Con este libro he vivido una pequeña relación amor-odio hasta que por fin lo he leído. Conocí de su existencia a través de una noticia breve en el ABC en mis albores de la economía austriaca, y me dije que tenía que leerlo, pero entonces era difícil de encontrar en electrónico. Años después tuve ocasión de asistir a una presentación de Escohotado en el IJM, y el autor me pareció brillante, pero poco riguroso en comentarios e investigación (había dejado fuera de su libro todo lo que no era Occidente) y además inneceriamente anticlerical (como si todos los problemas de la intervención económica tuvieran su base en el cristianismo), por lo que descarte su lectura.
Pero, bueno, un libro histórico sobre las ideas liberales tarde o temprano tenía que volver al radar. Así ha sido y por fin ha caído, al menos este primer de los tres volúmenes de la obra. Ya anticipo que al menos a por el segundo voy a ir también.
Empiezo por lo malo, que es precisamente la introducción. Confieso que estuve a punto de no superar este capítulo. El estilo de Escohotado es algo pedante, y es en la introducción donde lleva a su culmen esa pedantería, hasta hacer la lectura insoportable. Valgan estas líneas para animar al lector a superarla si se empeña en leerla, o si no a saltársela sin más. Observo que en el segundo volumen vuelve a ocurrir lo mismo.
Además, la estructura de la obra es algo confusa. Sus frases largas son a veces difíciles de comprender, lo que exige muchas veces detener bastante la lectura antes de progresar. Al mismo tiempo, es graciosa la actualización de la nomenclatura: Escohotado llama a las cosas por su nombre, usando, por así decirlo, una nomenclatura homogénea para todos los periodos que trata: al principio, es chocante, pero, cuando te acostumbras, se agradece.
A vista de pájaro, este ensayo es una mezcla de relato histórico, historia del pensamiento económico e historia de la iglesia cristiana. Ello hace que su lectura sea un poco lío. No ayuda que Escohotado nos esté prometiendo en realidad una historia del comunismo (que según él existía antes de que fuera calificado como tal) complementada con la inseparable historia paralela de las ideas liberales. Pero ello sin olvidar que el subtítulo de la obra es "Historia de las ideas sobre la propiedad privada", lo que invita a pensar un enfoque institucional de la historia.
Como ya he anticipado, y es un punto de decepción, Escohotado no es sistemático en su investigación del asunto. Nada más empezar descarta estudiar China, India o Egipto (no hablemos ya de América), por considerar que en estos lares no se ha planteado el debate que le interesa. Así que el foco se nos viene a Europa, empezando con los griegos, siguiendo con los romanos, la Edad Media y el Renacimiento, hasta llegar a la Revolución Francesa, momento en que termina el volumen. Por supuesto, no olvida la revolución islámica, y también dedica algún capítulo a los judios.
Al principio, Escohotado se enfoca al marco institucional griego y romano, aunque también se refiera a las polémicas sobre el concepto (por ejemplo, la República "comunista" de Platón). Alaba las bases originales de la república romana, donde los jueces son legos, y sobre todo el "reinado" de Augusto, a partir de quien se inicia el declive con altibajos del imperio romano, sobre todo por las demandas crecientes de los pretorianos en torno a cada emperador. Me encanta, porque para mí Augusto es la prueba histórica de los males que tiene ceder el contrapeso de poderes del Estado a una persona por ser ésta excepcional, porque los sucesores no tienen por qué serlo también.
En paralelo con este relato histórico-institucional que también alcanza a la Edad Media, Escohotado escribe una historia de la iglesia católica y de sus ideas. Hay dos problemas para mí en esta narrativa: por un lado, el sesgo aparente. El autor nos bombardea con citas de los testamentos y de los Padres de la Iglesia contra la propiedad privada y el comercio; pero es que estoy seguro de que si incluso a Mises lo citas sin contexto, puede parecer comunista. Por otro lado, una cosa son las ideas y otra las instituciones. Es cierto que las primeras muchas veces se llevan a las segundas, pero Escohotado no detalla de qué forma ocurre esto. Por el contrario, las instituciones alto medievales, también influidas por los invasores bárbaros, son las que van a permitir una espectacular creación de riqueza a poco de la caída del Imperio, como se recoge en los casos de Venecia y las ciudades Hanseáticas.
Hay que detenerse más en esta parte del libro, porque es sin duda lo mejor (junto con la narración de la Revolución Francesa). Escohotado nos deleita aquí con una espectacular narración en que nos lleva desde el régimen feudal puro y duro (en que la tierra es difícilmente enajenable) hasta el resurgimiento de las ciudades y la potenciación de las monarquias, gracias siempre al comercio. Y lo hace siguiendo el esquema del proceso de mercado como descubrimiento, al más puro estilo Hayek. De hecho, al seguir la evolución del Hansa, observa con claridad el triunfo inicial del orden autoproducido que desemboca en el declive inducido por el orden decretado. Solo por esta parte merece la pena la lectura del libro y quizá hasta de a trilogia.
Desgraciadamente, la extensión de esta reseña me impide recoger y comentar tantos y tantos aspectos dignos de mención en este libro. Algunos, por su ausencia: apenas hay referencias al imperio español, y las pistas que da Escohotado parecen apuntar a unos reinos sin estructura productiva, que básicamente descubren América por casualidad, y son incapaces de beneficiarse y a su sociedad de todo el flujo generado. Francamente, creo que la evidencia histórica se da de bruces con el planteamiento, aunque solo sea por la duración del que según Escohotado se diría inviable imperio. Y ello sin contar con mi reciente lectura de Imperiofobia, que viene a demostrar lo contrario, más coherente con la teoría económica.
Por el contrario, Holanda sí merece los favores del autor, como paradigma inicial de la libertad y el respeto por el comerio y la propiedad privada. Y no digo yo que no, ojo, pero algo parecido creo yo que se podrá ver motivando el emprendimiento de los conquistadores españoles.
Escohotado nos pasea por las ideas del Mercantilismo y la Fisiocracia, y también por las de dos amigos del comercio (Hume, Adam Smith), incluidas asimismo algunas referencias a la Escuela de Salamanca. Y ello antes de que nos sumerjamos en el episodio final de la obra, que corresponde a la Revolución Francesa, en el que una vez más vuelve a brillar el talento narrativo de Escohotado. Aquí acuña lo de la Liberté sin libertades para referirse al régimen francés, una de tantas frases destacables en la obra. Es un digno final para una obra con algunos altibajos, debidos principalmente a la falta de sistema en la investigación (a veces son instituciones, a veces es pensamiento; lagunas históricas), y que invita a seguir sin dilación con la lectura del segundo volumen. A ello me aplico ahora.
martes, 27 de febrero de 2018
miércoles, 21 de febrero de 2018
Las personas de la Administración ("Les gens de Bureau"), de Émile Gaboriau
Me resulta muy difícil resistirme a este género tan típica de la literatura francesa, que es el de la crítica de los burócratas. Ya he leído varios, nunca me convencen mucho ni me divierto demasiado, pero sigo a la busca de la risa perdida en el género.
En esta ocasión se trata de una novela de Émile Gaboriau, autor relativamente conocido por las aventuras de su detective Monsieur Lecoq, que al parecer es un precedente de Sherlock Holmes, Bueno, yo no conocía ni a escritor ni a personaje, y en todo caso la presente es una novela anterior a su salto a la fama. Parece además que ninguno de sus trabajos está traducido al español.
En este relato, se nos cuenta la historia de Romain Caldas, poeta y escritor con posibles, desde que entra a "trabajar" al Ministerio del Equilibrio Nacional, hasta que cosecha su primer éxito teatral. En realidad, no se nos cuenta su historia, sino que se aprovecha la misma para tratar de forma sarcástica las costumbres de los funcionarios y describirnos sus diversos perfiles. Así, conoceremos, entre otros muchos, al empleado "Tant pis" y al empleado "Tant mieux", al Petite Carotte (que se aprovecha de la vida cotidiana para escaquearse) y al Grand Carotte (experto en sacar fruto a las catástrofes con e mismo objetivo). Asistiremos a las típicas peleas entre empleados por la climatización, en este caso con chimeneas; descubriremos por qué son polvorientos los despachos de los Ministerios, o las causas del peculiar olor. No se olvide, estamos asistiendo al nacimiento de la Administración Pública en Francia, lo que le da un sabor añadido a esta obra. De hecho, este es el mayor sabor añadido, in él sería una obra bastante prescindible.
Más divertido es encontrar aquí los precedentes de los DNIs, en esta propuesta, para Gaboriau claramente delirante, pero que ahora es realidad en muchos países: "on sera monsieur trois mille sept cent quarante, ou monsieur cent mille cent soixante-treize. C'est là, Monsieur, une des inévitables conséquences de notre immortelle révolution de 89 ; c'est l'égalité devant le chiffre". De hecho, esta propuesta está incardinada en un plan más ambicioso para conseguir la igualdad, que incluye uniformar a la gente según su profesión y erigir al Estado como recaudador del 100% de ingresos para su reparto garantizando la igualdad. Sí, muy divertido en 1870, pero resulta que luego han pasado cosas similares, y hasta se siguen planteando en la actualidad.
Como también esta reflexión, diga de Mises: "Estad orgulloso de ser funcionario, sois uno de los 200,000 soberanos de Francia. Puede haber aquí realeza, república o imperio; en realidad, es la Administración quien manda".(Traducción propia, obsérvese que en la época únicamente había 200.000 funcionarios; la cifra se ha multiplicado por más de 10 en 150 años).
Ya Gaboriau es consciente de las miserias de la burocracia, como revela este párrafo, en que se compara al burócrata con el individuo emprendedor: "Libres, les autres hommes pensent et agissent ; s'ils font un effort, le succès les récompense ou l'espoir les console du revers ; pour nous, rien, ni lutte, ni espoir ; le même résultat attend le travailleur et le paresseux. On confond la nullité et le mérite ; où est le juge ? Quoi que vous fassiez, votre sort est écrit. La vie du bureaucrate est un programme tracé à l'avance." Traduzco algo: "Libres, las otras personas piensan y actúan; si hacen un esfuerzo, el éxito les recompensa y la esperanza les consuela en el fracaso; para nosotros, nada, ni lucha, ni esperanza; el mismo resultado espera al trabajador y al perezoso. Se confunden la nulidad con el mérito".
Lo que nos lleva a otra perla se sabiduría, desaconsejando la amistad entre funcionarios, con una frase preciosa:"Jamais on ne partage, en effet, la bonne fortune de cet ami, si la faveur enfle ses voiles ; on est toujours éclaboussé par sa disgrâce, s'il vient à sombrer."
Gaboriau escribe bien; utiliza un registro bastante elevado, por lo que hay muchas palabras y expresiones de uso raro que exigirán, incluso de un nativo francés, el uso del diccionario. Posiblemente algunas hayan caído en desuso.
Termino recomendando las dos poesías que mostrará un compañero al protagonista: una poesía "canif" y otra "grattoir". En la primera todo rima en "if" ( y son 60 versos al menos) y en la segunda todo rima en "oir".
En esta ocasión se trata de una novela de Émile Gaboriau, autor relativamente conocido por las aventuras de su detective Monsieur Lecoq, que al parecer es un precedente de Sherlock Holmes, Bueno, yo no conocía ni a escritor ni a personaje, y en todo caso la presente es una novela anterior a su salto a la fama. Parece además que ninguno de sus trabajos está traducido al español.
En este relato, se nos cuenta la historia de Romain Caldas, poeta y escritor con posibles, desde que entra a "trabajar" al Ministerio del Equilibrio Nacional, hasta que cosecha su primer éxito teatral. En realidad, no se nos cuenta su historia, sino que se aprovecha la misma para tratar de forma sarcástica las costumbres de los funcionarios y describirnos sus diversos perfiles. Así, conoceremos, entre otros muchos, al empleado "Tant pis" y al empleado "Tant mieux", al Petite Carotte (que se aprovecha de la vida cotidiana para escaquearse) y al Grand Carotte (experto en sacar fruto a las catástrofes con e mismo objetivo). Asistiremos a las típicas peleas entre empleados por la climatización, en este caso con chimeneas; descubriremos por qué son polvorientos los despachos de los Ministerios, o las causas del peculiar olor. No se olvide, estamos asistiendo al nacimiento de la Administración Pública en Francia, lo que le da un sabor añadido a esta obra. De hecho, este es el mayor sabor añadido, in él sería una obra bastante prescindible.
Más divertido es encontrar aquí los precedentes de los DNIs, en esta propuesta, para Gaboriau claramente delirante, pero que ahora es realidad en muchos países: "on sera monsieur trois mille sept cent quarante, ou monsieur cent mille cent soixante-treize. C'est là, Monsieur, une des inévitables conséquences de notre immortelle révolution de 89 ; c'est l'égalité devant le chiffre". De hecho, esta propuesta está incardinada en un plan más ambicioso para conseguir la igualdad, que incluye uniformar a la gente según su profesión y erigir al Estado como recaudador del 100% de ingresos para su reparto garantizando la igualdad. Sí, muy divertido en 1870, pero resulta que luego han pasado cosas similares, y hasta se siguen planteando en la actualidad.
Como también esta reflexión, diga de Mises: "Estad orgulloso de ser funcionario, sois uno de los 200,000 soberanos de Francia. Puede haber aquí realeza, república o imperio; en realidad, es la Administración quien manda".(Traducción propia, obsérvese que en la época únicamente había 200.000 funcionarios; la cifra se ha multiplicado por más de 10 en 150 años).
Ya Gaboriau es consciente de las miserias de la burocracia, como revela este párrafo, en que se compara al burócrata con el individuo emprendedor: "Libres, les autres hommes pensent et agissent ; s'ils font un effort, le succès les récompense ou l'espoir les console du revers ; pour nous, rien, ni lutte, ni espoir ; le même résultat attend le travailleur et le paresseux. On confond la nullité et le mérite ; où est le juge ? Quoi que vous fassiez, votre sort est écrit. La vie du bureaucrate est un programme tracé à l'avance." Traduzco algo: "Libres, las otras personas piensan y actúan; si hacen un esfuerzo, el éxito les recompensa y la esperanza les consuela en el fracaso; para nosotros, nada, ni lucha, ni esperanza; el mismo resultado espera al trabajador y al perezoso. Se confunden la nulidad con el mérito".
Lo que nos lleva a otra perla se sabiduría, desaconsejando la amistad entre funcionarios, con una frase preciosa:"Jamais on ne partage, en effet, la bonne fortune de cet ami, si la faveur enfle ses voiles ; on est toujours éclaboussé par sa disgrâce, s'il vient à sombrer."
Gaboriau escribe bien; utiliza un registro bastante elevado, por lo que hay muchas palabras y expresiones de uso raro que exigirán, incluso de un nativo francés, el uso del diccionario. Posiblemente algunas hayan caído en desuso.
Termino recomendando las dos poesías que mostrará un compañero al protagonista: una poesía "canif" y otra "grattoir". En la primera todo rima en "if" ( y son 60 versos al menos) y en la segunda todo rima en "oir".
lunes, 19 de febrero de 2018
Dersu Uzala, de Vladimir Arseniev
Clásica novela rusa, especialmente conocida por la adaptación al cine realizada por Kurosawa, que fue premiada con el Oscar a la mejor película en lengua extranjera.
Voy superando poco a poco mi pereza con los autores rusos. Mi primera experiencia fue con Dostoievski, Crimen y Castigo, y la traducción me pareció pésima, por lo que la abandoné, resignándome a tener que aprender ruso si alguna vez había de disfrutar de esta literatura. Afortunadamente, desde entonces lei Anna Karenina, la magnífica Guerra y Paz, y El idiota, del propio Dostoievski. Y, como es lógico, he descubierto que no todas las traducciones del ruso son malas. De hecho, ahora mismo tengo en cartera las Almas Muertas, de Gogol, y Padres e Hijos, de Turgueniev, que caerán en breve.
En esta novela se nos cuentan las aventuras reales que sufrió el autor, capitán Arseniev, en sus expediciones por el extremo oriental de Rusia. Pues bien, varias de ellas las compartió con el cazador que da título al libro, de la etnia gold, y que le salva la vida, literalmente, en varias ocasiones.
Las aventuras tienen lugar en la costa suroriental del Rusia, en zona limítrofe con Corea y China, entre 1902 y 1910 (o sea, antes de la revolución). Uno piensa que son zonas remotas, y de hecho lo son, pero cuando se miran en el mapamundi, no es para tanto. No estamos hablando de Kamchatka o cosas así, estamos hablando de la región de Vladivostock, en la latitud del sur de Francia. Y, sin embargo, la sensación que da la narración es de un lugar completamente inhóspito y aislado, un lugar de selvas y, por supuesto, taiga. Y que da la impresión, mirando en Google Maps, que no ha cambiado tanto desde la exploración de Arseniev. Al menos, no en la parte central de la región, atravesada por las montañas de Sijote-Alin, donde transcurre la mayor parte la narración.
