Interesante ensayo sobre la locura colectiva que lleva invadiendo las sociedades occidentales desde hace un tiempo, en relación con aspectos como el sexo o la raza. El punto de partida del autor es muy gráfico: cuando parecía que el tren estaba llegando por fin a la estación (de la igualdad de derechos de todos los colectivos tradicionalmente discriminados, como mujeres, homosexuales o gentes de otras razas), sin saberse muy bien por qué, el tren volvió a acelerar y, por así decirlo, se pasó de frenada. Como consecuencia, se ha desatado una persecución más o menos intensa contra los considerados opresores: o sea, heteros, hombres y blancos, bueno, y cis. Murray trata de indagar en las razones de por qué esto ha sucedido.
Para ello, su libro se estructura en cuatro capítulos temáticos dedicados respectivamente a homosexuales, feminismo, racismo y transexuales. En los mismos, se acumulan anécdotas más o menos detalladas y con protagonistas más o menos célebres (de los que confieso, yo conocía menos de un 10%), reflejando instancias especialmente salvajes de tal discriminación invertida. Como ya he dicho, al desconocer a la mayor parte de sus protagonistas, no era capaz de ver el peso de lo ocurrido y, en general, me han resultado aburridas, casi mero cotilleo.
Mucho más interesantes son los interludios entre estas cuatro partes, en los que el autor aporta análisis sobre diversos aspectos más horizontales del fenómeno. En el primero de los interludios, documenta las bases marxistas de estos movimientos, aludiendo a Foucault y, sobre todo, a un par de argentinos, Laclau y Mouffe, quienes en su libro sobre el futuro del socialismo tras su colapso económico, apuntan sin ambages a sus posibles continuadores: "their ‘highly diverse struggles: urban, ecological, anti-authoritarian, anti-institutional, feminist, anti-racist, ethnic, regional or that of sexual minorities’ give purpose and drive to a socialist movement that needs new energy." Por cierto, pierda toda esperanza quien pretenda que estos movimientos se disuelvan en sus contradicciones internas, porque todos sabemos, nos dice Murray, "the myriad of contradictions a Marxist can hold in their head at any one time.".
El segundo de los interludios está dedicado a las redes sociales y en general nuevas tecnologías, cuyo papel en esta crisis es indiscutible y posiblemente imprescindible. En él, Murray denuncia que "the political atmosphere in Silicon Valley is several degrees to the left of a liberal arts college." Dos ejemplos: la decisión de Twitter, implícita obviamente, que la gente trans necesita más protección de las feministas, de lo que éstas necesitan protegerse de los trans; el otro, lo que llama el autor Machine Learning Fairness, o como corrige los sesgos raciales y sexuales Google en su motor de búsqueda, con sorprendentes resultados en muchas instancias. Además, explica la radicalización de las posiciones, pues "not having any need to meet, makes people double-down on positions (and attitudes) and ramp up their outrage.", para lo que cita al mismísmo Tocqueville y su loa de las asambleas cara a cara para resolver conflictos.
Y el tercero de los interludios lo dedica Murray a la capacidad de perdonar, o, al menos, de olvidar. Son numerosos los ejemplos en el libro sobre investigaciones en el pasado Internet de algún personaje con el objetivo, logrado la mayor parte de las veces, de impedirle hacer algo, o incluso de destruirle la carrera. Murray se cuestiona si tiene sentido pedir perdón en el contexto actual por cosas ocurridas o dichas en contextos completamente distintos (por ejemplo, las disculpas de National Geographic por su tratamiento de determinadas etnias a principios del XX). Y, al mismo tiempo, si es tan difícil perdonar, pues siempre se podrá encontrar algún fallo por aquellos que están a la caza y captura de ofensas.
Citando a un tal Arendt, nos dice: "Just as the only tool to protect against unpredictability is some ability to make and keep promises, so Arendt says only one tool exists to ameliorate the irreversibility of our actions. That is ‘the faculty of forgiving’."
Por fin, en las conclusiones, Murray retoma todos los hilos desarrollados y, en particular, conecta los tres interludios, para llamar la atención sobre las contradicciones del movimiento (lo importante no es lo que se diga, si no quien lo diga) y, principalmente, sobre su falta de interés por resolver los problemas que plantea a la sociedad. Las cosas que hacen los representantes de estos grupos no son "what you do if you are trying to build a coalition or a movement. It is what you do if you do not want to create a consensus. It is what you do if you are seeking to cause division."
Esto conecta, por un lado, con mi reciente lectura de Sartori y la creación interesada de "culturas" para la obtención de privilegios de los gobiernos. Y, por otro, con el neomarxismo del movimiento ya apuntado en el primer interludio, siguiendo más o menos conscientemente una estrategia de hacer a la gente dudar de absolutamente todo para luego mostrarse como salvador con su plan de iluminados, de la misma forma que los intelectuales marxistas pretendían guiar al obrero en su lucha contra el capitalista opresor.
Por último, no quiero dejar pasar los comentarios de Murray sobre aquellas áreas científicas en las que nadie se atreve a investigar, pues es poner su carrera en el disparadero. Por ejemplo, la investigación sobre un posible origen genético de la homosexualidad. Es especialmente preocupante que la comunidad científica deserte estos campos por miedo a la pérdida reputacional, dejándolo en manos de estos "humanistas" de pitiminí y de su activismo interesado. Pero, claro, son científicos, no héroes.
1 comentario:
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