lunes, 27 de mayo de 2019

The Shahnameh, de Ferdusi (y otros)

En este libro se incluyen tres obras clásicas persas. Junto al Shahnameh (o Historia de los Reyes), se incluyen el Rubiyat de Oman Khayyem, y el Divan, del poeta Shirazi Hafez. Lo que pasa es que por extensión domina claramente el primero, ocupando un 90% del volumen. 
 
Este Shahnameh no deja de ser un libro de caballería en verso, género que personalmente tengo muy superado. Si el contenido me parece poco interesante, el posible atractivo se queda en la forma, pero aquí hay que luchar contra que la obra está escrita en persa y lo que toca leer es una traducción, que vete tú a saber que tendrá que ver con la obra original. La versión que yo he leído está en inglés y es considerada a su vez un clásico en sus términos. Esta versión respeta todo el contenido, pero no lo traduce todo en verso, sino que resumen muchos de los fragmentos y los pone en presa, intercalando los trozos en verso más destacados. Al parecer, sí existe una versión en francés integral, lo que anoto a título de inventario, ya que no tengo intención de leerla.

La historia de los Reyes comienza con Husheng y llegará hasta Sikander (Alejandro Magno). Para mí ha sido imposible identificar a qué reyes se refería, y me he pasado prácticamente toda la lectura sin saber en qué época histórica transcurren los supuestos hechos, aunque tampoco me preocupaba habida cuenta del carácter fantástico del relato.
 
Prácticamente todo lo que se cuenta, como corresponde a un libro de caballería, son aventuras y, sobre todo, batallas. Los principales rivales de los iraníes serán los turcos y los tártaros. Y el "malo" por excelencia un tal Afrasiyab, al que ubico al norte del actual Irán. El gran protagonista del libro es el héroe Rustam, hijo de Zal y Rudabeh, cuya primera hazaña es unir Irán con Arabia. Los principales episodios y los más conocidos de la obra de Ferdusi son los protagonizados por él, como sus siete trabajos y, sobre todo, la historia de Sohrab, que en esta versión es el único capítulo presentado integramente en verso. Se trata de una historia emotiva y trágica, en la vena de las grandes epopeyas clásicas, en la que Ferdusi termina matando a su hijo en combate, tras éste perdonarle un par de veces, y, por supuesto, desconociendo ambos la identidad de su contrincante.
Lo curioso de Rustam como héroe caballeresco es que no presenta la típica imagen de paladín que tienen los caballeros occidentales, en que el honor y la verdad están por encima de la victoria; por el contrario, Rustam, siendo muy poderoso en armas, no tiene problema en envilecerse y mentir astutamente si es lo que toca para sobrevivir. Como digo, lo pagará con la muerte de su hijo.

Junto a Rustam, aparecen otros muchos héroes persas, algunos de cuyos nombres recojo ahora: Giw, Saiawush, Barzu, Tus o Friburz. También aparecen en un momento dado referencias a Zardusht y su libro sagrado el Zendavesta, y a la extensión de esta religión por Persia. Imagino que Zardusht es otro nombre para Zoroastro. Y he de decir que me ha gustado especialmente la historia de Isfendiyar, que también tendrá que superar sus trabajos, en este caos, con una ruta con siete monstruos por la que le guía el demonio Kurugsar, y que le permitirá llegar a la Fortaleza Brazen para una épica conclusión. El climax de la obra quizá sea el enfrentamiento de Rustam con Isfendiyar, que supondrá la muerta para ambos.

Y es que el tema del destino, el Pathos de la tragedia griega, está muy presente, explícita e implícitamente, en la obra de Ferdusi. Las dos historias citadas, la de Sohrab y sobre todo la de Isfendiyar, son prueba evidente.

Superado el trago que ha requerido esta lectura, el volumen prosigue con el Rubayat de Omar Khayyam. Esta sí es una poesía espectacular y que merece la pena, y me la impresión de que la traducción es muy buena. El tema fundamental es filosófico: ¿cuál es el sentido de la vida? No hay mucho más que decir, pero sí dejar un par de párrafos que ilustren la excepcionalidad de la obra (o de su traducción):

I came like Water, and like Wind I go. 
Into this Universe, and Why not knowing 
Nor Whence, like Water willy−nilly flowing; 
And out of it, as Wind along the Waste, 
I know not Whither, willy−nilly blowing.
What, without asking, hither hurried Whence? 
And, without asking, Whither hurried hence!"
 
