lunes, 20 de mayo de 2019

El director, de David Jiménez

David Jiménez era un feliz corresponsal internacional de El Mundo, hasta que le propusieron hacerse cargo de la dirección del periódico, tras las salidas sucesivas de Pedro J. Ramírez y Casimiro García-Abadillo. En este libro nos relata ese año de experiencia que tuvo a los mandos del conocido diario.
 
No me ha sorprendido demasiado lo que cuenta. Yo llevo más de diez años sin ver noticias en Televisión, más de 20 sin leer periódico (salvo puntualmente) y ya van un par que ni siquiera me asomo regularmente a los diarios de Internet. Un reflejo evidente de mi absoluta desconfianza en periodistas y medios. Pues bien, el relato que he leído al señor Jiménez no hace más que ratificarme en mi decisión, y explicar por qué era correcta. El tiempo que dedicaba a informarme por estas vías ahora lo dedico a leer libros, eso que gano.
 
Jiménez desgrana bien las razones de que esto me haya pasado, como supongo que a mucha gente. No lo hace sistemáticamente, pues su relato es más bien autobiográfico, pero salen en algún punto. Por ejemplo, este párrafo:
"La opinión y la información era un concepto que chirriaba en la prensa nacional, que las mezclaba sin rubor. Podías coger los cuatro principales periódicos del país y leer versiones opuestas de los mismos hechos, adaptados a la línea editorial o interés de cada diario. Luego, en reuniones y debates, los grandes editores se preguntaban el porqué de la pérdida de credibilidad de la prensa.
  
Yo no lo habría expresado mejor, pero esto es obvio para cualquier persona con dos dedos de frente. Tenemos el ejemplo reciente del fallecimiento de Rubalcaba: a los dos segundos de verlo en TV, ya sabía lo que esperaba al televidente la tarde del viernes y seguramente el fin de semana. O los tertulianos a sueldo, que ya sabemos todos lo que van a decir en cada momento y a cada tema. NO me da la gana de que esta gentuza fije mi agenda de temas de interés, y por eso me niego a seguir las noticias.  

También nos introduce al "periodismo de trabuco", basado en el Gran Juego de los Favores. Este consiste en que los medios tienen acuerdos con determinadas grandes empresas para no hacerlas daño, y a cambio reciben su publicidad. Es por ello que Jiménez se queja de que "Los departamentos de publicidad habían usurpado funciones a las redacciones, influyendo cada vez más en el contenido periodístico o elaborándolo directamente.
 
Esta situación se materializa en lo que Jiménez llama "Los Acuerdos", algunos de los cuales, nos dice, parecían sacados del manual de la Cosa Nostra. Porque claro, una vez el modelo de negocio pasa a ser no hacer daño a determinadas empresas, la cosa se puede subvertir con facilidad: puedes amenazar a las empresas con hacerles daño a menos que suelten pasta. Este parece ser el modelo de negocio de algunos "Confidenciales" en Internet, aunque todos recordaremos las conversaciones de Marhuenda surgidas hace unos meses, en relación con esta práctica mafiosa. Por cierto, que al inclito Marhuenda le sacude por todos los lados, y yo no tengo más remedio que darle la razón, pues siempre he pensado mal de él, aunque sin la inside information que ofrece Jiménez, solo de oírle en alguna de las mil tertulias en que participa.

¿Y qué pasa con la credibilidad del propio Jiménez? ¿No será esto el relato de un tipo quemado contra sus jefes y el mundo? Pues no digo yo que no pueda ser, pero la sensación que da en este libro es más bien de un tipo honrado, periodista a la antigua usanza (esto es, interesado en la información y no las intrigas) y además humilde. Porque su estilo transluce humildad. Es un estilo sobrio, sin adornos, casi de niño pequeño contando con ingenuidad lo que le ha pasado. Sino constantes, si son frecuentes sus dudas sobre si su dirección en El Mundo fue acertada o equivocada, y no tiene problemas en reconocer sus errores. Para remate, si es cierto que salió de El Mundo renunciando a prebendas para no renunciar a sus principios, esto es, preservando el derecho a contar lo que le había pasado, entonces el valor de lo que nos cuenta se multiplica.

En todo caso, volviendo a la historia de Jiménez, lo que trasluce es un cambio de modelo de negocio, que pasa de dar información a los lectores, a ser un medio de extorsión, más centrado en gestionar los favores que puede obtener por su poder. El problema es, obviamente, que si te olvidas de tus lectores, en algún momento tampoco podrás conseguir favores ejerciendo el poder que éstos te dan. 
Algo que constata casi al final del libro Jiménez: "solo importábamos a un pequeño gueto de la elite económica, política, burocrática, académica y cultural de Madrid. Solo éramos relevantes para el establishment de la capital, en parte porque llevábamos décadas escribiendo sobre y para él."
 
Los esfuerzos de Jiménez por devolver El Mundo a esos orígenes casi idealistas de la función de la prensa, de informar (y opinar también, claro, pero ordenadamente), no parecen haber dado fruto. Quizá fue por su incapacidad, o quizá también por la oposición interna que encontró en la directiva administrativa de la empresa. Pero también podría ser, y esto es lo más preocupante, porque el público español no demande realmente información. Nos dice Jiménez que "Los estudios de mercado eran deprimentes, porque demostraban que a muchos lectores de prensa no les importaba la calidad de la información o su rigor, sino que el diario reforzara sus creencias y posiciones."
 
Si esto es así, lo lógico es que hayan aparecido los modelos de negocio en medios que padecemos en la actualidad. En un entorno con barreras legales de entrada, dichos modelos podrían no ser reflejo de la demanda de los ciudadanos; pero con Internet asegurando la competencia, la conclusión es la triste ya apuntada. 
 
Y que es coherente con los resultados que arrojaron las elecciones nacionales, y se anuncian para las autonómicas y locales. Tenemos una sociedad infantilizada, de gente que se cree con derecho a todo, y a la que la realidad le importa una mierda. Las elecciones, mejor dicho, los partidos políticos que tenemos, lo reflejan, y la prensa que sobrevive también. Ya veremos lo qué pasa.

3 comentarios:

José García Palacios dijo...

Extraordinario artículo, con el que estoy de acuerdo por completo. Mañana lo enlazo en mi blog. Un saludo.

José García Palacios dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
José García Palacios dijo...

Lo prometido es deuda:
"El periodista, de David Jiménez"
Otro saludo.