En paralelo a mi reciente viaje a Irán, quería leer algo relacionado, como es lógico. Tras empezar el Shahnameh, constaté sus limitaciones respecto a lo que yo buscaba (algo de contexto histórico sobre Irán), debidas a ser una obra épica y poética. Así que rectifiqué en el aire y me encontré leyendo este "Persian Fire" del historiador británico Tom Holland.
Al principio no las tuve todas conmigo: vaya, otra vez lo mismo, pensé. Téngase en cuenta que en los últimos años he leído Salamina, de Javier Negrete, y Creation, de Gore Vidal, que tratan del mismo tema. Y este libro prometía contarme, otra vez, la batalla de las Termópilas (los 300 de Leónidas) y la de Salamina.
No solo eso, afortunadamente, pues Holland aclara que nos va a explicar también toda la secuencia histórica que lleva a ese momento tan decisivo (para muchos) en la historia de Occidente. Dicho y hecho, Holland empieza contándonos el origen del imperio Persa, desde los asirios y los medos, hasta la aparición de Ciro y posteriores triunfos de Cambises y Dario. O sea, justo lo que un servidor andaba buscando.
Y aquí es dónde empecé a valorar debidamente la figura de Ciro el Grande, uno de los personajes legendarios para los iraníes de hoy en día, que se siguen acercando a su tumba por cientos en una especie de peregrinaje laico. Ciro fue el primer emperador, el primer rey victorioso que tuvo la visión de respetar las vidas de los pueblos vencidos a cambio de su vasallaje (que no esclavitud). Su estrategia probó ser exitosa, como lo demuestra la amplitud que llegó a alcanzar el imperio por él fundado, tras los reinados de Cambises y Dario. Tal extensión queda perfectamente reflejadas en los relieves de las escaleras de Persépolis, donde se muestran a todos y cada uno de los reinos subyugados en el momento de hacer su ofrenda al Rey de Reyes.
De esta parte del libro, quizá la que más desconocida me resultaba, me parecen destacables la referencia a leyenda negra que se creo en Egipto sobre Cambises, después de que éste les conquistara, y la astucia sin igual de Dario para hacerse con el poder a la muerte de aquél, así como la forma en que sofocó la rebelión de Babilonia, la ciudad más rica de la época. Tampoco hay que desdeñar el aparato logístico persa, capaz de las enormes hazañas que se nos cuentan (y que, por cierto, es tan impresionante como el que montaría Castilla unos siglos después para controlar el Atlántico y el Pacífico).
Los capítulos siguientes se dedican al origen de Esparta y de Atenas, los principales rivales de los persas en las guerras médica. Holland da una visión bastante global, incorporando la historia de las colonias atenienses (en especial, Siracusa) y los conflictos con sus principales competidores, los fenicios-cartagineses. Todo muy interesante y ameno.
A partir de aquí, ya entramos en los episodios más conocidos, como son la batalla de Marathon, las Termópilas y Salamina. Sin embargo, su lectura es de gran interés, pues Holland escribe francamente bien, muy, muy bien, es un placer la lectura de este libro aunque sea sobre episodios sobradamente conocidos. Mantiene muy bien la distancia con sus héroes, y no desdeña ese punto irónico al aproximarse a ellos, lo que les dota de cuerpo y alma. Algo que también consigue con las descripciones que da de costumbres, vida y acontecimientos que narra. Holland tiene un talento especial para incorporar esos pequeños detalles que, repentinamente, cambian una narración histórica en una escena llena de vida. Me quejaba en mi anterior entrada de que Marcos Chicot era incapaz de sumergirnos en la Crotona y la Sibaris de Pitágoras. Pues bien, Holland lo consigue de calle, y encima lo hace en un libro de historia, no una novela.
Un último aspecto que me ha llamado la atención es el espacio que dedica Holland a explicarnos la legitimación religiosa que buscan todos los protagonistas en sus acciones, y especialmente el rey persa Jerjes. Los Persas se ven a sí mismos como los depositarios de la Verdad, y con una misión divina de destruir la Mentira. Es eso lo que, en último término justifica la expedición de Jerjes y el boato con que la lleva a cabo.
La resistencia de los griegos contra las persas se ve tradicionalmente como un evento decisivo en la historia de Occidente. Gracias a la victoria de los aliados griegos, se detuvo el imparable avance persa hacia Europa que, según dicen, hubiera supuesto la imposibilidad de la libertad y el desarrollo que Occidente conocería más adelante. Francamente, yo no sé qué opinar: creo que el Imperio Persa llegó dónde llegó precisamente porque respetaba considerablemente la libertad de los pueblos que subyugaba (la innovación de Ciro); contra ello, la innovación que aportaban los atenienses tenía más que vez con la democracia (o, mejor, isonomía, término usado por Holland y también por Hayek), esto es, la igualdad de todos los hombres ante la ley. Y a quién diga que los espartanos peleaban por la libertad, habrá que preguntarle de quién, a la vista del régimen que se habían dado a sí mismos y a sus helotes.
Este Persian Fire me ha parecido un libro excelente y muy recomendable, que no dudo en recomendar a cualquier lector. Yo, por mi parte, meto a Tom Holland en el radar, a ver que más cosas le leo.
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