Hacía mucho tiempo que tenía pendiente este libro de Pla, casi 15 años, como una forma de hacer justicia a los autores catalanes. Y, por fin, lo he leído. Lo primero que tengo que confesar es que lo he leído traducido a castellano, aunque está escrito originalmente en catalán. Afortunadamente creo que la edición está excepcionalmente traducida, porque el traductor demuestra una gran pasión por esta obra y en general por su autor.
Por otro lado, a alguien le sorprenderá que yo, que siempre trato de leer en v.o,, no haya hecho lo mismo en esta ocasión. Sin embargo, por desgracia no sé catalán, y tampoco tengo demasiado interés por aprenderlo, no por antinacionalismos o historias parecidas, sino simplemente porque creo que la producción literaria en catalán no justifica el aprendizaje de esa lengua, algo que sí ocurre con el francés o el alemán, y seguramente con el ruso. De hecho, la lectura de Pla revela algunos escritores catalanes que podrían ser de interés (salvo Eugenio d'Ors, Xénius, a ninguno lo conocía ni parece haber llegado con una mínima fama a nuestros tiempos), pero él mismo confiesa que hay poco que rascar y normalmente decepcionante ("Pero nuestra generación trata de decir, en la lengua restaurada hace cuatro días por Verdaguer, todo lo que en las lenguas más trabajadas se dice normalmente.") En suma, ni siquiera la lectura de las obras completas de Pla en catalán justifica el gran esfuerzo que supone aprender una lengua, aunque sea romance.
El libro consiste en los apuntes que Josep Pla tomó en un cuaderno gris (el que le da nombre), entre 1918 y 1919, hace ya más de un siglo. Los apuntes empiezan con el cierre de la universidad de Barcelona, donde estudió derecho Pla, debido precisamente a la epidemia de la gripe "española". Eso hizo que nuestro hombre tuviera gran cantidad de tiempo en sus manos, parte del cual lo dedicó a estas anotaciones. Las mismas terminan repentinamente en noviembre de 1919, cuando es contratado como corresponsal en Paris, ya con la carrera universitaria concluida.
Pla escribe muy bien, y eso es lo que te atrapa en este libro al comienzo de su lectura. Como buenas anotaciones, conforman un totum revolutum de recuerdos, escenas, pensamientos, frases cogidas al vuelo, reseñas literarias, de todo se nos muestra en la obra. El hilo común, como digo, el estilo de Pla. Durante aproximadamente la mitad del libro, Pla se mueve por su pueblo, Palafrugell, y la playa de Calella. Durante esta primera mitad, se trata de un libro eminentemente costumbrista, soportado principalmente por escenas de su vida en Palafrugell durante ese tiempo ("Es un veraneo monótono. Por la mañana, las señoritas van al pinar del señor Ferriol a hacer punto de cruz o crochet. A las doce, las personas serias toman un baño de entrar y salir. El contacto del agua de mar en los muslos del sexo femenino hace exhalar a estas personas unos chillidos como los de la degollación de los Santos Inocentes. Por la tarde se hace alguna salida para merendar. Al anochecer, cuando toca la campanita, se va a la iglesia a rezar el rosario. Por la noche, en los jardincillos enrejados, bajo las luces de carburo, se forman dos o tres tertulias, más bien apagadas"), acompañadas por numerosos recuerdos, sobre todo de su estancia en Gerona. En esta primera mitad, me sorprenden sobre todo algunas de sus reflexiones, que parecen increíbles en un joven de 20 años, que son los que tiene Pla cuando escribe su cuaderno gris.
En la segunda parte del libro, que viene a coincidir con el año 1919, se reabre la universidad y Pla vuelve a Barcelona. A partir de ese momento, Pla se centra mucho más en su vida universitaria, en sus tertulias y vida en Barcelona, y en sus primeros pinitos como periodista. Las anotaciones se hacen mucho más largas, cobran papel relevante algunas de las personalidades que encuentra, disminuyen sus reflexiones personales y, en resumen, la lectura se hace mucho más pesada y menos interesante, hasta el punto de que uno empieza a desear que termine el libro. No obstante, se salvan con nota algunos episodios, como por ejemplo el un viaje en tren de retorno a Palafrugell, o los viajes que le mete a la enseñanza universitaria, algunos de plena actualidad.
"En la universidad, lo de menos es saber; lo principal es aprobar. (...) el sistema docente da armas fuertes a los débiles y lisiados morales, a los pequeños ambiciosos, a los irascibles desenfrenados, a los fanáticos, a los pedantes. Se aprenden todas las artes de la simulación y de la zancadilla, de la adulación y de la habilidad. No se lucha nunca con nobleza y claridad. A los temperamentos fuertes, la universidad los ahoga, los corrompe."
De vez en cuando, muy de vez en cuando, Pla hace referencias, por un lado, a la evolución de la epidemia: "Todo el mundo está de acuerdo. Todos hemos tenido, tenemos o tendremos, indefectiblemente, la gripe." Y, por otro, a los grandes acontecimientos globales del momento: la Primera Guerra Mundial y su final, con las negociaciones del armisticio, y la revolución rusa. Ojalá hubiera habido más de éstas, porque Pla parece dar un testimonio bastante objetivo de cómo se veían desde la lejanía española/catalana. "Los periódicos vienen cargadísimos. Media Europa cae, como un edificio enorme que se hunde. Rusia, Austria, Alemania… El sentimiento me lleva del lado del que cae. ¡La razón, no!"
Ah, y otra cosa que llamará la atención al lector avisado: las referencias al sexo débil. Son casi inexistentes al principio, pero poco a poco van apareciendo hasta hacer obsesionantes por momentos. Está claro que el gran Pla es de carne y hueso, y que la abstinencia forzada por su retorno a Palafrugell y la casa familiar va haciendo estragos conforme pasa el tiempo. Si bien Pla en ningún momento describe escenas de índole sexual, sí es cierto que los burdeles (las "casas") tienen una presencia permanente, sino continua, en la obra: "En las casas, las señoritas eran muy caras: costaban tres pesetas."
Como dije antes, Pla realiza unos análisis extremadamente lucidos, que parecen impropios de un chaval de 20 años. El lector creo que se sorprenderá con muchos de ellos. Yo aquí me quedo con algunos que comparto, y que a me costó algunos años más comprender. Como este, por ejemplo: "Los intereses generales solamente existen cuando se produce la presunción de que repercutirán en la propia, personal contabilidad."
Sus críticas al socialismo, a la par que acertadas, tienen el especial mérito de realizarse en paralelo al origen de la revolución rusa, esto es, cuando aún no se han experimentado sus funestas consecuencias. Dos extractos reveladores: "Deduzco que naturaleza, vida y capitalismo es todo un mismo vino. El capitalismo ha nacido de la vida humana por las mismas razones que en la primavera nace la hierba de la tierra. Esta naturalidad de nacimiento y de manifestación no prejuzga la moralidad o la inmoralidad del sistema. ¿No consideraría usted ridículo que yo me atribuyese la pretensión de sustituir esta naturaleza por otra más justa, repartidora de narices perfectas, helénicas y de bazos impermeables al alcohol, fuertes y resistentes?"
1 comentario:
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