martes, 4 de junio de 2024

Inside the Kingdom, de Robert Lacey

A veces se conjuntan los astros y aparece un libro al mismo tiempo que te surge un interés. No sé donde me encontré esto, pero sí sé que fue cuando se me ha suscitado interés por Arabia Saudita, que es de lo que trata el libro. Y qué mejor introducción que la de un periodista americano que ha estado viviendo allí la torta de años: lo segundo le habrá dado el conocimiento, lo primero garantiza que la lectura será amena.

Y el libro no ha estado mal, aunque no ha sido lo que creía que iba a ser, esto es, una especie de relato costumbrista de su experiencia en el reino. No, lo que hace es coger de tal experiencia con un objetivo claro: tratar de entender por qué Bin Laden atacó a los EEUU aquel fatídico 11 de septiembre de 2001. Por el camino, algo de la vida en Arabia cuenta, sobre todo en relación con el trato a las mujeres, pero no demasiado. Así que tengo al final los sentimientos algo encontrados, porque me he enterado de cosas, pero no de las que quería enterarme. Al mismo tiempo, el libro se ha quedado antiguo con la evolución de Arabia Saudi en los últimos años.

Pero, bueno, que cosas de interés sí que he encontrado. Por ejemplo, la concepción del pais, que se resume en este párrafo:

"Think of central Arabia as being in three parts— the oil fields in the east, the holy cities of Mecca and Medina in the west, and the largely barren desert in the middle. At the beginning of the twentieth century, and for most of the previous centuries of Arabian history, those three geographical units were separate countries and, to some degree, cultures. It was the modern achievement of the House of Saud, through skilled and ruthless warfare, a highly refined gift for conciliation, and, most particularly, the potent glue of their Wahhabi mission, to pull those three areas together so that, by the end of the twentieth century, the world’s largest oil reserves were joined, sea to sea, to the largest center of annual religious pilgrimage in the world— and to their capital in the Wahhabi heartland of Riyadh."

Aquí se muestran ya los dos polos de la tensión en que se mueve el país: una familia real secular (los Saudies) y una facción radical del islam (los Wahhabies). El problema es que los Wahhabies tienen gran poder, y sus discrepancias con el rey no se resuelven siempre de forma pacífica, sino a base de atentados y muertes.

O sea, que si el monarca saudí se empeña en modernizar el Estado, por ejemplo autorizando a las mujeres a que conduzcan, lo que se va a encontrar en frente va a ser a imanes diciéndoles que son impuros y llamando a su asesinato, o al de las mujeres. Con el problema de que el llamado va a encontrar acogida en amplias capas de la población, o sea, que una decisión politica puede resultar en un bombazo literalmente. Por suerte, poco a poco, a base de acontecimientos (por ejemplo, la muerte de 15 niñas de un colegio en llamas a las que los guardianes de la moral no dejaron salir sin abaya), la opinión pública va cambiando y el rey puede hacer reformas sin tanta probabilidad de reacciones violentas. "We are building a national consensus that extremism is wrong. In the last few months we have had nine young men surrender themselves because their families brought them in. Whoever wins society will win this war.”"

Esta es la primera lección: Arabia Saudita vive en una tensión secular-religiosa que no viven otros países. La segunda se refiere al enemigo público número 1, Osama Bin Laden. El tipo es árabe de nacimiento y era millonario. Su padre había sido un gran empresario de la construcción (se le encargó, por ejemplo, la reforma de la mezquita de la Meca) y él también fue un gran emprendedor. Se estimaba su fortuna en unos 20 millones de dólares. Bin Laden era un tipo rico y emprendedor antes de hacerse terrorista y pasar de los palacios a las cuevas en Afganistan, lo que es revelador de sus convicciones.

Bin Laden se fue a Afganistán a luchar contra los comunistas (que, por cierto, eran el gran enemigo del Islam en los 80) y allí pudo observar el espíritu islámico auténtico en aquellos guerreros. Debió de quedar impresionado.

A la vuelta lo que se encontró fue a Saddam Hussein invadiendo Kuwait, y a los reyes saudies dejando que los impuros norteamericanos establecieran bases en el sagrado territorio de Arabia (la colaboración con los americanos venía de largo, a través del llamado Safari Club oponiéndose al comunismo en África).

