Fuego y la Furia del título son los que utiliza Wolff para los protagonistas del libro) de Wolff se apaga un poquito y empieza a contarnos cosas que pueden ayudar a explicar determinadas decisiones de la Casa Blanca y de su actual inquilino.
Otra cosa antes de seguir: al amigo Wolff le parecen escandalosas, o al menos las trata como tal (tiene pinta de ser un cínico), prácticas que me atrevería a calificar como comunes en todos los entornos burocráticos y aun empresariales. Aparte de mi experiencia personal (quien esto escribe pasó 8 añitos de su vida en un organismo público), quién haya visto la magnífica serie Veep sabrá a qué me refiero. De hecho, el libro de Wolff parece una serie de capítulos de Veep, serie que a su vez no parece inventada de la nada. Por ejemplo, el tema de la capacidad de atención de Trump y su resistencia a leer, es algo que todos hemos visto sin escándalo (hipócrita) en nuestros mayores. ¿Por qué se piensa Wolff que todos los informes a los políticos tienen un resumen ejecutivo, que a su vez ha de ser resumido en bullets? ¿Y qué político no está hoy en día pendiente full-time de lo que digan los medios de él? Una vez más, Veep aquí lo clava, y estoy seguro de que con base experimental.
La tesis principal de Wolff es que Trump no tiene capacidad resolutiva ni organizativa, y que ello ha desembocado en una lucha de poder con tres frentes: uno convencional y políticamente correcto, encarnado por su hija y su yerno Jared Kushner; otro técnico-profesional, formado por su jefe de gabinete Priebus con Paul Ryan en el Congress; y un tercero, el más interesante, liderado por Bannon, que sería el referente libertario (Tea Party, Braitbart, con el apoyo financiero de los Mercer). Son estos sin duda los tres protagonistas del libro, y no tanto Trump. Junto a ellos, desfilan secundarios externos (Rupert Murdoch, Ailes, Comey) y otros internos al equipo del Presidente (Conway, Cohn+Powell, Walsh, Flynn), que todos ellos están de acuerdo en que esto es un desastre y están deseando salir (según Wolff).
Es la dinámica de estas tres fuerzas la que, según Wolff, explicaría decisiones relevantes en relación con la crisis con Rusia, la inmigración, el rechazo del Obamacare, la política en Oriente Medio, las decisiones sobre Siria, Afganistán o Corea del Norte, o el nombramiento de Scaramuccio como jefe de comunicación. Y la verdad es que esta dinámica está razonablemente bien contada y tiene momentos apasionantes, cuando uno es capaz de desbrozar el material entre los insultos y comentarios despectivos. A su vez, esta dinámica caótica tendría su origen en la campaña para las elecciones, en la que nadie, empezando por el propio Trump, esperaba que se ganara. Así pues, nadie se había preparado para la eventualidad, de ahí la ausencia de organización.
No voy a entrar en más detalle. Mi impresión, obtenida de este libro, es que Trump es un tipo lo suficientemente listo para saber que no se puede fiar de nadie, y que es consciente de que no tiene demasiada idea sobre muchas de las cosas sobre las que le toca decidir. Así que ha diseñado, aposta o no, un sistema de contrapoderes interno del que pueda aflorar al final algo coherente para la toma de decisión. Todos sabemos que la única forma de tener a raya un Estado es con la existencia de contrapoderes, de forma que haya una discusión permanente antes de poder avanzar. Trump parece haber hecho algo parecido. Me resulta gracioso que una constante crítica de Wolff hacia Trump y hacia su equipo es que carezcan de experiencia política alguna, y me la hace porque no acabo de tener claro que eso sea un punto en su contra: cada vez conocemos mejor lo que dan de sí los políticos profesionales, esos que no han hecho otra cosa en la vida que politiquear.
Lo más positivo es que entre los tres contrapoderes hay uno eminentemente libertario, contra el régimen, que queda (o estaba) en igualdad de influencia con el convencionalismo, y con los tecnócratas. Eso da un soplo de brisa fresca en la decisión política, ya que a veces el que se lleva el gato al agua es Bannon. Compárese con la situación en España, donde solo existirían dos contrapoderes: el convencionalismo y la tecnocracia. Y es evidente que ambos contrapoderes tienen puntos en común que básicamente pasan por "joder" al ciudadano.
¿Merece la pena leer este libro? Pues yo no lo creo. Demasiado comentario maligno, demasiado obvio el amarillismo. Como muestra, una técnica que usa Wolff que me parece completamente deleznable: entrecomilla frases para dar la sensación que son citas reales, para luego explicar que realmente son el espíritu de lo declarado, no una declaración textual; si es así, ¿por qué las entrecomilla? Otra muestra del amarillismo: todos los capítulos quedan abiertos, como si quedaran cosas por contar en el siguiente capítulo, pero que no llegan a contarse. Nunca nos cuenta cómo terminan sus historias.
El libro tiene momentos aprovechables y no está mal escrito (se lee de un soplo). Aún así, estoy seguro que habrá fuentes mejores parece el interesado en estos episodios. Yo no lo recomiendo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario