Bajo este título, y tras los prolegómenos de camuflaje de rigor, se encuentra un furibundo ataque al partido republicano de los Estados Unidos, al que se acusa de distorsionar la ciencia y usarla para sus fines. No deja de ser curioso que se ataque a dicho partido por lo mismo que cualquier lector medianamente informado de los pensadores de izquierdas puede achacarles con cierta facilidad.
Me podría creer que en EEUU la gente leída tiene la misma visión de los Republicanos que en Europa de los socialistas. Pero eso iría contra la evidencia de la dominancia Democrática de los medios, o al menos de aquellos medios que llegan a Europa. Pero, bueno, no seré yo quien defienda a los políticos.
Los comienzos del libro, sin ser entusiasmantes, sí despiertan cierto interés. Aquí, el señor Pierce nos presenta al "prank" americano, que defiende ideas absurdas, pero al mismo tiempo tiene la dignidad de posibilitar el cambio de la sociedad por la libertad de pensamiento. El ejemplo paradigmático es un tal Ignatius Donnelly, que sostiene que la civilización viene de la ciudad hundida Atlantis, nos habla del Ragnarok o fin del mundo, y defiende que Shakespeare no existió.
Para Pierce, el "prankismo" se corrompe con la llegada de los "mass media", cuyo funcionamiento permite pasar a un nuevo tipo de validación de la verdad, lo que llama el autor "The Gut" (la entraña). La verdad ya no es lo que dice la ciencia, sino lo que cree la mayoría. Se consigue mediante un procedimiento con tres etapas: 1) decir algo muy alto; 2) parecer creerlo; 3) que mucha gente se lo crea.
Hasta aquí, el argumento es incluso interesante, como crítica de la democracia y sus mecanismos. El problema es que llegado aquí, se ve la verdadera intención de Pierce, que no es otra que arremeter contra los Republicanos como supuestos cómplices de la aparición de dicha "Gut", para conseguir así sus fines políticos. Por sus paginas empiezan a desfilar temas como la creencia en conspiraciones, el enfrentamiento de la teoría de la evolución frente a la del Diseño Inteligente, la Superautopista NAFTA, la eugenesia (detallada paso a paso en el caso de Terri Schiavo), el cambio climático (por supuesto) y, tachán, la guerra de Irak orquestada por Bush (como si esta pudiera en algún caso ser una decisión científica y no política).
Sin duda, donde más se le ve el plumero al autor es cuando explica lo del cambio climático. Para ello, se nos va a Shishmaref, un pueblo posiblemente afectado, nos cuenta las penas de sus habitantes (llegando a proponer la figura del "refugiado ecológico", toma ya) y en base a esta evidencia anecdótica y a manifiestos firmados por científicos, ya concluye Pierce que todos los científicos que no aceptan el cambio climático o su origen humano, son pranks que emborronan el debate. Solo es evidencia científica la que recaban los defensores del cambio climático. Mejor ejemplo del "prankismo" atacado por el autor es difícil encontrar.
Otro apunte: nos cuenta una escena en que se reunen varios republicanos de prestigio para preparar el futuro post-Bush (el libro es de 2008, o sea que Obama apenas entra en escena). Entre estos republicanos está Ron Paul, del que dice que fue el único senador que siempre se opuso a la guerra de Irak. Pero, claro, inmediatamente nos recuerda que defiende el patrón oro, con la intención de desacreditarle. Eso es lo que le importa la ciencia a Mr. Pierce.
Con todo, lo peor del libro es simplemente una cosa: no hace reír. Nada de lo que cuenta ni de la forma que lo cuenta invita a la risa. Lo único que trasluce es el resentimiento del autor y el odio a los Republicanos. Y conste que puedo convivir con ambas facetas, siempre y cuando me ría. Pero en esto no cumple su parte.
Lo más interesante de esta lectura para mí han sido, aparte de alguna de las historias que cuenta (cuanto más independientes de partidos políticos, mejor), las referencias al presidente Madison, sucesor de Jefferson, que debía de ser un tipo preparado y concienzudo. Suelen referirse a la oposición entre democracia y conocimiento, a defender la actuación de los jueces de la presión de la mayoría, y a temas similares.
No obstante, ello es suficiente disculpa para recomendar un libro supuestamente divertido, pero que no es capaz de hacerte reír.
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