Estamos ante un libro con alguna aventura, pero sobre todo costumbrista. Durante sus recorridos, Arseniev encuentra habitantes de diversas etnias (chinos sobre todo, pero también coreanos, rusos "creyentes" e indígenas-Udehé), y no perderá oportunidad de contarnos algunas de sus costumbres, por ejemplo, de caza o pesca, aunque la que más me interesó es la recogida de perlas. Por supuesto, también se tropieza con la fauna local, y con la vegetación, y también nos la describe.
No obstante, es Dersu quien es el verdadero protagonista del libro, a lo que hace honor su título. Resulta interesante sobre todo su visión de la vida. Tiene una concepción animista de la naturaleza, todo son "hombres" para él: el sol, los tigres, los jabalíes, hasta los escarabajos. Por supuesto, es cazador, y mata animales, pero su respeto por la naturaleza es total, a la que percibe como un gran sistema para la supervivencia de todos los "hombres". Al respecto, son ilustrativos su indignación con los chinos que abandonan las trampas en las que pueden caer los animales. O la escena en que recrimina a Arseniev por echar al fuego los restos de carne que no se va a comer, cuando estos podrían alimentar a otros "hombres" (por ejemplo, hormigas). Asimismo, solicitará de Arseniev arroz, cerillas y sal para dejarlos en una cabaña, para disfrute de quien pueda pasar por allí en el futuro.
Finalmente, tenemos la componente más puramente de aventura. Aquí llamará la atención del lector, lo primero, la capacidad de Dersu para ver e interpretar los signos de la taiga, que será capaz de mantener sorprendidos a sus compañeros durante toda la novela. Y luego tenemos una serie de episodios de verdadera vida y muerte para Arseniev y sus compañeros, de los que, como prueba la escritura de la novela, saldrán indemnes.
Esta novela te hace ver la inmensidad de la naturaleza frente al hombre. La vida de Dersu es, salvo en lo solitario y en su fusil, muy similar a la del hombre prehistórico: vagar para sobrevivir, sin otro fin vital. La vida desnuda, sin más, confrontada a la inmensidad de los peligros que le rodean. En fin, el estilo narrativo de Arseniev, sobrio, sin adornos, se presta a transmitir con toda su fuerza esta forma de vida.
Voy superando poco a poco mi pereza con los autores rusos. Mi primera experiencia fue con Dostoievski, Crimen y Castigo, y la traducción me pareció pésima, por lo que la abandoné, resignándome a tener que aprender ruso si alguna vez había de disfrutar de esta literatura. Afortunadamente, desde entonces lei Anna Karenina, la magnífica Guerra y Paz, y El idiota, del propio Dostoievski. Y, como es lógico, he descubierto que no todas las traducciones del ruso son malas. De hecho, ahora mismo tengo en cartera las Almas Muertas, de Gogol, y Padres e Hijos, de Turgueniev, que caerán en breve.
En esta novela se nos cuentan las aventuras reales que sufrió el autor, capitán Arseniev, en sus expediciones por el extremo oriental de Rusia. Pues bien, varias de ellas las compartió con el cazador que da título al libro, de la etnia gold, y que le salva la vida, literalmente, en varias ocasiones.
Las aventuras tienen lugar en la costa suroriental del Rusia, en zona limítrofe con Corea y China, entre 1902 y 1910 (o sea, antes de la revolución). Uno piensa que son zonas remotas, y de hecho lo son, pero cuando se miran en el mapamundi, no es para tanto. No estamos hablando de Kamchatka o cosas así, estamos hablando de la región de Vladivostock, en la latitud del sur de Francia. Y, sin embargo, la sensación que da la narración es de un lugar completamente inhóspito y aislado, un lugar de selvas y, por supuesto, taiga. Y que da la impresión, mirando en Google Maps, que no ha cambiado tanto desde la exploración de Arseniev. Al menos, no en la parte central de la región, atravesada por las montañas de Sijote-Alin, donde transcurre la mayor parte la narración.
Estamos ante un libro con alguna aventura, pero sobre todo costumbrista. Durante sus recorridos, Arseniev encuentra habitantes de diversas etnias (chinos sobre todo, pero también coreanos, rusos "creyentes" e indígenas-Udehé), y no perderá oportunidad de contarnos algunas de sus costumbres, por ejemplo, de caza o pesca, aunque la que más me interesó es la recogida de perlas. Por supuesto, también se tropieza con la fauna local, y con la vegetación, y también nos la describe.
No obstante, es Dersu quien es el verdadero protagonista del libro, a lo que hace honor su título. Resulta interesante sobre todo su visión de la vida. Tiene una concepción animista de la naturaleza, todo son "hombres" para él: el sol, los tigres, los jabalíes, hasta los escarabajos. Por supuesto, es cazador, y mata animales, pero su respeto por la naturaleza es total, a la que percibe como un gran sistema para la supervivencia de todos los "hombres". Al respecto, son ilustrativos su indignación con los chinos que abandonan las trampas en las que pueden caer los animales. O la escena en que recrimina a Arseniev por echar al fuego los restos de carne que no se va a comer, cuando estos podrían alimentar a otros "hombres" (por ejemplo, hormigas). Asimismo, solicitará de Arseniev arroz, cerillas y sal para dejarlos en una cabaña, para disfrute de quien pueda pasar por allí en el futuro.
Finalmente, tenemos la componente más puramente de aventura. Aquí llamará la atención del lector, lo primero, la capacidad de Dersu para ver e interpretar los signos de la taiga, que será capaz de mantener sorprendidos a sus compañeros durante toda la novela. Y luego tenemos una serie de episodios de verdadera vida y muerte para Arseniev y sus compañeros, de los que, como prueba la escritura de la novela, saldrán indemnes.
Esta novela te hace ver la inmensidad de la naturaleza frente al hombre. La vida de Dersu es, salvo en lo solitario y en su fusil, muy similar a la del hombre prehistórico: vagar para sobrevivir, sin otro fin vital. La vida desnuda, sin más, confrontada a la inmensidad de los peligros que le rodean. En fin, el estilo narrativo de Arseniev, sobrio, sin adornos, se presta a transmitir con toda su fuerza esta forma de vida.
viernes, 16 de febrero de 2018
Estoy soltero, Kalimera ("Ich bin Single, Kalimera"), de Friedrich Kalpenstein
Este es un librito de esos que Amazon.de regala periodicamente a sus clientes de Kindle. Como a caballo regalado no le miro los dientes, yo me lo descargo, lo almaceno, y luego ya veré, que para practicar alemán todos los medios son pocos.
Imagino que se tratará de libros independientes, con poco recorrido por ello mismo, y nulo fuera de Alemania (aunque el presente es el primero de una trilogia ya publicada, lo que es indicio de cierto nivel de éxito). Siendo un libro cómico, como mínimo un añadirá a la práctica de la lectura, alguna sonrisa que otra. Es, sin duda, el caso con este que ahora comento: sencillo de leer, con algunos usos para actualizarse al presente, agradable en líneas generales, y despertando alguna sonrisa. Para ponerse en forma mientras esperan en el horizonte cosas como "Der Blechtrommel" (El tambor de hojalata) y al final del camino "Der Mann ohne Eigenshaft" (El hombre sin atributos).
El libro parece que va a ser el típico de vacaciones desastrosas, en que el protagonista aprovechará para reírse de los griegos (es una islita de tal país donde transcurren las mismas) y de sus compañeros de vacaciones, mientras le ocurren desgracia tras desgracia.
No es así. Realmente, las vacaciones de que disfruta el protagonista (Herbert) son convencionales: vuelo y estancia con régimen de comidas, con su piscina, su bufet, su playa y sus excursiones. El tema de la catástrofe queda aparcado cuando llega por primera vez al restaurante y la comida de la parece bien. Todo sale razonablemente bien en su viaje, con las excepciones que se puedan producir en cualquier viaje normal. Tampoco conocerá grandes fracasos sentimentales ni hará demasiado el ridículo, aunque no pueda faltar alguna escena de auto-humillación.
Hay comentarios satíricos suaves, y el típico malentendido de lenguas, pero tampoco por ahí van los tiros. Lo que saca a esta novelita de la mediocridad absoluta son las pequeñas venganzas que se toma de algunos de sus compañeros turistas (por ejemplo, comerse todas las croquetas de los platos infantiles para fastidiar al padre de una criatura). Y, sobre todo, algunos de los díalogos que el protagonista desliza para conseguir sus oscuros fines, o respuestas inesperadas que suelta en algunos casos. Por ejemplo, gran parte de la narración orbita en torno a Herbert tratando de enemistar a una pareja de enamorados, para atraerse a la chica. Pues bien, son las tramas que urde para conseguir esto, así como las frases que desliza en sus diálogos con ambos, lo que más interés despierta en este libro.
