Nanking era la capital de China con anterioridad a la segunda Guerra Mundial y fue testigo de una masacre con pocos precedentes en aquel momento. Estamos hablando de unos 400.000 chinos muertos a manos de japoneses, para empezar a hablar, más cientos de miles de violaciones y torturas. Sin embargo, es un acontecimiento relativamente poco conocido, si lo comparamos con otras fechorías de la época, especialmente las perpetradas por los Nazis. Precisamente si en la actualidad se conoce esta historia tiene mucho que ver con el esfuerzo realizado por esta autora, que conoció la calamidad gracias a sus padres, aunque no de primera mano.
De hecho, para valorar adecuadamente el libro hay que tener en cuenta esto último. La sensación al leerlo es de que está poco elaborado, que es sorprendentemente corto. Pero lo que pasa es que prácticamente cada frase que escribe Chang está documentada y tiene su fuente, algo a lo que dedica un tercio del libro. O sea, el mérito de Chang es pone juntas muchas cosas que debían de estar separadas y así uno se hace una verdadera idea de todo lo que sucedió.
Lo primero que trata de explicar la autora es cómo pudieron llegar los japoneses a cometer actos de tal brutalidad. Para ello, nos hace una somera historia de Japón, muy interesante, que tiene una inflexión fundamental en el siglo XIX, cuando se rompe su aislamiento con la humillación que ello supone, y cómo desde aquí rebota para convertirse en una gran potencia apoyándose en su papel de proveedor en la Primera Guerra Mundial.
En todo caso, las razones micro de tal brutalidad quedan resumidas así: "the modern Japanese army had great potential for brutality from the moment of its creation for two reasons: the arbitrary and cruel treatment that the military inflicted on its own officers and soldiers, and the hierarchical nature of Japanese society, in which status was dictated by proximity to the emperor."
Me gusta bastante el análisis que cita Chang sobre las causas que llevaron a Japón a convertirse en país invasor: "There are only three ways left to Japan to escape from the pressures of surplus population . . . emigration, advance into world markets, and expansion of territory. The first door, emigration, has been barred to us by the anti-Japanese immigration policies of other countries. The second door . . . is being pushed shut by tariff barriers and the abrogation of commercial treaties. What should Japan do when two of the three doors have been closed against her?" Es una nueva versión de Mises y de su "si no pasa el pan, pasarán los tanques".
El caso es que tenemos a un Japón convertido en superpotencia regional y un ejército entrenado a lo antigua usanza, que considera a los chinos como verdaderos cerdos. A ello se une la negligencia del mando chino, bien descrita por Chang, y, tras 4 días de asedio, tenemos a los japoneses haciendo lo que quieren con los pobres ciudadanos de Nanking. Y la verdad es que la descripción de las cosas que hicieron es sencillamente brutal. Pero como no soy morboso, no recogeré nada de esto. Recuérdese, eso sí, que cada cosa que dice Chang está perfectamente documentada, esto es, que de verdad ocurrieron las cosas.
El principal contrapeso resultó ser la zona neutra internacional, promovida por un grupo de extranjeros residentes en Nanking, principalmente alemanes y estadounidenses. Chang describe con cierto detalle el comportamiento heroico de estas personas, centrándose en tres de ellos. El más conspicuo es sin duda el Nazi bueno, Rabe, quien acudió al mismísimo Hitler para denunciar las fechorías japonesas y además consiguió, según parece, que los bombardeos japoneses no alcanzaran la zona neutral.
Otro contrapeso fueron los periodistas, que dieron a conocer al mundo lo que estaba ocurriendo, incluido a Japón. Y Chang denuncia cómo los esfuerzos del gobierno japonés se dedicaron más bien a tapar lo que estaba ocurriendo, que a tratar de disciplinar a sus ejército. En la línea, lo más llamativo es cómo las quejas de los administradores de la zona neutral eran atendidas educadamente por la embajada japonesa, al tiempo que reconocían su incapacidad para influir en lo que hacían los soldados. Y es que, opina Chang, "Japan’s behavior during World War II was less a product of dangerous people than of a dangerous government".
Sin embargo, la amargura alcanza su punto cenital en los capítulos finales, cuando Chang denuncia y constata que Japón se fue de rositas. Allí donde los alemanes tuvieron que hacer frente a graves responsabilidades por lo realizado, los japoneses casi ni reconocen la matanza, mucho menos han compensado a los numerosos perjudicados. Es muy ilustrativa la polémica sobre su inclusión en los libros de historia de texto que estudian los chavales japoneses.
Lo que sí hay que reprocharle a Iris Chang, y la razón por la que no me ha caído nada simpática, es que no se haya documentado también (y tan bien) sobre las victimas de la Santa Inquisición. Parece mentira que una persona que, según su marido, ha investigado "the Armenian Genocide, the rise of the Nazis and their persecution of the Jews, multiple World War II atrocities, the Chinese Civil War, the Great Leap Forward, and the Cultural Revolution.", ponga en la misma categoría lo ocurrido en Nanking o las matanzas del Gran Tamerlán, con lo que hicieron, cito textualmente, "the Christian armies during the Spanish Inquisition". Y no lo haga una vez, si no dos. No tuvo tiempo en su corta vida la señora Chang de documentarse sobre este episodio, y se quedó en el consumo de leyenda negra tan habitual en las universidades americanas. Pero es que estamos hablando de varios órdenes de magnitud de diferencia en víctimas, sin contar que la Inquisición no iba violando señoras ni haciendo prácticas de bayoneta con los no creyentes. Vamos, que me ha parecido una comparación vergonzosa e impropia.
Por lo demás, el estilo de la autora es extremadamente sobrio, como corresponde a un libro casi documental, aunque ello no dificulta su lectura. Destila un cierto tufo izquierdista (los grupos japoneses que tratan de ocultar o justificar la masacre son calificados sistemáticamente como de "right wing") que puede incomodar al lector, pero en todo caso los acontecimientos descritos no admiten partidismo y son contados con gran objetividad.
Yo creo que este libro conviene leerlo por varias razones. La principal es, por supuesto, conocer la magnitud de la masacre. Adicionalmente, se aprende un poco de la historia de Japón, Y, por último, permite conocer algunos grandes héroes a los que no se les ha hecho película, y confirmar que los estereotipos son muchas veces malos consejeros, y que se puede ser Nazi y buena gente. Por increible que parezca a los desalmados comunistas, que de estos no hubo ninguno salvando gente en Nanking.