Esta novela es sorprendente por las razones que ahora explicaré. Son lecturas como ésta las que justifican explorar nuevos autores y lecturas, no cortarse en el surtido de pruebas, salir de nuestra zona de confort.
Van Gulik es un diplomático holandes y buen orientalista. Durante su prolongada estancia en el Pacífico dedicó parte de su tiempo a traducir del chino al inglés un montón de novelas policíacas chinas, en particular, la colección protagonizada por el Juez Dee, de la cual ésta es la primera entrega.
La novela original china es del siglo XVIII, de autor desconocido. Sin embargo, el juez Dee es un personaje real, cuyas hazañas se produjeron en el siglo VIII, durante la dinastía Tang.Van Gulik nos aclara en su magnífico prefacio, que ello no debería ser demasiado obstáculo para que el autor (no lo olvidemos, siglo XVIII), reflejara bien las condiciones, modo de vida y código penal chino, pues éstas apenas habrían variado en ese tiempo.
De hecho, uno de los grandes atractivos para mí ha sido poder experimentar como toman vida los distintos patios, pabellones y edificios en que se estructuran los edificios clásicos chinos, así como constatar el uso de campanas y tambores que en todos los lugares tienen su torre.
Van Gulik también nos explica en la introducción la estructura de la novela policíaca china y su finalidad, nada que ver con su contraparte occidental. En la novela china, no hay incertidumbre sobre el culpable, que se conoce desde el principio. Lo que interesa al autor es describir exhaustivamente de qué forma se le ha descubierto y documentar bien el proceso, de forma que sirva para enseñanza y ejemplo de otros jueces. Es por ello también que sus protagonistas son siempre jueces reales de reconocida fama. Además, la narración no termine con la identificación y arresto del culpable, sino que prosigue con su juicio y termina con la ejecución de la condena.
También nos introduce Van Gulik al código penal chino y al procedimiento judicial, una vez más bastante diferente del occidental. El "detective" de la novela china no tiene reparos en usar la tortura para extraer la confesión de sus sospechosos, a los que también suele tratar de forma despectiva. A cambio, está sujeto él mismo a los rigores de la ley, por lo que cualquier desmán en sus investigaciones puede ser severamente castigado, incluso con la pena de muerta (suya y de sus ayudantes). Es quizá este compromiso constante en sus acciones lo que más interesante resulta en la novela comentada.
En cuanto a la traducción del chino, he de decir que parece buena. No tengo criterio, por supuesto, pero el estilo suena, por decirlo de alguna forma, a cómo debían de escribir los chinos. Es un inglés algo ampuloso, pero normalmente preciso. Está bien escrito en todo caso, y eso es mérito de Van Gulik.
En suma, Van Gulik triunfa en sumergirnos en la China del siglo VIII con el estilo narrativo del siglo XVIII. Gracias a ello, podremos comparar una posada china del siglo VIII con las medievales europeas (por ejemplo, gracias a las descripciones que proporcionan las novelas picarescas) y entender el grado de avance de la civilización china de la época. También podremos asistir con todo lujo de detalles a las diferentes sesiones de los juicios (torturas incluidas) o a la procesión de los condenados una vez terminado el juicio.
En cuanto a la historia en sí, se trata de relato imbricado de tres casos independientes, que son abordados de forma simultánea en el tiempo por el equipo de Dee. Insisto, porque el título puede resultas confuso, no se trata de tres cuentos diferentes, sino de una sola novela sobre los tres casos. Ello da una idea también de la capacidad narrativa del autor, capaz de conducir al lector a través de las complejidades de tres casos distintos sin perderlo en el camino.
También añado, como explica Van Gulik, que la novela china original es excepcional en varios sentidos. Primero, el ya apuntado de que imbrica tres casos. Segundo, los culpables no se conocen hasta que se resuelve el caso (o sea, como en la tradición occidental). Tercero, prescinde de los detalles administrativos y prolijos que documentan otras novelas chinas. Todo ello la hace muy atractiva al lector occidental.
La novela debió de ser un éxito, pues dio lugar a una serie de casos del mismo juez, con numerosas entregas. Yo, por mi parte, sí quiero recomendar la lectura de este libro: por las razones anteriormente apuntadas, creo que mucho tipo de lector lo va a encontrar interesante. Lo que no puedo garantizar es que lea en el futuro algún otro libro de la serie, porque el tiempo es finito y los libros no lo parecen.
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