Otro:
"Why, if the Soul can fling the Dust aside, 
And naked on the Air of Heaven ride, 
Were't not a Shame—were't not a Shame for him 
In this clay carcase crippled to abide?
 
Por último, el volumen se cierra con el Divan, de Hafiz, pero este sí me ha parecido un verdadero tostón y no he encontrado nada aprovechable en él. Cmo curiosidad, el poeta termina siempre con una invocación a sí mismo. Es evidente que el problema no será Hafiz (poeta venerado aún en Irán, cuyo mausoleo en Shiraz es objeto de peregrinación) y posiblemente lo sea la traducción, o más seguramente mi falta de sensibilidad.
 

viernes, 24 de mayo de 2019

Structures of Social Life, de Alan Page Fiske

En este libro, el antropólogo Alan Page Fiske, propone una teoría bastante interesante desde muchos puntos de vista. Y no solo eso, sino que documenta extensivamente la coherencia de dicha teoría con la evidencia empírica, hasta montar un caso muy, muy convincente. La tesis de Fiske es que todas las relaciones sociales de los seres humanos se estructuras en base a cuatro modelos básicos, a saber, Compartición en Común (CS), jerarquía de autoridad (AR), equilibrio de trato (EM) y precio de mercado (MP) (Las siglas corresponden al nombre inglés que les da Fiske).

Dichos modelos son aparentes en múltiples dominios de la sociabilidad humana, entre los que Fiske documenta más de 20: motivación, distribución, intercambio, juicio moral, castigo... Además, los modelos actúan no solo como guía de comportamiento, sino también como referente moral y como impulso motivacional.

Fiske además propone que la emergencia de estos modelos en el individuo es algo endógeno, aunque su configuración final sea fijada exógenamente por la cultura y la tradición. En otras palabras, los cuatro modelos básicos afloran en distintos momentos del crecimiento del individuo (además, precisamente en el orden utilizado más arriba, que es el de menor a mayor complejidad), y esto lo ilustra Fiske mediante la observación en un par de niños.

Siendo esto así, todas las relaciones sociales en torno a cuatro modelos y emergencia endógena de los mismos, Fiske concluye que dichos modelos deben de haber surgido evolutivamente y están "impresos" en la psicología del ser humano. Vamos, que la "plantilla" de las relaciones sociales nos viene dada evolutivamente, y lo que hace el entorno social es llenar de una u otra forma tal plantilla. Como digo, todo muy interesante.

Desafortunadamente, en algún momento de la obra Fiske recuerda que es antropólogo, y se dedica a atizarnos con una descripción detallada de su experiencia con los Moose, una tribu de Burkina Faso que ha estudiado en profundidad. El problema no es la descripción antropológica en sí (aunque he de decir que ya estoy un poco harto de la falta de rigor de los antropólogos, tras haber leído a Levi-Strauss y más recientemente a Everett; no me extenderé ahora sobre esto). El problema es que decide emprenderla contra el modelo MP (precio de mercado), que según él domina la sociedad occidental, pero ni mucho menos es le dominante en el resto de las culturas.

Y es que cuando lees a antropólogos queda claro que se enamoran de las tribus que estudian, hasta parecerles siempre superior a la mercantilizada sociedad occidental (cuya capacidad de generación de riqueza es la que les permite sus aventuras). Es el mito del buen salvaje revisitado. Lo más divertido es que, al mismo tiempo que alaban sin rubor su organización basada en CS, no tienen reparos en constatar la gran pobreza en que viven, lo que, a sus ojos, hace aún más meritorio el organizarse como CS en vez de competitivamente. Una vez más, ¿no podían aprender algo de teoría económica para no hacer el ridículo en sus afirmaciones?

Lo cierto es que la emprende contra la teoría económica como forma de explicar lo que ocurre en la sociedad, pero sobre todo porque, según él, la teoría económica considera que el hombres es maximizador, racional, egoista e individualista. Y él demuestra que hay otras formas de organizarse socialmente que no son el MP. Menos mal que también él mismo matiza que una socialización basada en MP no implica maximización ni egoísmo ni hombre racional. En todo caso, creo que este coleo contra el mercado sobra y desmerece a su teoría.

