Turno para los clásicos españoles. Esta obra, y su autor, comparten mi imaginario con don Benito (Pérez Galdós) y "La Regenta", de Leopoldo Alas Clarín, revelando con claridad que proceden de cuando estudiaba literatura en el instituto.
Tengo la sospecha de que ya la había leído. Pero, por si acaso, me la he vuelto a leer. Se trata de una obra de teatro, o sea que mal empezamos, que además está en prosa, lo que reduce aún más su interés como lectura. Y desgraciadamente, al ser un drama, tampoco hya momentos cómicos.
Por si fuera poco, su temática está completamente obsoleta: la imposición a las hijas por parte de los padres (en este caso, la madre) de un modo de vida, que aquéllas aceptaban sin rechistar, pues para ello se las había educado. No creo que en la actualidad haya muchas niñas/chicas/jóvenes que se puedan identificar con esta situación, por lo que la obra les resultara extraña. Quizá se pudiera a extrapolar a aquellos hijos que se ven frustrados en la vida por querer alcanzar el ideal que (piensan) esperan de ellos sus padres, pero me parece mucha disquisición psicológico para esta obrilla.
La historia es típica del teatro clásico: una chica (doña Paquita) se enamora de un chico (don Carlos, aunque para ella don Félix), pero su madre (doña Irene) la quiere casar con un señor (don Diego). La casualidad, siempre presente, hace que por supuesto don Diego sea el tio rico de don Carlos, lo que sienta las bases para un buen final de la obra. Por cierto, no os perdáis el momento en que, con toda naturalidad, doña Irene nos cuenta que ha tenido 20(!) hijos, de los que solo ha sobrevivido Francisca. Y no estamos hablando de hace tanto.
Pero lo importante en ella es la insistencia de don Diego por querer conocer los verdaderos sentimeintos que inspiran a doña Paquita, más allá de la educación recibida. Esto permite una cierta crítica a la educación que entonces se daba a las damas, lo que ocurre en el tercer acto, que es en el único que la obra se acerca a la dimensión de clásico que tiene. Aquí encontraremos, aparte del previsible desenlance, las frases clásicas de esta obra: "Esto es lo que se llama criar bien a una niña: enseñarla a que desmienta y oculte las pasiones más inocentes con una pérfida disimulación", "Todo se les permite, menos la sinceridad".
Y poco más. Como ya he dicho, me parece que es una obra que ha perdido vigencia y carece de interés. Quien quiera leer teatro clásico, que se vaya a la imprescindible "La vida es sueño" (de Calderón de la Barca, en honor de quien se bautiza don Carlos como don Felix, lo que revela que también Fernández de Moratín le tiene por uno de los grandes).
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