jueves, 2 de marzo de 2017

Brújula ("Boussole"), de Mathias Énard

Albricias, lo terminé, por fin soy libre, Este es uno de esos libros que uno termina de leer no se saber muy bien por qué, y a cuyo final se llega resoplando y casi sin aliento, cuando uno está ya a punto de abandonar.

Le dieron el premio Goncourt en 2015, y esa es una de las razones por las que leí recientemente otro de los libros del mismo autor, "Habladles de batallas, reyes y elefantes". Como éste no me entusiasmó, debí anticipar lo que me esperaba en "Boussole", libro considerablemente más largo.

Y el caso es que el libro está bien escrito, y resulta ameno por partes. El problema es que le falta un hilo conductor, una historia de fondo que ligue con cierta solvencia el cúmulo de erudición con que nos azota el autor. O puede que sí exista, en esa relación epistolar con Sarah, pero es tan tenúe, y sin embargo tan voluminoso el anecdotario, que se nos pierde.

Así pues, nos queda una novela que es un alarde de la sabiduría del autor sobre orientalismo (que no el Oriente), esto es, sobre los personajes europeos que han investigado o vivido el Oriente reciente. A esto tópico ya de por si estrecho, hay que añadir que encima  lo que más le preocupa son las relaciones musicales de los músicos clásicos con las corrientes orientales. Toma tópico de interés general.

Así, por las páginas de esta novela circulan músicos sobradamente conocidos, como Wagner, Mendelsohn, Beethoven o Liszt, junto a escritores de fama mundial, como Balzac, Musil o Zweig, y junto a personajes bastante menos conocidos, pero que de alguna forma abrieron la ruta cultural de oriente a los europeos, tipo Lady Hester Stanhope, Felicien Davud o Marga d'Andurain.

El interés de las historias que se nos cuentan es bastante desigual, pero el cúmulo de información hace que resulta fácil perderse y entender por qué el autor te cuenta lo que te cuenta (si es que no es otra cosa que mero alarde, como quizá sea el caso).

Episodios interesantes hay varios: la descripción de la revolución en Irán, las relaciones de Alemania con Oriente en las dos Guerras Mundiales (en que básicamente los teutones buscaban declarar la Yihad contra sus enemigos) o los museos morbosos de Viena.

En cuanto a reflexiones, Énard nos propone una clasificación de los artistas europeos en tuberculosos y sifilíticos, supongo que atendiendo a su mayor afición prohibida. Por cierto, a Picasso lo pone entre los tuberculosos. Al Quijote le dedica espacio al final del libro, para decir que quizá sea la primera novela oriental de Europa (no olvidéis a quién identifica Cervantes como autor de la obra, al gran Cide Hamete Benengeli).

Una frase interesante sobre la percepción que tenemos de lo oriental (traducción mía): "Aquello que nosotros identificamos en esas atroces decapitaciones como 'otro', 'diferente', 'oriental', es completamente también 'otro', 'diferente' y 'oriental' para un arabe, un turco o un iraní". Y se refiere al efecto de Disney en nuestra visión de lo oriental, y por tanto en la visión que de ellos mismos tienen los orientales.

Por último, como curiosidad, el libro se llama "Brújula" por las brújulas que, al parecer, hay en los hoteles de Oriente para permitir a los musulmanes orientar sus rezos a La Meca.

Lo mejor de este libro, de todas formas, son las interesantes referencias para futuras  lecturas que en él se descubren. Yo me he quedado al menos con cuatro. Ya las descubriréis.

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