Otro más de la saga del Último Reino, y van 9. Afortunadamente, este ya es el penúltimo de los que lleva publicados, y el penúltimo de los que me pienso leer del autor. Y es que no soy capaz de resistirme a terminar algo que empiezo, incluso aunque se note que me están tomando el pelo.
Empecé leyendo esta serie porque me interesaba como novela histórica. En esta entrega, Cornwell renuncia ya explícitamente a que su novela sea considera como tal, por lo que ya es simplemente de aventuras. Digo esto porque el apéndice histórico que siempre acompaña a estas novelas, queda ya jibarizado a unos párrafos. Y más aún, porque de estos, el primero es para confesar que ninguno de los hechos narrados en la novela tiene base histórica, porque no se sabe qué estaba pasando en Inglaterra en esa época. Los demás párrafos son para contextualizar lo que el seguidor de la serie ya sabe: que los eventos ocurren en la reunificación de Inglaterra iniciada por el rey Alfredo el Grande.
¿Qué ocurre aquí? (Ojo, todo spoilers) Pues que llegan noruegos expulsados de Irlanda por los aborígenes, con la intención de conquistar Mercia, pero primero North Umbria. Al rey de los noruegos, un tal Ragnall, que viene acompañado por un contingente irlandés, se le unirá una amiga de la niñez del Uhtred, Briga, ya envejecida y vuelta fea y, como le pasa a todos los enemigos de Uhtred, tonta.
Con esta disculpa, Cornwell nos lleva en un breve viaje a Irlanda, y más en concreto a lo que parece la bahía de Dublin, donde rescatará a su hija y al marido de la misma, que resulta ser hermano del antes citado Ragnall. Así que tenemos batallas, viajes marítimos y más batallas, hasta que Uhtred coloca a su yerno como rey de Northumbria y así facilita la paz y el consiguiente desarrollo de Mercia. Además, por el camino se le despeja el terreno para recuperar su tierra prometida, Babbanburgh.
¿Cosas interesantes? Cada vez menos. Hay una reflexión sobre la Pascua y su origen en la sacralización de una fiesta pagana (Eoster). Hay un obispo que nos inicia en la doctrina social de la Iglesia, pero dura poco. Tenemos las habituales reflexiones sobre el muro de escudos y los preparativos de la batalla, los insultos y bravatas previos, y demás ceremonia. Esta Brida que utiliza a unas niñas ciegas (más bien, cegadas) como heraldos para hacer propaganda entre sus subditos.
Esto último se encuadra dentro de una línea de reflexión que plantea la novela al respecto del liderazgo bélico. En efecto, se contraponer el liderazgo por el terror de Ragnall (que se garantiza el servicio de sus secuaces mediante el uso de rehenes) y el liderazgo por el respeto de Uhtred (del que los hombres se fían y no necesita acudir a estas amenazas). Dado que el primer liderazgo solo se sostiene mientras haya triunfos, es fundamental que su aliada Brida mantenga la ilusión de la victoria entre todos los seguidores de Ragnall, sobre todo de aquello más desinformados, y esto es lo que consigue con las falsas videntes. De todas formas, esto es algo que, obviamente, no engaña ni un momento a Uhtred.
El último aspecto de interés se refiere al ligero desarrollo que da al personaje de Finan en este entrega. Por fin cede un poco de protagonismo el héroe de estas novelas, en favor de su eterno escudero, el irlandés Finan. Es cierto que no cede mucho, y además es compartido con los hijos y el yerno de Uhtred. Pero algo es algo.
Leo The Flame Bearer y a otra cosa mariposa.
6 comentarios:
Muchas gracias por el comentario, me parece muy acertado y estoy totalmente de acuerdo en que este escritor esta estirando demasiado el personaje. esta ultima entrega la verdad es que me ha dejado algo frío, y es muy probable que ni siquiera pase al siguiente libro
Publicar un comentario