Bin Laden era enemigo acérrimo de Hussein (secularización de un país islámico) pero le parecía mucho peor la profanación que habían autorizado los saudíes. Él creía que a Hussein había que derrotarle al estilo afgano. Esto que digo revela con claridad que no podía haber demasiada conexión de Saddam Hussein con los atentados del 11/S, y que la invasión de Irak fue un caso de "pues ya que". Lacey documenta que la invasión de Irak estaba en los papeles desde mucho antes del atentado.

La reacción de Bin Laden a lo que el veía con profanación comenzó lógicamente en su país y contra quienes veía como culpables de lo sucedido: un atentado en Riyadh de poca repercusión internacional, pero que terminó con el autor intelectual expulsado de Arabia y desposeido de su nacionalidad. Se refugió en Sudán donde sus dotes de emprendedor ("he ran a trucking company, a leather- tanning factory, a bakery, a honey and sweets- producing company, a furniture- making venture, and an import- export trading business.") le permitieron volver a generar riqueza que dedicar a sus infaustos fines (entrenamiento de terroristas).

En paralelo, tenemos el surgimiento de los talibán, palabra que quiere decir estudiantes. En el caso en que se había convertido Afganistán tras la derrota de la URSS, dominaba la violencia y todos contra todos. Aquello era ingobernable. Dentro del tráfago, las creencias de los talibanes les hacían ser un grupo más compacto y poco a poco se fueron haciendo más eficaces en el control de su territorio ("“Put down your weapons for the sake of the Koran,” they said to the bandits and warlords, brandishing the holy book in their faces. If anyone resisted, the young students shot them dead on the spot."). 

Terminaron siendo la apuesta de las grandes potencias para pacificar aquella parte del mundo, y fluyeron a los talibanes ingentes recursos desde Arabia Saudi y los EEUU. Eso sí, cuando por fin se hicieron con el control de Kabul "started issuing the prohibitions for which the Taliban would become notorious: no kite- flying, no pool tables, no music, no nail polish, no toothpaste, no televisions, no beard- shaving, no “British or American hairstyles,” no pigeon keeping, no playing with birds."

Al final, Bin Laden, que mantenía algunos contactos en Afganistán, optó por refugiarse allí, y montar el atentado ya varias veces citado. A los talibanes lo único que habría que reprocharles es que no entregaron al tipo cuando los árabes se lo pidieron, algo que hicieron antes del 11/S.

Como se ve, apasionante historia que ayuda a entender el enigma Bin Laden, lo que no quiere decir que se le justifique. 

El tercer punto que me ha parecido relevante tiene que ver con el trato a las mujeres. En Arabia "A woman may not enroll in university, open a bank account, get a job, or travel outside the country without the written permission of a mahram (guardian) who must be a male blood relative". Sin embargo, nada de esto se dice en el Corán, más bien al contrario. Así que lo que tenemos en realidad es un problema social. 

El ejemplo de la conducción es muy ilustrativo: como la mujer no puede conducir y el marido tiene que trabajar, si ha de trasladarse para hacer su actividad precisa de un conductor (un millón de conductores extranjeros trabajan en Arabia Saudi a la fecha del libro). Eso implica que mujer saudi tiene que pasar un montón de tiempo en un espacio pequeño con un varón que no es su marido o familiar. ¿Puede haber algo que suponga mayor riesgo para la moral de la mujer? Pues el caso es que se mantiene (se mantenía, las cosas han cambiado bastante desde la fecha del libro, parece) la prohibición. Ello demuestra que realmente su causa no es la religión, sino que el hombre considera que tiene que controlar a la mujer.

La narración de una mujer árabe y su experiencia con el marido, que nos cuenta Lacey en uno de los últimos capítulos, es también muy iluminadora. La conclusión que se saca es que los hombres árabes tratan mal, sin respeto, a sus mujeres, en gran parte por no perder cara respecto a los demás varones. Una pescadilla que se mueve la cola, y que claramente es un problema social. El radicalismo religioso no podría imponer esto sin la complicidad, posiblemente interesada, de los varones.

Lo que nos lleva a las personas que han educado a estos varones, que típicamente son sus madres, y a la sorprendente conclusión: "The mothers of Arabia have got to stop spoiling their sons. They must treat them as true equals with their daughters.".

Aunque esté obsoleto, la lectura de este libro algo aportará a quien, como era mi caso, sabía muy poco de Arabia Saudi. A eso hay que unir que está bien escrito y se lee con interés. Dicho esto, si el señor Lacey tiene alguna obra más actual al respecto, quizá sería esa la recomendable.

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