Poco más que añadir. Es un librito sin pretensiones, con el que pasar un rato agradable sin más.
Imagino que se tratará de libros independientes, con poco recorrido por ello mismo, y nulo fuera de Alemania (aunque el presente es el primero de una trilogia ya publicada, lo que es indicio de cierto nivel de éxito). Siendo un libro cómico, como mínimo un añadirá a la práctica de la lectura, alguna sonrisa que otra. Es, sin duda, el caso con este que ahora comento: sencillo de leer, con algunos usos para actualizarse al presente, agradable en líneas generales, y despertando alguna sonrisa. Para ponerse en forma mientras esperan en el horizonte cosas como "Der Blechtrommel" (El tambor de hojalata) y al final del camino "Der Mann ohne Eigenshaft" (El hombre sin atributos).
El libro parece que va a ser el típico de vacaciones desastrosas, en que el protagonista aprovechará para reírse de los griegos (es una islita de tal país donde transcurren las mismas) y de sus compañeros de vacaciones, mientras le ocurren desgracia tras desgracia.
No es así. Realmente, las vacaciones de que disfruta el protagonista (Herbert) son convencionales: vuelo y estancia con régimen de comidas, con su piscina, su bufet, su playa y sus excursiones. El tema de la catástrofe queda aparcado cuando llega por primera vez al restaurante y la comida de la parece bien. Todo sale razonablemente bien en su viaje, con las excepciones que se puedan producir en cualquier viaje normal. Tampoco conocerá grandes fracasos sentimentales ni hará demasiado el ridículo, aunque no pueda faltar alguna escena de auto-humillación.
Hay comentarios satíricos suaves, y el típico malentendido de lenguas, pero tampoco por ahí van los tiros. Lo que saca a esta novelita de la mediocridad absoluta son las pequeñas venganzas que se toma de algunos de sus compañeros turistas (por ejemplo, comerse todas las croquetas de los platos infantiles para fastidiar al padre de una criatura). Y, sobre todo, algunos de los díalogos que el protagonista desliza para conseguir sus oscuros fines, o respuestas inesperadas que suelta en algunos casos. Por ejemplo, gran parte de la narración orbita en torno a Herbert tratando de enemistar a una pareja de enamorados, para atraerse a la chica. Pues bien, son las tramas que urde para conseguir esto, así como las frases que desliza en sus diálogos con ambos, lo que más interés despierta en este libro.
Poco más que añadir. Es un librito sin pretensiones, con el que pasar un rato agradable sin más.
miércoles, 14 de febrero de 2018
Cómo funciona Google ("How Google works"), de Eric Schmidt & Jonathan Rosenberg
Hacía muchos años que no leía libros sobre estrategia y organización empresarial, casi desde mi época de consultor, en que veneraba a tipos como Michael Porter o Peter Drucker. Desde entonces he leído mucho sobre teoría económica, y algo sobre inversión, pero nada de este tema que apasionara otrora. Así que me he saltado casi una generación sobre el tema, y me he perdido toda la estrategia de Internet. Espero que no sea demasiado tarde para enterarme de algo de lo que pasa a mi alrededor.
El título genera muchas expectativas. Y aunque posiblemente las cumple, quizá no cumpla exactamente las que genera. Así que empiezo por lo que NO es este libro: este libro no describe cómo funciona el buscador de Google o su tecnología, ni tampoco es una historia de Google y los productos que le han llevado a la fama y fortuna.
Este libro trata de cómo se ha organizado Google para llegar dónde ha llegado (según los autores, claro, aunque habrá que reconocerles cierta autoridad por su papel en dicha historia). La idea clave para ellos es la incorporación y gestión de un tipo de trabajadores muy especiales, a los que llaman "smart creatives", cuyos rasgos fundamentales son: conocimiento técnico, visión de negocio, energía creativa y enfoque "hands-on" en que las cosas se hagan (en otras palabras, que bajan al barro de la acción, no se quedan en el plan).
Este perfil, según los autores, es el adecuado para el nuevo entorno de negocio, caracterizado por casi ilimitado acceso a información, capacidad de proceso y comunicaciones. En este entorno, la excelencia del producto y su orientación al cliente en fundamental (¿cuándo no?). Además, y esto sí que es un cambio radical, al menos en el caso de empresas como Google, los costes de experimentación y de fallo se han reducido espectacularmente: "It’s ridiculously easy to imagine and create a new product, try it out with a limited set of consumers, measure precisely what works and what doesn’t, iterate the product, and try again".
A partir de esta concepción básica de que se necesitan "smart creatives" para competir en el nuevo mundo, se justifican prácticamente todas las características organizativas de Google: la cultura, la comunicación, la toma de decisiones, la estrategia (o falta de) y, por supuesto, la contratación de personal. Es sin duda éste último el aspecto más llamativo e importante para Google, y al que más páginas se dedican en este libro. No voy a entrar en ello, pero es lectura instructiva a la par que amena, como el resto del ensayo. E imprescindible si algún día quieres trabajar para Google, claro.
Google, en coherencia con la importancia que da a la excelencia del producto, cree que los altos ejecutivos de la compañía deben ser gente de producto, ingenieros expertos en los productos de la compañía y responsables de su desarrollo. Al menos, el 50% de los altos ejecutivos deben tener este perfil. Asimismo, considera que los productos deben basarse en lo que llaman "technical insights" (una nueva forma de aplicar la tecnología o diseño, que bien baja el coste o bien incrementa las funciones del producto por un factor significativo), para evitar productos "me-too" que simplemente alcanzan a lo que el cliente espera (esto es, los productos deben ir siempre más allá de la expectativa del cliente, deben sorprenderle; a su vez, esto reduce la utilidad de los estudios de mercado). Siguiendo esta línea, nos dicen los autores que "You have to focus on your core business. You have to love it". Vamos, que si tienes dudas sobre tu negocio principal, vas mal.
(Por cierto, el insight de agrupar la Toolbar de Google en la descarga de Google Earth como el motor de viabilidad económica del último suena a coña: eso no es un insight, eso es aprovechar que los usuarios dicen que sí a todo para acelerar lo que quieren descargar)
(Por cierto, el insight de agrupar la Toolbar de Google en la descarga de Google Earth como el motor de viabilidad económica del último suena a coña: eso no es un insight, eso es aprovechar que los usuarios dicen que sí a todo para acelerar lo que quieren descargar)
Con "smart creatives" en la compañía, entonces la estrategia de ser abierto (estándares abiertos, dejar al público que use tus APIs, etc) puede ser viable. Nos dices los autores que "With open, you trade control for scale and innovation. And trust that your smart creatives will figure it out." O sea, consigues escala y aceleras la innovación en tu plataforma, pero a costa de perder el control de la misma si tu gente no hace un trabajo excepcional.
Las secciones dedicadas a la organización interna y la forma de llegar a decisiones me encantan especialmente, aunque uno siempre tiene dudas sobre si será oro todo lo que reluce en la práctica. Así, se sugiere que haya una "obligación de disentir", como única forma de que la meritocracia funcione (no sé si en la división española esto será así, porque aquí lo de disentir en las reuniones y no digamos con los jefes no suele estar bien visto). Invitan a que todas las personas tengan opiniones sobre todas las cosas (una vez más, algo no muy bien visto por estos lares). En definitiva, nos dicen:
"It must be safe to tell the truth." O sea, que no te echen si dices una verdad incomoda para alguien.
Y, por supuesto, la que es imprescindible es la sección dedicada a la innovación, en la que proponen la creación de una "masa" (ooze) creativa que impregne la organización, y atacan duramente la figura del CIO (Chief Innovation Office) que algunas compañías han creado para resolver el problema,viéndolo en realidad como lo más contrario posible al fomento de la innovación. Dentro de este particular se inscriben dos reglas bastante conocidas: la del 20% (cada empleado del Google puede dedicar el 20% al trabajo que desee, por ejemplo, colaborar con las ideas de otro compañero) y la del 70/20/10 (70% de los recursos al negocio nuclear, 20% a productos emergentes que han demostrado cierto éxito, 10% a innovaciones radicales de alto riesgo).
