En esta novelilla, el autor se burla de la vida urbana, y lo hace mediante un personaje, Manuel, que se verá forzado a abandonar la vida en Madrid, en concreto en la calle Montera, para refugiarse en un pueblo abandonado de la España vacía tan en voga cuando hay elecciones. En concreto, en el imaginario Zarzahuriel. La trama no dará mucho más de sí, me temo, lo que deja todo el mérito del libro en el peculiar estilo narrativo de Lorenzo, y en sus diversas ocurrencias.
Y es que a Manuel apenas le pasan cosas. Como en Moby Dick a la tripulación del Peqod. Y de la misma forma que Melville tiene que llenar páginas y páginas de viaje sin sucesos, Lorenzo nos tiene que llenar la estancia de Manuel en Zarzahuriel sin que casi nada le ocurra.
Como poco más hay que decir de la trama, cojamos algunos especímenes del estilo de Lorenzo, que sí me parece novedoso y divertido. Aquí le tenemos mostrando su capacidad, pocas veces igualada en cuanto a originalidad, para el insulto:
"Un rácano clínico. Se decía que pasó un fin de semana de marzo en un hotel y pidió rebaja en la factura porque en la madrugada del domingo se adelantó la hora. Era lo que se llama un cacas, un tacaño y un gañotero. Un asqueroso."
"Era, según Manuel, de cara legañosa. No porque tuviera legañas. Sino porque daba la impresión de que si miraras una legaña al microscopio verías algo similar a su cara."
"La Mochufa era estomagante y esofagante y pulmonante por vocación, cardiante por lerdez pura y por mandato del emperador del desquicie."
Y aquí algunos extractos más burlescos, igualmente graciosos:
"El individuo llevaba la expresión de peligrosote de quien luego no sabe rellenar un formulario en una ventanilla."
"Que si la tolla, el cantorral y la aulaga, voces así de mucho antaño imponente, vocablazos del Santo Grial en el lavavajillas."
"Cafres a gritos, a ver quién hacía más Fosbury sobre la cota de decibelios."
Turno para algunas ocurrencias críticas con nuestra forma de vida:
"Mejor aquello que estar en su pieza de la calle Montera, desechando la idea de meter en casa alfombras demasiado gruesas para no tener que ir dando con la cabeza en el techo."
"Empezó a pensar en la cuestión del síndrome de abstinencia, como me iba retransmitiendo. Según la cual, geles y jabones producen un mono tan claro como el de la cocaína o el azúcar. "
Y estas frases me han parecido bastante brillantes y son muy ilustrativas del estilo de Lorenzo:
"Que volar ya se podía, con el Google Maps. Y que invisible ya se sentía, porque no se notaba notado. "parecía una broma de cámara oculta en la que todo el equipo de realización se hubiera muerto al tiempo," "Debía de cagar calcáreo. Pero decía que comía lo que los cerdos de alcurnia, y que así estaba él criando nalga pata negra."
¿Y esta?
"Así se lo dije, porque ya era hora de tirar la casucha por el ventanillo."
Rescato por última una máxima más filosófica, que entronca con el modo de vida del autor, pues al parecer Santiago Lorenzo vive en una aldea casi abandonada de Segovia. Este es el que podría ser su truco para sobrevivir en tales condiciones (aunque aquí lo aplica exclusivamente al sexo):
"dejar mucho DE desear. Ensayaba la difuminación de ganas y su extinción, porque ya iba viendo que no quería delante a nadie con quién deflagrarlas."
Yo creo que este libro merece la pena leerlo. Es corto y el estilo de Lorenzo es muy original. Si no te gusta cómo escribe, no sigas, porque no hay trama con sorpresas. A mí me ha gustado, aunque no tanto como para lanzarme a recuperar la obra del autor, que parece integrada por otras tres novelas. No descarto leer alguna otra en el futuro.
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