El otro punto que desmerece y sobra, aunque causará la carcajada de quien no se asuste de las matemáticas, es su afán por formular matemáticamente sus modelos básicos de relaciones sociales. Así, nos asegura que el modelo CS es una relación de equivalencia (recuérdese, relación entre elementos de un conjunto que cumple las propiedades reflexiva, simétrica y transitiva); AR es una relación de orden (no lo explico), EM es un cuerpo abeliano (jajajajaja) y termina diciendo que MP es un espacio vectorial arquimediano. (jajajajajajajajajaja).

Bueno, hechos estos apartes, sí es un ensayo muy interesante y que merece la pena para los interesados en temas de psicología y sociología. Que nadie se confie, en un libro ardúo de leer y que requiere tiempo, pausa y reflexión. Yo, eso sí, prescindiría de la lectura del capítulo 9 y, sobre todo, de la parte IV (la puramente antropológica sobre los Moose).

lunes, 20 de mayo de 2019

El director, de David Jiménez

David Jiménez era un feliz corresponsal internacional de El Mundo, hasta que le propusieron hacerse cargo de la dirección del periódico, tras las salidas sucesivas de Pedro J. Ramírez y Casimiro García-Abadillo. En este libro nos relata ese año de experiencia que tuvo a los mandos del conocido diario.
 
No me ha sorprendido demasiado lo que cuenta. Yo llevo más de diez años sin ver noticias en Televisión, más de 20 sin leer periódico (salvo puntualmente) y ya van un par que ni siquiera me asomo regularmente a los diarios de Internet. Un reflejo evidente de mi absoluta desconfianza en periodistas y medios. Pues bien, el relato que he leído al señor Jiménez no hace más que ratificarme en mi decisión, y explicar por qué era correcta. El tiempo que dedicaba a informarme por estas vías ahora lo dedico a leer libros, eso que gano.
 
Jiménez desgrana bien las razones de que esto me haya pasado, como supongo que a mucha gente. No lo hace sistemáticamente, pues su relato es más bien autobiográfico, pero salen en algún punto. Por ejemplo, este párrafo:
"La opinión y la información era un concepto que chirriaba en la prensa nacional, que las mezclaba sin rubor. Podías coger los cuatro principales periódicos del país y leer versiones opuestas de los mismos hechos, adaptados a la línea editorial o interés de cada diario. Luego, en reuniones y debates, los grandes editores se preguntaban el porqué de la pérdida de credibilidad de la prensa.
  
Yo no lo habría expresado mejor, pero esto es obvio para cualquier persona con dos dedos de frente. Tenemos el ejemplo reciente del fallecimiento de Rubalcaba: a los dos segundos de verlo en TV, ya sabía lo que esperaba al televidente la tarde del viernes y seguramente el fin de semana. O los tertulianos a sueldo, que ya sabemos todos lo que van a decir en cada momento y a cada tema. NO me da la gana de que esta gentuza fije mi agenda de temas de interés, y por eso me niego a seguir las noticias.  

También nos introduce al "periodismo de trabuco", basado en el Gran Juego de los Favores. Este consiste en que los medios tienen acuerdos con determinadas grandes empresas para no hacerlas daño, y a cambio reciben su publicidad. Es por ello que Jiménez se queja de que "Los departamentos de publicidad habían usurpado funciones a las redacciones, influyendo cada vez más en el contenido periodístico o elaborándolo directamente.
 
Esta situación se materializa en lo que Jiménez llama "Los Acuerdos", algunos de los cuales, nos dice, parecían sacados del manual de la Cosa Nostra. Porque claro, una vez el modelo de negocio pasa a ser no hacer daño a determinadas empresas, la cosa se puede subvertir con facilidad: puedes amenazar a las empresas con hacerles daño a menos que suelten pasta. Este parece ser el modelo de negocio de algunos "Confidenciales" en Internet, aunque todos recordaremos las conversaciones de Marhuenda surgidas hace unos meses, en relación con esta práctica mafiosa. Por cierto, que al inclito Marhuenda le sacude por todos los lados, y yo no tengo más remedio que darle la razón, pues siempre he pensado mal de él, aunque sin la inside information que ofrece Jiménez, solo de oírle en alguna de las mil tertulias en que participa.

¿Y qué pasa con la credibilidad del propio Jiménez? ¿No será esto el relato de un tipo quemado contra sus jefes y el mundo? Pues no digo yo que no pueda ser, pero la sensación que da en este libro es más bien de un tipo honrado, periodista a la antigua usanza (esto es, interesado en la información y no las intrigas) y además humilde. Porque su estilo transluce humildad. Es un estilo sobrio, sin adornos, casi de niño pequeño contando con ingenuidad lo que le ha pasado. Sino constantes, si son frecuentes sus dudas sobre si su dirección en El Mundo fue acertada o equivocada, y no tiene problemas en reconocer sus errores. Para remate, si es cierto que salió de El Mundo renunciando a prebendas para no renunciar a sus principios, esto es, preservando el derecho a contar lo que le había pasado, entonces el valor de lo que nos cuenta se multiplica.

En todo caso, volviendo a la historia de Jiménez, lo que trasluce es un cambio de modelo de negocio, que pasa de dar información a los lectores, a ser un medio de extorsión, más centrado en gestionar los favores que puede obtener por su poder. El problema es, obviamente, que si te olvidas de tus lectores, en algún momento tampoco podrás conseguir favores ejerciendo el poder que éstos te dan. 
Algo que constata casi al final del libro Jiménez: "solo importábamos a un pequeño gueto de la elite económica, política, burocrática, académica y cultural de Madrid. Solo éramos relevantes para el establishment de la capital, en parte porque llevábamos décadas escribiendo sobre y para él."
 
Los esfuerzos de Jiménez por devolver El Mundo a esos orígenes casi idealistas de la función de la prensa, de informar (y opinar también, claro, pero ordenadamente), no parecen haber dado fruto. Quizá fue por su incapacidad, o quizá también por la oposición interna que encontró en la directiva administrativa de la empresa. Pero también podría ser, y esto es lo más preocupante, porque el público español no demande realmente información. Nos dice Jiménez que "Los estudios de mercado eran deprimentes, porque demostraban que a muchos lectores de prensa no les importaba la calidad de la información o su rigor, sino que el diario reforzara sus creencias y posiciones."
 
Si esto es así, lo lógico es que hayan aparecido los modelos de negocio en medios que padecemos en la actualidad. En un entorno con barreras legales de entrada, dichos modelos podrían no ser reflejo de la demanda de los ciudadanos; pero con Internet asegurando la competencia, la conclusión es la triste ya apuntada. 
 
Y que es coherente con los resultados que arrojaron las elecciones nacionales, y se anuncian para las autonómicas y locales. Tenemos una sociedad infantilizada, de gente que se cree con derecho a todo, y a la que la realidad le importa una mierda. Las elecciones, mejor dicho, los partidos políticos que tenemos, lo reflejan, y la prensa que sobrevive también. Ya veremos lo qué pasa.

jueves, 16 de mayo de 2019

Serie: Line of Duty

Esta serie es uno de los fenómenos de los últimos años, hasta el punto de que el estreno de su quinta temporada fue el programa con más audiencia en lo que va de año en Inglaterra. Su creador es un tal Jed Mercurio, de apellido perfectamente identificable, y que también lo fue de otro gran éxito del año pasado, The Bodyguard.

Los que hayan visto ésta, ya saben que esperar de Line of Duty: tramas enrevesadas hasta lo inimaginable, pero siempre manteniéndose dentro de la verosimilitud, y con cuerpos de policia involucrados.

En Line of Duty los protagonistas forman el departamento AC-12, el Asuntos Internos de la policía británica. Son tres los protagonistas indiscutibles: los agentes Steve Arnott (Martin Compston) y Kate Fleming (Vicky McClure), y su jefe, el superintendente Ted Hastings (Adrian Dunbar). Los tres nos guiaran a través de una montaña rusa de intrigas y traiciones, de las que muchas veces no podrán ser ajenos. Mercurio lleva el tema de Asuntos Internos hasta unos límites impensables, pero manteniendo en todo momento la tensión y atención.

Cada una de las temporadas (y van 5) tiene un "malo" protagonista, pero a su vez se agrupan en ciclos de tres temporadas para malos de mayor nivel, y cabe pensar que en algún momento atraparán al gran malo. ¿Será en la ya anunciada sexta temporada? Por cierto, son temporadas de 6 capítulos de 1 hora de duración.

Lo que más destaca de esta serie, y lo que se acostumbra a esperar con impaciencia el espectador en cuanto ha visto la primera temporada, son los interrogatorios. Cuando capturan a un sospechoso/a éste es llevado a una sala acristalada en que los protagonistas le confrontarán con las pruebas obtenidas e irán desgranando, o tratando de hacerlo, los puntos débiles y contradicciones de sus declaraciones.

Lo bueno de estos interrogatorios es que uno sabe cómo empiezan, pero es impredecible saber cómo terminarán. Y os aseguro que puede pasar de todo, incluso que termine detenido el agente interrogador. Eso es lo que consigue Mercurio con sus guiones. Para mí el rizo es cuando consigue, en determinado capítulo, que A interrogue a B al principio del mismo, y, según avanza, tengamos la situación contraria, en que es B el que interroga a A por las mismas sospechas.

También hay escenas de acción, aunque no predominan. También son magníficas, sobre todo las que cierran temporada. Y los protagonistas se ven acompañados por actores de cierto renombre, actuando como "malos" o como sospechosos.

En fin, una magnífica serie de la que estaba esperando como agua de mayo la nueva temporada, como ahora quedo esperando la nueva de Peaky Blinders, aún sin fecha. Y habrá que estar atento al figura de Jed Mercurio, que es capaz de sacar alguna otra serie entre medias.

martes, 14 de mayo de 2019

Serie: Home

La verdad es que los telespectadores ingleses tienen mucha suerte. Sus televisiones han dado con un formato de series muy flexible (temporadas de 6 capítulos de 25 o 50 minutos, según se trate de serie cómica o dramática) que les permite una oferta super-variada de series. Y, claro, con tanta variación, salen muchas cosas buenas.

¿Cuántas series cómicas se ofrecen a los espectadores ingleses? Ya me gustaría tener una estimación. En los últimos tiempos, he visto Derry Girls, This Time with Alan Partridge, Fleabag y ahora Home. Y como muchos de estos capítulos terminan con una promoción de la serie que viene a continuación, o de la que van a estrenar en breve, te puedes asomar a un universo aún más amplio. De hecho, la que ahora comento, la conocí porque aparecía promocionada al final de Derry Girls.

El tema de la serie es la inmigración ilegal y la tragedia, en concreto, de los sirios. El protagonista, Sami, es de hecho un refugiado sirio que llega a Inglaterra en el maletero de una familia inglesa que vuelve de sus vacaciones. El formato, más que cómico, es simpático: más que la carcajada, la serie consigue la sonrisa, sobre todo aprovechándose de nuestros prejuicios. Uno de los momentos más paradigmáticos, y brillantes, es cuando el niño inglés le prepara a Sami un habitáculo para que pueda hacer sus rezos: Sami no querrá decepcionar al infante, pero pronto sabremos que es cristiano.

Lo más preocupante de la serie es una reflexión que hace Sami al pater familiae: nos tenéis miedo porque somos como vosotros, somos la clase media de Siria que lo ha perdido todo. Por lo demás, los problemas puramente emigratorios se mezclan con los problemas normales de cualquier familia o pareja, para mostrarnos con claridad que los refugiados son realmente como nosotros, aparte de su circunstancia especial.

La serie se ve con interés y entretenimiento, aunque a mí no me ha llegado a suscitar entusiasmo. De hecho, no creo que viera una supuesta segunda temporada. Pero eso, si ves tele inglesa te da igual, pues ya habrán aparecido en antena otro par de comedias que puedan resultar interesantes. Aquí, en cambio, nos tendremos que seguir contentando con los infinitos debates políticos impostados.

lunes, 13 de mayo de 2019

Fuego Persa ("Persian Fire"), de Tom Holland

En paralelo a mi reciente viaje a Irán, quería leer algo relacionado, como es lógico. Tras empezar el Shahnameh, constaté sus limitaciones respecto a lo que yo buscaba (algo de contexto histórico sobre Irán), debidas a ser una obra épica y poética. Así que rectifiqué en el aire y me encontré leyendo este "Persian Fire" del historiador británico Tom Holland.

Al principio no las tuve todas conmigo: vaya, otra vez lo mismo, pensé. Téngase en cuenta que en los últimos años he leído Salamina, de Javier Negrete, y Creation, de Gore Vidal, que tratan del mismo tema. Y este libro prometía contarme, otra vez, la batalla de las Termópilas (los 300 de Leónidas) y la de Salamina.