Respecto a su visión de futuro, no se atreven a decir mucho, lógicamente lo dejan en manos de la siguiente generación de "smart creatives". Pero son optimistas, ya que ven la mayoría de los "grandes problemas como problemas de información, lo que significa que con suficientes datos y la capacidad de procesarlos, virtualmente cualquier reto al que actualmente se enfrenta la humanidad puede ser resuelto" (Traducción propia)
No quiero terminar esta entrada sin referirme al único punto de incoherencia que he visto en este ensayo, o al menos el que más me ha llamado la atención. Al respecto de la papel del Gobierno, nos dicen que lo más importante es la libertad para innovar, y añaden: "La regulación se crea para prevenir problemas, pero si se construye un sistema que previene todo, entonces no hay espacio para innovar". Evidentemente, esto solo debe de aplicar a su negocio, porque en su momento Google fue uno de los abanderados de la regulación de Neutralidad de Red que limita mucho las posibilidades de innovación de los operadores de telecomunicaciones. ¿O es que aquí no puede haber innovación? ¿Solo en los buscadores? ¿Qué les hubiera parecido a Smith y Rosenberg que otros agentes hubieran propugnado una neutralidad de Búsquedas? ¿Hubieran atraído tanto "smart creative" a su negocio con esa regulación en marcha? Don't be evil, Google (uno de los aspectos de su cultura, del que están más orgullosos).
Es justo decir que hace tiempo que dejaron de apoyar esta regulación, y que además ahora les toca sufrir a ellos mismos los embates regulatorios, por ejemplo,con la reciente multa de la Comisión Europea. Esperemos que ello no haga que sus "smart creatives" se vayan a sectores aún no intervenidos... Y también es justo decir que este libro es de provechosa lectura, y muy recomendable para todos los interesados en el mundo de los negocios de Internet. Próxima parada, Bezos con su Amazon.
martes, 13 de febrero de 2018
Memoria del Comunismo, de Federico Jiménez Losantos
No pensaba leer este libro. Solo he leído otro del autor, El linchamiento, y no me gustó demasiado. Digamos que Federico es buen comunicador, es un pozo de sabiduría y además es bastante liberal, pero a la hora de escribir, no me gusta.
No obstante, la temática y la expectativa de tener resumido en uno una visión completa de la historia del Comunismo, así como los capítulos que dedica a la Escuela Austriaca de Economía, me hizo superar la reluctancia inicial y me embarqué en su lectura. Tras haberlo terminado, me ratifico en que no me gusta cómo escribe. Es un estilo caótico, desordenado, en que la mayor parte de las veces no sabes dónde estás yendo. Más que un ensayo coherente, parece una colección de editoriales que luego hubiera unido. Aparte de esto, abusa de la cita textual hasta extremos rara vez vistos. Y no lo digo solo por la cantidad, sino por la extensión de las citas que trae. Da la sensación de que está hinchando el volumen del libro por algún proposito comercial.
Sobre el estilo caótico, la clave la da Federico cuando dice (¿confiesa?) que no relee lo que escribe. Pues la verdad es que si lo releyera, seguro que limaría asperezas y repeticiones, bordaría mejor el hilo que une sus ideas, y podría llegar a ser un verdadero placer leerle. Porque, y esto no se le puede negar, Federico es un tipo muy brillante. Numerosas frases en este libro lo vuelven a probar, montones de perlas que rescatar del desorden. Y, por otro lado, su conocimiento sobre el tema parece enciclopédico, como la prueban las numerosas referencias que utiliza, algunas de las cuales son de verdadera erudición. El lector interesado encontrará aquí muchos punteros a más cosas que leer, de las que en particular destaco las obras de Valentín González El Campesino, y las obras de Dikötter sobre China.
Aparcada la parte que menos me gusta del libro, vamos ya con el contenido, que éste si hace al libro muy digno de lectura, porque deja una serie de cosas bastante claras sobre el Comunismo, cosas muy sencillas, pero que la gente debería saber.
Las primeras ideas que me impactan son dos, paralelas, y que van contra la propaganda Comunista. Ni Lenin hizo una revolución contra la dictadura del zar, ni Franco se levantó contra una democracia en España. Ambos datos históricos son fundamentales. Cuando Lenin lidera la toma del Palacio de Invierno (sugerente nombre, pero que con las connotaciones erróneas), realmente está dando un golpe de Estado contra el recién nacido parlamento ruso, o sea, está yendo contra la democracia que se acaban de dotar. Sus subisiguientes acciones eran en la misma línea de laminar las instituciones rusas hasta quedarse él con todo el poder (y la propiedad) en nombre del proletariado.
FJL muestra con solvencia como las ideas de izquierda ya estaban consiguiendo resultados de forma pacífica y democrática en la mayoría de los países, sin necesidad de revoluciones proletarias o similar. Así que lo de Lenin se configura como un golpe contra la gran mayoría de la sociedad rusa, que estaba mejorando su nivel de vida y no quería aventuras. Y se configura así con el apoyo del dinero alemán, como recuerda una y otra vez Losantos.
En cuanto a lo ocurrido en España, lo que nos explica con todo lujo de indignantes detalles FJL, es que cuando Franco se alza, lleva ya un tiempo sin haber un régimen remotamente democrático en España, sino que se ha implantado el régimen de terror leninista-bakuninista-marxista-... llamelo como quiera, que a las víctimas les dio igual. O sea, que el de Franco no es un golpe contra la libertad, ni el de Lenin es un golpe por la libertad, sino aproximadamente lo contrario.
Losantos dedica mucho espacio, prolijo pero informativo, a explicar de qué forma los intelectuales e izquierdistas franceses protegieron al Comunismo mediante la propaganda, muy centrado en la investigación sobre Rusia en la socialista liga de Derechos Humanos, y cómo desprestigiban y atacaban sistemáticamente a los huidos de Rusia, pero desde el mismo inicio de la Revolución. Los casos de Soljenitsin y El Campesino, son más conocidos, pero lo que nos dice FJL es que esta ocultación y ataque tiene lugar desde 1917 e incluso antes. Lo que le cuesta más entender al autor es la complicidad de la izquierda moderada, del socialismo, y, por supuesto, de las democracias occidentales. Propaganda y terror, terror y propaganda son las claves para entender la historia del Comunismo, y su presencia actual.
Algunos de los capítulos son tremendamente indignantes y no aptos para personas que quieran mantener su moderación. Así ocurre con el relato de lo sucedido en Kronstadt, Astrakan o Sebastopol. Y no digamos ya cuando la actividad se traslada a nuestro país. Lo que revela FJL, a partir de numerosas fuentes, no deja resquicios a la duda sobre lo que suponían esos coletazos de la supuesta República: una máquina de terror organizada contra los católicos y discrepantes, con la connivencia de socialistas moderados y el infame Companys. Una muestra del desorden de FJL al que he hecho referencia es el desmedido espacio que dedica a este personaje y en general a los hechos en Cataluña durante la época analizada, algo que se puede explicar por la actualidad del tema catalán.
Termina esta memoria con la referencia y análisis del caso Podemos-Pablo Iglesias. Para entonces, FJL ya tiene caracterizado al prototipo de líder comunista como rico, alérgico al trabajo, gente caprichosa y acostumbrada a hacer su voluntad, una "dinastía de vagos sociópatas", y nos lo ha ilustrado con la vida de Marx y Lenin, y también del Che Guevara. A partir de estas personalidades, el comunismo no deja de ser una sustitución de la moral universal (incluyendo, propiedad privada) por la amoralidad revolucionaria, que permita a los líderes comunistas hacer lo que quieran contra la "clase" enemiga, que también definen ellos. En suma: que permita al líder el poder omnímodo, la libertad absoluta, a costa de todos los demás seres humanos.
Por último, no puedo dejar pasar las referencias de FJL a la Escuela Austriaca. Aquí tengo que decir que me parece injusto el trato que da a Mises, al que acusa originalmente de ser demasiado teórico y no mirar la experiencia. Los párrafos entresacados de la obra de Mises pueden dar tal sensación al lector no acostumbrado a la praxeología, pero a los que hemos leído alguna cosa más, ninguna de las afirmaciones de Mises la parecerá escandalosa. Por ejemplo, cuando Mises dice que los resultados de la Revolución Soviética no demuestran que el Socialismo no funciona, es claro que lo dice porque praxeológicamente la evidencia empírica no puede demostrar nada; la única demostración definitiva de que el Socialismo es inviable es a través del razonamiento lógico. Es su metodología la que habla.
También hay varios capítulos del apéndice dedicados a la Escuela de Salamanca o Escuela Española de Economía, pero no dejan de ser un estrambote, interesante e instructivo sin duda, pero estrambote, en un libro llamado Memoria del Comunismo.
