Era difícil que me resistiera a leer un libro filosófico con este título, y más con el aval de su autor, Scruton, del que llevo leídos cuatro libros en los últimos meses. Respecto a la belleza, me interesa entender si tiene algún origen evolutivo o no, esto es, si encontrar determinadas cosas bellas ha podido ser causa de ventaja biológica que haya facilitado la supervivencia de determinados genes. A su vez, ello podría explicar el interés que tenemos por el arte. Y tampoco es que esta explicación sea per se la que voy buscando, sino como un fenómeno más entro otros muchos, tipo religión, cultura o similar, que son capaces de alterar el cálculo económico puramente racional, todo ello con la finalidad de obtener una visión más integral del ser humano y sus motivaciones que permitan modelarlo mejor cara a la teoría económica, o, por el contrario, hacernos comprender mejor los límites explicativos de esta última. Dicho todo este rollo, no sé qué esperaba encontrarme realmente en este ensayo, y tampoco sé muy bien lo que me he encontrado.
Para Scruton es claro que la belleza entra dentro del campo intencional (Lebenswelt, al que se refería en el Sexual Desire), o sea que no hay una aproximación científica a la belleza. Pero ello no implica que sea meramente subjetiva, como uno tiende a pensar, pues lo cierto es que normalmente somos capaces de dar razones por las que encontramos algo bello. Ello no quiere decir que seamos capaces de convencer mediante dichas razones a otra persona para que ésta encuentre bello aquello que a nosotros nos lo parece. Así pues, hay cierta mezcla de racionalidad y subjetividad en la apreciación de la belleza. Scruton nos explica que la racionalidad procede del gusto, que viene formado por las reglas provenientes del grupo, por así decirlo, de su cultura y que, como ésta, actúa como coordinador social.
Otra idea que maneja Scruton es la de gradación de la belleza: no solo somos capaces de apreciar la belleza, sino de ordenarla según nuestros gustos. Además, los objetos bellos constituyen un fin en si mismo: nuestra aproximación a la belleza es desinteresada en el sentido que no buscamos una finalidad útil en el objeto apreciado, aunque es cierto, Scruton dice, que la finalidad del objeto puede tener influencia en la belleza que apreciemos en el mismo. Por último, Scruton relaciona la belleza con lo sagrado, y por esta vía incluso con el deseo sexual que tan detalladamente analiza en otra de sus obras.
Como era de esperar, gran parte del libro esta dedicada al arte. Tras una breve referencia a la belleza natural, que era la única considerada como tal por Kant, y una interesante reflexión sobre la diferencia entre lo bello y lo sublime (aquello que nos asusta, que nos supera, muy cercano a esa visión sagrada antes citada), Scruton se nos va al arte.
La explicación de la existencia del arte estaría en los grados de libertad que tiene el ser humano para resolver sus problemas. Por ejemplo, una silla satisface una determinada necesidad, pero está claro que no hay una solución única para la silla. Es aquí dónde entra el arte. En mi opinión, en esta parte Scruton divaga bastante, sobre la relación entre representación, expresión y contenido. Yo me he perdido y no sé a dónde quiere llegar la mayor parte del tiempo, y tampoco entiendo porque tiene que incluir análisis de determinadas obras de arte (musicales incluidas), salvo quizá para mostrar su erudición. Pero quizá el problema no es Scruton, sino un servidor que no es capaz de seguir su línea de razonamiento.
Asimismo, me parece que el análisis de belleza y deseo sexual no viene demasiado a cuento en este libro, y que lo que está tratando es de dar salida forzada a un material previamente desarrollado.
Pero volviendo a cosas más interesantes, en el penúltimo capítulo Scruton se detiene en las formas recientes de arte y en su aparente huida de la belleza. Aquí opone fenómenos como el modernismo, Baudelaire, Zola o Schönberg, con otras manifestaciones más recientes de las que ahora hablaré. Al respecto de las primeras, para Scruton se pueden explicar por la búsqueda de nuevas formas de expresión artística: son artistas que creen que las expresiones existentes han llegado a su máximo, y que de alguna forma han de evolucionar para seguir transmitiendo la belleza. Y, claro, puede ser que en sus intentos se equivoquen. Pero, afirma Scruton, no están renunciando a la belleza, sino buscándola en nuevos sitios.
Frente a ellos, Scruton identifica actividades de mera desecralización del arte tradicional, en que no se buscan nuevas formas de belleza, sino eliminar la parte "sagrada" de la belleza existente. En un entorno de democratización no puede haber excepcionalidades, y lo bello, lo sagrado, implica un sacrificio que la gente no está dispuesta a hacer. Entre estas expresiones, Scruton dedica amplio espacio a atacar al kitsch. Como ejemplo de desecralización escoge una intepretación del Rapto del Serrallo, de Mozart, perpetrada en Berlin. Pero, vamos, todos hemos ido hablar de este tipo de interpretaciones radicales.
Por último, me ha resultado muy interesante la referencia al placer sensorial como adictivo, frente al placer intelectual que da el arte. Según Scruton, el primero es controlable: sabemos que comiendo tal o cual plato, o bebiendo tal bebida, o haciendo determinadas prácticas sexuales, obtenemos placer. La obtención del mismo se puede hacer con diversidad de objetos/personas sustituibles (ojo, no estamos hablando de deseo sexual, solo del placer sensorial). Es precisamente el tenerlo controlado lo que nos puede causar adicción. Por el contrario, el placer en la belleza, no es tanto sensorial (que también) como intelectual, y necesariamente se concentra en un objeto concreto, que no se puede sustituir por cualquier otro.
En fin, este libro es cortito, pero es complicado de leer. El lector que se adentre en él no se confíe, sino apreste su mente y sentidos para que pueda enterarse de lo que le quiere transmitir el autor. Aún así, no sé si quedará satisfecho.
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