Llego a esta autora y novela a través de mi hija pequeña. Como se observa, soy todoterreno en mis lecturas y exploraciones. Me encuentro que la escritora no es ni mucho menos una recién llegada al mundillo, y que su obra es razonable.
Esta novelilla no tiene nada especialmente reseñable, pero se lee bien, y te mantiene interesado al cambiar varias veces el paso. Empieza pareciendo un relato tipo de esos de suspense americanos en que un extraño llega a un pueblo y todos le miran mal, para pasar a ser una extraña historia de amor cimentada en una relación sexual de intercambio, que tiene la protagonista, Nat, con Andreas, al que dicen el alemán, a cambio de que le arregle el tejado.
Casualmente, reaparece uno de los temas del recién leído Anéantir, la importancia del sexo en el amor, cuando Andreas le propone "Ni siquiera entrar en ella, sino que ella le deje entrar.". Le surgirán dudas sobre si ese intercambio no es un acto de prostitución:"¿acaso no sería la misma transacción económica si él le hubiese dado dinero y con ese dinero ella contratara a un albañil?" Y es que "también el capital erótico se va escurriendo sin que uno se dé cuenta, solo se toma conciencia de él cuando desaparece".
Sara Mesa escribe con sobriedad, aunque parece notársele una cierta influencia de Javier Marías. Por un lado, Nat es traductora, aunque de francés en vez de inglés. Ello dará lugar a algunas reflexiones del estilo del autor de Corazón tan blanco. He aquí un ejemplo: "¿Tocar los cabellos o acariciar los cabellos? Tocar suena mal, pero es lo que aparece en el texto original. Si se refiriera a acariciar, ¿no habría escrito la autora caresser? ¿Y cabellos?"
Y, por otro, se encuentran algunas reflexiones sobre el propio uso del español, ésta quizá un poquito ruda: "Probablemente no la indultarían si estuviese revolcándose con su amante como una cerda mientras la pobre niña todavía llora durante las curas—esas, cree, serían las palabras que usarían: revolcarse, cerda—."
Lo dicho, novela cortita cuya lectura no es una completa pérdida de tiempo, y en la que el lector avezado sabrá hallar algunas reflexiones interesantes, como las que cito para cerrar esta entrada.
-"Pero si el silencio es la ausencia de palabras, ¿cómo puede existir un silencio en particular?"
-"Es increíble, se dice: removerse por dentro por completo, sacudirse, darse la vuelta y volvérsela a dar, en menos de lo que se tarda en gastar 125 mililitros de dentífrico."
Y me gusta esta frase que dice casi al final, cuando piensa que todos los vecinos conspiran contra ella: "El sol ya está alto, pero no calienta. Más tramoya, se dice. Un sol pintado, de pacotilla."
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