Yo creo que este libro merece la pena leerlo. No es un libro fácil, pues el estilo del autor no ayuda. Al mismo tiempo, su brillantez y su fuerza hace que los mensajes queden indelebles en la mente del lector, lo que puede ser una buena vacuna contra la nueva amenaza comunista del siglo XXI.
No obstante, la temática y la expectativa de tener resumido en uno una visión completa de la historia del Comunismo, así como los capítulos que dedica a la Escuela Austriaca de Economía, me hizo superar la reluctancia inicial y me embarqué en su lectura. Tras haberlo terminado, me ratifico en que no me gusta cómo escribe. Es un estilo caótico, desordenado, en que la mayor parte de las veces no sabes dónde estás yendo. Más que un ensayo coherente, parece una colección de editoriales que luego hubiera unido. Aparte de esto, abusa de la cita textual hasta extremos rara vez vistos. Y no lo digo solo por la cantidad, sino por la extensión de las citas que trae. Da la sensación de que está hinchando el volumen del libro por algún proposito comercial.
Sobre el estilo caótico, la clave la da Federico cuando dice (¿confiesa?) que no relee lo que escribe. Pues la verdad es que si lo releyera, seguro que limaría asperezas y repeticiones, bordaría mejor el hilo que une sus ideas, y podría llegar a ser un verdadero placer leerle. Porque, y esto no se le puede negar, Federico es un tipo muy brillante. Numerosas frases en este libro lo vuelven a probar, montones de perlas que rescatar del desorden. Y, por otro lado, su conocimiento sobre el tema parece enciclopédico, como la prueban las numerosas referencias que utiliza, algunas de las cuales son de verdadera erudición. El lector interesado encontrará aquí muchos punteros a más cosas que leer, de las que en particular destaco las obras de Valentín González El Campesino, y las obras de Dikötter sobre China.
Aparcada la parte que menos me gusta del libro, vamos ya con el contenido, que éste si hace al libro muy digno de lectura, porque deja una serie de cosas bastante claras sobre el Comunismo, cosas muy sencillas, pero que la gente debería saber.
Las primeras ideas que me impactan son dos, paralelas, y que van contra la propaganda Comunista. Ni Lenin hizo una revolución contra la dictadura del zar, ni Franco se levantó contra una democracia en España. Ambos datos históricos son fundamentales. Cuando Lenin lidera la toma del Palacio de Invierno (sugerente nombre, pero que con las connotaciones erróneas), realmente está dando un golpe de Estado contra el recién nacido parlamento ruso, o sea, está yendo contra la democracia que se acaban de dotar. Sus subisiguientes acciones eran en la misma línea de laminar las instituciones rusas hasta quedarse él con todo el poder (y la propiedad) en nombre del proletariado.
FJL muestra con solvencia como las ideas de izquierda ya estaban consiguiendo resultados de forma pacífica y democrática en la mayoría de los países, sin necesidad de revoluciones proletarias o similar. Así que lo de Lenin se configura como un golpe contra la gran mayoría de la sociedad rusa, que estaba mejorando su nivel de vida y no quería aventuras. Y se configura así con el apoyo del dinero alemán, como recuerda una y otra vez Losantos.
En cuanto a lo ocurrido en España, lo que nos explica con todo lujo de indignantes detalles FJL, es que cuando Franco se alza, lleva ya un tiempo sin haber un régimen remotamente democrático en España, sino que se ha implantado el régimen de terror leninista-bakuninista-marxista-... llamelo como quiera, que a las víctimas les dio igual. O sea, que el de Franco no es un golpe contra la libertad, ni el de Lenin es un golpe por la libertad, sino aproximadamente lo contrario.
Losantos dedica mucho espacio, prolijo pero informativo, a explicar de qué forma los intelectuales e izquierdistas franceses protegieron al Comunismo mediante la propaganda, muy centrado en la investigación sobre Rusia en la socialista liga de Derechos Humanos, y cómo desprestigiban y atacaban sistemáticamente a los huidos de Rusia, pero desde el mismo inicio de la Revolución. Los casos de Soljenitsin y El Campesino, son más conocidos, pero lo que nos dice FJL es que esta ocultación y ataque tiene lugar desde 1917 e incluso antes. Lo que le cuesta más entender al autor es la complicidad de la izquierda moderada, del socialismo, y, por supuesto, de las democracias occidentales. Propaganda y terror, terror y propaganda son las claves para entender la historia del Comunismo, y su presencia actual.
Algunos de los capítulos son tremendamente indignantes y no aptos para personas que quieran mantener su moderación. Así ocurre con el relato de lo sucedido en Kronstadt, Astrakan o Sebastopol. Y no digamos ya cuando la actividad se traslada a nuestro país. Lo que revela FJL, a partir de numerosas fuentes, no deja resquicios a la duda sobre lo que suponían esos coletazos de la supuesta República: una máquina de terror organizada contra los católicos y discrepantes, con la connivencia de socialistas moderados y el infame Companys. Una muestra del desorden de FJL al que he hecho referencia es el desmedido espacio que dedica a este personaje y en general a los hechos en Cataluña durante la época analizada, algo que se puede explicar por la actualidad del tema catalán.
Termina esta memoria con la referencia y análisis del caso Podemos-Pablo Iglesias. Para entonces, FJL ya tiene caracterizado al prototipo de líder comunista como rico, alérgico al trabajo, gente caprichosa y acostumbrada a hacer su voluntad, una "dinastía de vagos sociópatas", y nos lo ha ilustrado con la vida de Marx y Lenin, y también del Che Guevara. A partir de estas personalidades, el comunismo no deja de ser una sustitución de la moral universal (incluyendo, propiedad privada) por la amoralidad revolucionaria, que permita a los líderes comunistas hacer lo que quieran contra la "clase" enemiga, que también definen ellos. En suma: que permita al líder el poder omnímodo, la libertad absoluta, a costa de todos los demás seres humanos.
Por último, no puedo dejar pasar las referencias de FJL a la Escuela Austriaca. Aquí tengo que decir que me parece injusto el trato que da a Mises, al que acusa originalmente de ser demasiado teórico y no mirar la experiencia. Los párrafos entresacados de la obra de Mises pueden dar tal sensación al lector no acostumbrado a la praxeología, pero a los que hemos leído alguna cosa más, ninguna de las afirmaciones de Mises la parecerá escandalosa. Por ejemplo, cuando Mises dice que los resultados de la Revolución Soviética no demuestran que el Socialismo no funciona, es claro que lo dice porque praxeológicamente la evidencia empírica no puede demostrar nada; la única demostración definitiva de que el Socialismo es inviable es a través del razonamiento lógico. Es su metodología la que habla.
También hay varios capítulos del apéndice dedicados a la Escuela de Salamanca o Escuela Española de Economía, pero no dejan de ser un estrambote, interesante e instructivo sin duda, pero estrambote, en un libro llamado Memoria del Comunismo.
Yo creo que este libro merece la pena leerlo. No es un libro fácil, pues el estilo del autor no ayuda. Al mismo tiempo, su brillantez y su fuerza hace que los mensajes queden indelebles en la mente del lector, lo que puede ser una buena vacuna contra la nueva amenaza comunista del siglo XXI.
viernes, 9 de febrero de 2018
Salammbô, de Gustave Flaubert
De Flaubert había leído hasta el momento su super-clásico, Madame Bovary, que no dejó en mí una gran impronta. Antes de Salammbô, estaba convencido de que era escritor de una obra: aunque habíao oído de su "Educación sentimental", pensaba que era un ensayo y no una novela. Ahora conozco un poco mejor la obra de Flaubert, y sé que escribió alguna cosa más, aunque no mucho. En todo caso, entre esas cosas, está la excepcional novela a la que dedico esta entrada.
Y digo excepcional no porque me haya parecido maravillosa o haya disfrutado con su lectura. No. Su excepcionalidad radica en que posiblemente fue la primera instancia del género de novela histórica que tanto nos apasiona a muchos en la actualidad. Solo por eso, quizá merezca la pena leerla.
Flaubert hizo una extensa investigación, llegando incluso a visitar Cartago, para redactar esta novela. Hizo un gran esfuerzo para que los detalles de escena e historia fueran correctos, hasta el punto de que incorporó un dossier a sucesivas ediciones sobre las razones por las que las cosas eran como eran, y respondió a un par de críticos con las justificaciones históricas de determinados momentos de su novela, incluidas las fuentes utilizadas. En resumen, Flaubert trata de ser riguroso en su narrativa.
