Tenía pendiente leer algo de este autor desde que leí el ensayo Las 100 claves de África y ahora por fin me animé con él. Wole Soyinka es un escritor nigeriano, fue el primer premio Nobel de literatura africano, y es un activista de calado, constantemente comprometido con la libertad=democracia en su tierra, y por tanto enfrentado constantemente a sus mandatorios, pues parece que allí no acaban de salir de dictaduras. Al menos, no hasta el momento de la escritura de este libro, luego no me sé la historia.
Curiosamente, Soyinka sacó un libro el año pasado después de un montón de años sin escribir ficción ("Chronicles from the Land of the Happiest People on Earth") que la verdad es que me apetecería leer, con independencia del interés que me ha suscitado este que ahora comento. Y es que Soyinka escribe bastante bien, se le nota la ascendencia inglesa en sus estilo narrativo. También me he apuntado unas memorias de su niñez con el título de Ake.
Pero vamos con este que nos ocupa. Se trata de un pastiche de memorias del autor, una serie de recuerdos de eventos vitales con apenas hilo conductor. Quizá es por ello que, aún reconociendo que está muy bien escrito, no me ha resultado especialmente apasionantes, y me esté proponiendo lecturas como las de arriba para valorar bien a su autor.
Soyinka nos cuenta episodios tan dispares como la notificación y entrega de su premio Nobel; un episodio digno de Indiana Jones en que se va con un colega a Brasil para recuperar un ídolo de su tribu; sus primeras experiencias en Londres ("More to the point, in our own colonized territories, a white man was always associated with lordly positions of authority, yet here they were, finally exposed in all their grime and sweat, workers and peasants like our own mortal beings, often more wretched and impoverished than the poorest menial at home!") y, por supuesto, sus relaciones y enfrentamientos, alguna vez con riesgo de muerte, con algunos de los dictadores nigerianos, sobre todo con su amigo/enemigo Obasanjo, y con su decididamente enemigo Soni Abacha, con cuya caída viene a concluir el libro.
Lo primero que nos transmite es su decepción con el proceso de salida del imperio británico, y la supuesta democratización, que queda pilotada desde Londres y con unas primeras elecciones amañadas por los funcionarios de su Majestad. Con más profundidad, se queja, y tiene razón, de las fronteras que los ingleses trazaron en la zona: "this separation of peoples into artificial nations, peoples who, despite their occasional wars, nevertheless regarded one another as one of a racial kind. Now they had to brave the forests and unpredictable border patrols in order to ply their time-ordered trade, gather at feasts of reunion, and celebrate their ancestral bonds." (refiriéndose a Nigeria, Benin y otros países limítrofes).
La propia Nigeria que federada en tres regiones con diferencias etnías, para rápidamente dividirse en una cuarta. Por su parte, "The North, a mostly Muslim region, remained intact, and culturally distinct—quite apart from religion—from the South." Lógicamente, será la gente del norte la que se haga con el gobierno federal.
Nos cuenta también el origen de la guerra civil de Biafra y su participación en su gestación o evitación, desmintiendo las memorias del ya citado Obasanjo, con quien al parecer tuvo un tête-à-tête decisivo. En todo caso, el vodevil concluyó con Soyinka en la cárcel para una larga temporada (donde escribió uno de sus libros más conocidos, por cierto).
Me gusta bastante, aunque no lo prodiga demasiado, la integración que hace en su relato de los mitos africanos, entiendo que Yorubas. De hecho, creo que el título del libro viene de la exhortación que le hace su dios patrón Ogun: "Traveller, you must set forth At dawn I promise marvels of the holy hour." No me cabe duda que encontraré más de esto si me leo las memorias de su infancia, pero aquí dejo un ejemplo, en que critica que en Occidente, o en los EEUU, no recojan los despojos de los animales accidentalmente pillados con coche: "The Chicago experience remained my introduction to the wastrel habit of American drivers after they have been victims of assault by rampaging game. A little more education, and such drivers would know that there was only one explanation for such “accidents”—they are a gift from Ogun and should be honored as such, atop a funeral pyre to the accompanying music of popping corks and roasting peppers." Vamos, que hay que comérselos porque son un regalo de Ogun.
No le deben gustar mucho los americanos a Soyinka. Aquí mete otro dardo a una de sus costumbres más exclusivas, e inveteradas si hemos de guiarnos por la frecuencias de estos episodios en las series americanas: "Group therapy sessions, so favored in the United States, represent for me the ultimate in the abject abandonment of human dignity, self-respect, and the human will, a negation of that very private space within which, declares my temperament, the deepest wounds are healed."
Pero donde principalmente se observa el talento de Soyinka, ese premio Nobel, son en sus reflexiones y metáforas. No se prodiga mucho, la verdad, pero se pueden sacar algunas perlas de entre la narración. Me gustan especialmente las que tienen que ver con la libertad, como no podía ser de otro modo. Esta la hila cuando se refiere a los episodios, no infrecuentes para él, en que le retiraban el pasaporte: "I had become an adept in the rites of travel restriction and its manifold forms—one anticipates but one never really becomes inured to its destabilizing impact. Movement is the palpable essence of freedom."
Aquí tenemos una descripción de Lagos, que recuerda mucho a cómo describe Caracas Karina Saez Borgo en su
La hija de la española. "
This was a labyrinth of clogged alleys and overburdened streets, dark mounds of indeterminate sludge, tinsel imports on sales racks or in pedestrian motion, festering carrion, abused and abusive humanity that called itself a city."
Y, por último, dejo esta reflexión intimista que comparto plenamente: "f there is one aesthetic thrill over and above what is engendered in contemplating works of art, it is the internal dialogue with such works in a space of unabashed selfishness," Quizá es por ello que valoramos más un sitio bonito cuando estamos solos sin otros turistas alrededor.
Esta lectura no ha sido fácil. Tiene momentos entretenidos y absorbentes, pero no es fácil seguirla por lo dicho al principio: no hay una línea temporal clara, son más bien recuerdos sueltos con los que Soyinka completa su narración vital entretejiendo con ellos otras de sus obras. No me ha gustado mucho, pero sí ha hecho que me apetezca leer alguna otra cosa suya más consistente, como las que he citado al principio del post y que espero acometer en breve.
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