No solo eso, afortunadamente, pues Holland aclara que nos va a explicar también toda la secuencia histórica que lleva a ese momento tan decisivo (para muchos) en la historia de Occidente. Dicho y hecho, Holland empieza contándonos el origen del imperio Persa, desde los asirios y los medos, hasta la aparición de Ciro y posteriores triunfos de Cambises y Dario. O sea, justo lo que un servidor andaba buscando.

Y aquí es dónde empecé a valorar debidamente la figura de Ciro el Grande, uno de los personajes legendarios para los iraníes de hoy en día, que se siguen acercando a su tumba por cientos en una especie de peregrinaje laico. Ciro fue el primer emperador, el primer rey victorioso que tuvo la visión de respetar las vidas de los pueblos vencidos a cambio de su vasallaje (que no esclavitud). Su estrategia probó ser exitosa, como lo demuestra la amplitud que llegó a alcanzar el imperio por él fundado, tras los reinados de Cambises y Dario. Tal extensión queda perfectamente reflejadas en los relieves de las escaleras de Persépolis, donde se muestran a todos y cada uno de los reinos subyugados en el momento de hacer su ofrenda al Rey de Reyes.

De esta parte del libro, quizá la que más desconocida me resultaba, me parecen destacables la referencia a leyenda negra que se creo en Egipto sobre Cambises, después de que éste les conquistara, y la astucia sin igual de Dario para hacerse con el poder a la muerte de aquél, así como la forma en que sofocó la rebelión de Babilonia, la ciudad más rica de la época. Tampoco hay que desdeñar el aparato logístico persa, capaz de las enormes hazañas que se nos cuentan (y que, por cierto, es tan impresionante como el que montaría Castilla unos siglos después para controlar el Atlántico y el Pacífico).

Los capítulos siguientes se dedican al origen de Esparta y de Atenas, los principales rivales de los persas en las guerras médica. Holland da una visión bastante global, incorporando la historia de las colonias atenienses (en especial, Siracusa) y los conflictos con sus principales competidores, los fenicios-cartagineses. Todo muy interesante y ameno.

A partir de aquí, ya entramos en los episodios más conocidos, como son la batalla de Marathon, las Termópilas y Salamina. Sin embargo, su lectura es de gran interés, pues Holland escribe francamente bien, muy, muy bien, es un placer la lectura de este libro aunque sea sobre episodios sobradamente conocidos. Mantiene muy bien la distancia con sus héroes, y no desdeña ese punto irónico al aproximarse a ellos, lo que les dota de cuerpo y alma. Algo que también consigue con las descripciones que da de costumbres, vida y acontecimientos que narra. Holland tiene un talento especial para incorporar esos pequeños detalles que, repentinamente, cambian una narración histórica en una escena llena de vida. Me quejaba en mi anterior entrada de que Marcos Chicot era incapaz de sumergirnos en la Crotona y la Sibaris de Pitágoras. Pues bien, Holland lo consigue de calle, y encima lo hace en un libro de historia, no una novela.

Un último aspecto que me ha llamado la atención es el espacio que dedica Holland a explicarnos la legitimación religiosa que buscan todos los protagonistas en sus acciones, y especialmente el rey persa Jerjes. Los Persas se ven a sí mismos como los depositarios de la Verdad, y con una misión divina de destruir la Mentira. Es eso lo que, en último término justifica la expedición de Jerjes y el boato con que la lleva a cabo.

La resistencia de los griegos contra las persas se ve tradicionalmente como un evento decisivo en la historia de Occidente. Gracias a la victoria de los aliados griegos, se detuvo el imparable avance persa hacia Europa que, según dicen, hubiera supuesto la imposibilidad de la libertad y el desarrollo que Occidente conocería más adelante. Francamente, yo no sé qué opinar: creo que el Imperio Persa llegó dónde llegó precisamente porque respetaba considerablemente la libertad de los pueblos que subyugaba (la innovación de Ciro); contra ello, la innovación que aportaban los atenienses tenía más que vez con la democracia (o, mejor, isonomía, término usado por Holland y también por Hayek), esto es, la igualdad de todos los hombres ante la ley. Y a quién diga que los espartanos peleaban por la libertad,  habrá que preguntarle de quién, a la vista del régimen que se habían dado a sí mismos y a sus helotes.

Este Persian Fire me ha parecido un libro excelente y muy recomendable, que no dudo en recomendar a cualquier lector. Yo, por mi parte, meto a Tom Holland en el radar, a ver que más cosas le leo.