La historia que nos cuenta es la guerra de los Mercenarios, un episodio relativamente poco conocido de la historia de Cartago, recogido por Polibio y parcialmente por Tito Livio. Debió de ser una guerra muy cruenta, incluso para los parámetros de la antigüedad. Tiene lugar tras la primera Guerra Púnica, cuando los mercernario contratados por la ciudad acampan en su torno a la espera de sus salarios.
Como era de esperar, los cartagineses, una vez terminada la trifulca con los romanos, no están por la labor de cumplir su parte, y van dando largas a los mercenarios. Eventualmente, estos se cansan del mareo, y comienzan sus propias fechorías, liderados por Spendius y Mâtho, coprotagonista del relato con la titular. Flaubert nos narra los acontecimientos que se suceden, con sus vaivenes, y al fondo un poco de la relación Salammbô-Mâtho.
Pero lo de menos es la historia de la guerra, para eso ya tenemos a Polibio. Lo que destaca en esta obra es la riqueza de las descripciones y el detalle de las mismas. Flaubert se deleita en la exageración, en la prolijidad, en la erudición, en lo escabroso. Los personajes son lo de menos, no es casi relevante lo que les pasa. Todo se centra en recrear Cartago, la vida en Cartago, sus riquezas, sus ritos religiosos, sus sacrificios, o, cuando toca, la crueldad en las batallas y demás lances. Trata de poner al lector en medio de lo que sucede. Apenas distingue personajes, no le interesa, la relación entre Mâtho y Salammbô apenas le interesa, pero es una disculpa para contarnos cómo son los jardines de Hamilcar Barca (padre de la heroína), el templo de Tanis, la vida en el campamento mercenario, o el zaimph que roba Mâtho.
Me han resultado espectaculares varias escenas especialmente, Una de ellas es el retorno de Hamilcar Barca a su casa, en que se nos describen sus riquezas hasta el último detalle, en minerales, plantas, animales...incluso en olores!!!, tiene un chef de oleres, increíble. No sé si eso tendrá base histórica, pero nadie se lo crítico a Flaubert.
Otro de los mejores momentos es el de los funerales de los mercenarios tras la batalla Maqar, en que Flaubert aprovecha para describir los ritos de muchas de las tribus integrantes de tal ejército, venidas de todas las partes del Mediterráneo (destacan los baleares por el uso de las hondas) y de África. Lo cual me recuerda que también la enumeración de los integrantes del ejército mercenario es muy interesante.
Y, por supuesto, uno de los momentos más importantes de la obra, y verdadero punto de inflexión de la misma es el sacrificio a Moloch de niños cartagineses. Flaubert no nos ahorra ni una gota de sangre cuando la escena lo requiere. Aparte, y por mis inclinaciones personales, me resultaron muy instructivos los párrafos dedicados a explicar algunas de las instituciones vigentes en Cartago en la época, empezando por los suffétes, similares a los cónsules romanos.
Me ha resultado entretenida la lectura. No es una novela histórica al uso, y te puedes perder en los detalles. Al mismo tiempo, quien tenga la imaginación suficiente podrá visualizar en su cabeza una buena recración de lo que pudo ser Cartago... según Flaubert, claro. Y para los amantes de la novela histórica, esta lectura tendrá al menos un sabor arqueológico, ya que, como dije, es la primera del género.
Y digo excepcional no porque me haya parecido maravillosa o haya disfrutado con su lectura. No. Su excepcionalidad radica en que posiblemente fue la primera instancia del género de novela histórica que tanto nos apasiona a muchos en la actualidad. Solo por eso, quizá merezca la pena leerla.
Flaubert hizo una extensa investigación, llegando incluso a visitar Cartago, para redactar esta novela. Hizo un gran esfuerzo para que los detalles de escena e historia fueran correctos, hasta el punto de que incorporó un dossier a sucesivas ediciones sobre las razones por las que las cosas eran como eran, y respondió a un par de críticos con las justificaciones históricas de determinados momentos de su novela, incluidas las fuentes utilizadas. En resumen, Flaubert trata de ser riguroso en su narrativa.
La historia que nos cuenta es la guerra de los Mercenarios, un episodio relativamente poco conocido de la historia de Cartago, recogido por Polibio y parcialmente por Tito Livio. Debió de ser una guerra muy cruenta, incluso para los parámetros de la antigüedad. Tiene lugar tras la primera Guerra Púnica, cuando los mercernario contratados por la ciudad acampan en su torno a la espera de sus salarios.
Como era de esperar, los cartagineses, una vez terminada la trifulca con los romanos, no están por la labor de cumplir su parte, y van dando largas a los mercenarios. Eventualmente, estos se cansan del mareo, y comienzan sus propias fechorías, liderados por Spendius y Mâtho, coprotagonista del relato con la titular. Flaubert nos narra los acontecimientos que se suceden, con sus vaivenes, y al fondo un poco de la relación Salammbô-Mâtho.
Pero lo de menos es la historia de la guerra, para eso ya tenemos a Polibio. Lo que destaca en esta obra es la riqueza de las descripciones y el detalle de las mismas. Flaubert se deleita en la exageración, en la prolijidad, en la erudición, en lo escabroso. Los personajes son lo de menos, no es casi relevante lo que les pasa. Todo se centra en recrear Cartago, la vida en Cartago, sus riquezas, sus ritos religiosos, sus sacrificios, o, cuando toca, la crueldad en las batallas y demás lances. Trata de poner al lector en medio de lo que sucede. Apenas distingue personajes, no le interesa, la relación entre Mâtho y Salammbô apenas le interesa, pero es una disculpa para contarnos cómo son los jardines de Hamilcar Barca (padre de la heroína), el templo de Tanis, la vida en el campamento mercenario, o el zaimph que roba Mâtho.
Me han resultado espectaculares varias escenas especialmente, Una de ellas es el retorno de Hamilcar Barca a su casa, en que se nos describen sus riquezas hasta el último detalle, en minerales, plantas, animales...incluso en olores!!!, tiene un chef de oleres, increíble. No sé si eso tendrá base histórica, pero nadie se lo crítico a Flaubert.
Otro de los mejores momentos es el de los funerales de los mercenarios tras la batalla Maqar, en que Flaubert aprovecha para describir los ritos de muchas de las tribus integrantes de tal ejército, venidas de todas las partes del Mediterráneo (destacan los baleares por el uso de las hondas) y de África. Lo cual me recuerda que también la enumeración de los integrantes del ejército mercenario es muy interesante.
Y, por supuesto, uno de los momentos más importantes de la obra, y verdadero punto de inflexión de la misma es el sacrificio a Moloch de niños cartagineses. Flaubert no nos ahorra ni una gota de sangre cuando la escena lo requiere. Aparte, y por mis inclinaciones personales, me resultaron muy instructivos los párrafos dedicados a explicar algunas de las instituciones vigentes en Cartago en la época, empezando por los suffétes, similares a los cónsules romanos.
Me ha resultado entretenida la lectura. No es una novela histórica al uso, y te puedes perder en los detalles. Al mismo tiempo, quien tenga la imaginación suficiente podrá visualizar en su cabeza una buena recración de lo que pudo ser Cartago... según Flaubert, claro. Y para los amantes de la novela histórica, esta lectura tendrá al menos un sabor arqueológico, ya que, como dije, es la primera del género.
domingo, 4 de febrero de 2018
Después del Profeta ("After the Prophet"), de Lesley Hazleton
Sorpresa agradable este librito de Lesley Hazleton, a quien no conocía, pero que al parecer es un periodista especializado en termas del Oriente Medio. Igual no está de más echar un vistazo a alguna otra de sus obras.
En él, Hazleton nos cuenta la historia del Islamismo desde la muerta de Mahoma hasta la consolidación del cisma entre Chiitas y Sunnitas, con la idea de tratar de dar algo de luz sobre algunos de los conflictos recientes en Oriente Medio. No tengo claro si este último objetivo lo consigue, pero lo que sí hace este libro es absorbernos con la historia de referencia contada de una forma magnífica. Y, no solo eso, sino que proporciona una serie de interesantes referencias sobre el tema y cercanos, que creo que pueden ser también dignas de exploración. En concreto, La historia de al-Tabari, o de los Reyes y Profetas, tiene una pinta alucinante.
Hazleton cuenta el cisma de una forma estupenda, no muy distante del estilo de Amin Maalouf (Samarcanda, Leon el Africano y otras tanta), aunque el inglés se preste menos al lirismo que el francés de éste. Además, lo cuenta de una forma muy cercana y en algunos momentos bastante vivida, como es en las batallas.
Vamos ya con el fondo, del que quiero dejar un breve resumen para mi recuerdo, y para el que no conozca las raíces del tema. Las causas del cisma entre Chiitas y Sunnitas tienen que ver, como no podía ser de otra forma, con el poder, esto es, con quien sería el heredero de Mahoma. Por un lado, estaba Ali, yerno de Mahoma y casado con su única hija, Fatima, hija de Khadly, primera mujer de Mahoma y única que le dio descendencia.. Ali resulta una figura casi mítica según nos la pinta Hazleton, sabio y aguerrido a la par, y siempre sacrificándose por el bien de la comunidad.
Frente a él se alza el clan de la última esposa de Mahoma, Aisha, con su padre Abu Bakr y su aliado, el general Omar. El caso es que con una serie de intrigas, dignas de Juego de Tronos, es Abu Bakr el que sale elegido como Califa del shura posterior a la muerte de Mahoma. Ali decide conformarse pacíficamente para preservar la unidad del Islam, algo que vuelve a hacer cuando Omar sucede a Abu Bakr, y cuando el primer Omeya, Othman, hace lo propio.
Es a la muerte de éste cuando comienzan realmente los problemas, pues en este momento solo se ve como legítimo heredero a Ali. Desgraciadamente, Aisha tiene algún problema con este mandato, e intriga para que vuelva a haber división; sin embargo, esta vez Ali opta por las armas, y asume el califato/emirato tras la batalla de Bosra (la Batalla del Camello). Por cierto, una Fitna en término arábico, o guerra civil.
Ni aún así durará mucho su pacifico mandato: desde Damasco surge la figura de Muawiya, hábil político e intrigante, y seguramente gobernante, y enreda la situación de tal forma que Ali termina asesinado, y él como nuevo califa. En estos eventos tienen un importante papel los primeros radicales del Islam, los Wahhabi, de los que descienden los Saudíes.
Sobreviven, no obstante, dos hijos de Ali, nietos de Mahoma: Hasan y Hussein. Muawiya se las arregla para mantener el poder si demasiados problemas, dado que ninguno de los nietos es de naturaleza belicosa. Hasan muere, no está claro si de forma natural, y también lo hará Muawiya. Y es con la pretensión de que el trono lo heredé si hijo Yazid que se produce el hecho definitivo en la escisión. En efecto, tal pretensión es contestada por algunas tribús de Iraq, que pretenden que Hussein sea el nuevo califa o Emir. Consiguen embarcar al pacifico Hussein en la aventura, y ésta termina fatal en lo que se conoce como Kerbala, que básicamente supone la aniquilación de la estirpe de Mahoma. Esta Kerbala es celebrada por los Chiitas en una fiesta de 10 días en que se rememoran determinado momentos míticos de la batalla.
Así que tenemos por un lado a los Sunnies, culpables de esta aniquilación, y por otro a los Chiitas, que siguen pensando en la existencia de Mahdi, un Emir descendiente de Mahoma (gracias a un hijo enfermo de Hussein que se habría escondido y habría sobrevivido), que en algún momento aparecerá de su escondrijo.
Interesante, ¿eh? Y todo esto narrado de forma magnífica, con evocadores nombres de los episodios contados, como la Historia del Collar, el Episodio de la Pluma y Papel o la Gente bajo la Capa.
El último capítulo lo dedica Hazleton a contarnos algunas utilizaciones concreta de este enfrentamiento para objetivos políticos. Por ejemplo, el derrocamiento del Shah y encumbramiento de Khomeini en Iran, donde se asumía que el Khomeini era el 12 Emir esperado por los Chiitas. También denuncia Hazleton el uso de este enfrentamiento por parte de potencias occidentales, algo que el desaconseja vivamente, y que podría explicar la desconfianza del mundo del Islam hacia aquellas generado desde hace unos decenios.
En él, Hazleton nos cuenta la historia del Islamismo desde la muerta de Mahoma hasta la consolidación del cisma entre Chiitas y Sunnitas, con la idea de tratar de dar algo de luz sobre algunos de los conflictos recientes en Oriente Medio. No tengo claro si este último objetivo lo consigue, pero lo que sí hace este libro es absorbernos con la historia de referencia contada de una forma magnífica. Y, no solo eso, sino que proporciona una serie de interesantes referencias sobre el tema y cercanos, que creo que pueden ser también dignas de exploración. En concreto, La historia de al-Tabari, o de los Reyes y Profetas, tiene una pinta alucinante.
Hazleton cuenta el cisma de una forma estupenda, no muy distante del estilo de Amin Maalouf (Samarcanda, Leon el Africano y otras tanta), aunque el inglés se preste menos al lirismo que el francés de éste. Además, lo cuenta de una forma muy cercana y en algunos momentos bastante vivida, como es en las batallas.
Vamos ya con el fondo, del que quiero dejar un breve resumen para mi recuerdo, y para el que no conozca las raíces del tema. Las causas del cisma entre Chiitas y Sunnitas tienen que ver, como no podía ser de otra forma, con el poder, esto es, con quien sería el heredero de Mahoma. Por un lado, estaba Ali, yerno de Mahoma y casado con su única hija, Fatima, hija de Khadly, primera mujer de Mahoma y única que le dio descendencia.. Ali resulta una figura casi mítica según nos la pinta Hazleton, sabio y aguerrido a la par, y siempre sacrificándose por el bien de la comunidad.
Frente a él se alza el clan de la última esposa de Mahoma, Aisha, con su padre Abu Bakr y su aliado, el general Omar. El caso es que con una serie de intrigas, dignas de Juego de Tronos, es Abu Bakr el que sale elegido como Califa del shura posterior a la muerte de Mahoma. Ali decide conformarse pacíficamente para preservar la unidad del Islam, algo que vuelve a hacer cuando Omar sucede a Abu Bakr, y cuando el primer Omeya, Othman, hace lo propio.
Es a la muerte de éste cuando comienzan realmente los problemas, pues en este momento solo se ve como legítimo heredero a Ali. Desgraciadamente, Aisha tiene algún problema con este mandato, e intriga para que vuelva a haber división; sin embargo, esta vez Ali opta por las armas, y asume el califato/emirato tras la batalla de Bosra (la Batalla del Camello). Por cierto, una Fitna en término arábico, o guerra civil.
Ni aún así durará mucho su pacifico mandato: desde Damasco surge la figura de Muawiya, hábil político e intrigante, y seguramente gobernante, y enreda la situación de tal forma que Ali termina asesinado, y él como nuevo califa. En estos eventos tienen un importante papel los primeros radicales del Islam, los Wahhabi, de los que descienden los Saudíes.
Sobreviven, no obstante, dos hijos de Ali, nietos de Mahoma: Hasan y Hussein. Muawiya se las arregla para mantener el poder si demasiados problemas, dado que ninguno de los nietos es de naturaleza belicosa. Hasan muere, no está claro si de forma natural, y también lo hará Muawiya. Y es con la pretensión de que el trono lo heredé si hijo Yazid que se produce el hecho definitivo en la escisión. En efecto, tal pretensión es contestada por algunas tribús de Iraq, que pretenden que Hussein sea el nuevo califa o Emir. Consiguen embarcar al pacifico Hussein en la aventura, y ésta termina fatal en lo que se conoce como Kerbala, que básicamente supone la aniquilación de la estirpe de Mahoma. Esta Kerbala es celebrada por los Chiitas en una fiesta de 10 días en que se rememoran determinado momentos míticos de la batalla.
Así que tenemos por un lado a los Sunnies, culpables de esta aniquilación, y por otro a los Chiitas, que siguen pensando en la existencia de Mahdi, un Emir descendiente de Mahoma (gracias a un hijo enfermo de Hussein que se habría escondido y habría sobrevivido), que en algún momento aparecerá de su escondrijo.
Interesante, ¿eh? Y todo esto narrado de forma magnífica, con evocadores nombres de los episodios contados, como la Historia del Collar, el Episodio de la Pluma y Papel o la Gente bajo la Capa.
El último capítulo lo dedica Hazleton a contarnos algunas utilizaciones concreta de este enfrentamiento para objetivos políticos. Por ejemplo, el derrocamiento del Shah y encumbramiento de Khomeini en Iran, donde se asumía que el Khomeini era el 12 Emir esperado por los Chiitas. También denuncia Hazleton el uso de este enfrentamiento por parte de potencias occidentales, algo que el desaconseja vivamente, y que podría explicar la desconfianza del mundo del Islam hacia aquellas generado desde hace unos decenios.
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