Se trata del libro de reflexiones de una mujer madura, que se descubre a sí misma menopaúsica, con dolores y y con edad, eso de que si te despiertas por la mañana y no te duele nada, es que estás muerto. Ese dolor que descubre la narradora le lleva a pensamientos sobre el sexo, la familia, la edad, el dinero o el trabajo. No hay ninguna cosa revolucionaria en lo que va compartiendo con el lector.
Sobre el sexo: "Echo en falta el deseo de mi marido. Pero solo para poder rechazarlo." o "Ahora soy una taza de loza de cintura para abajo. Me abrillanto con lejía. No quiero que me toquen. No me masturbo. He perdido las ganas y aun así padezco una exigente necesidad de amor."
No ha tenido hijos: "A lo mejor esto es un castigo por no haberme perpetuado en la carne de mi carne. Si hubiese tenido hijos, hoy me preocuparía un hipotético accidente de moto , un embarazo no deseado, los incipientes síntomas de una leucemia que se manifiesta con un dolorcillo de muelas y una ligera febrícula"
Y cosas así. Nada extraño, literatura normal, con algunas perlas: "Es un juego que se vuelca en el lado amable, en las posibles repercusiones beneficiosas de la lectura literaria. Las novelas son emplastos porosos, mostaza en el pecho, tisanas, infusiones, el caldito de pollo de mi abuela Rufi. A mí, sin embargo, me gustan los libros que producen orzuelos."
Ahora bien, tiene pinta que la tal mujer madura, la escritora, porque todo lo que nos cuenta tiene tintes biográficos, es del círculo del PSOE y probablemente deba sus ingresos (o las haya debido) al grupo PRISA. Bueno, no tiene pinta, aquí casi lo confiesa: "somos mujeres, porque tenemos o no tenemos pareja, escribimos, tenemos y no tenemos trabajo, somos españolas y blancas, posiblemente feministas, posiblemente de izquierdas."
Así que tenemos unas cuantas morcillas de conciencia contra el capitalismo, que harían el libro insoportable si tuviera mayor longitud y ambición. ¿Quién tiene la culpa de sus dolores? "Sin darnos cuenta, nos resistimos al neoliberalismo somatizándolo y nuestras somatizaciones se transforman en un interesado misterio de la ciencia." ¿Por qué es malo no dormir ocho horas al día? "descubro que la obligación de dormir ocho horas al día sin despertarse es un imperativo del capitalismo para reforzar el buen funcionamiento y la productividad de los trabajadores." Y cuando se va de crucero para recuperarse un poco ("los efectos balsámicos y sanadores del descanso capitalista"), como buena izquierdista no puede esconder su clasismo de mujer trabajadora (ironía off): "Experimento la nostalgia clasista de los cruceros de Agatha Christie —, los cruceristas hablan con acentos garrulos y se ríen del personal que, con lengua más o menos de trapo, se defiende en cuatro idiomas."
Supongo que esta escritora será relativamente conocida en círculos de izquierdas y prisaícos, que me son ajenos. Su escritura no me parece mala, pero tampoco me entusiasma. Yo diría que es la típica persona que ha vivido de El País, la Ser y editoriales asociadas, que la habrán ido colocando en columnas, tertulias y viajecitos para dar conferencias y presentar sus libros, pero sobre todo para expandir la rancia ideología izquierdista marca de la casa.
Claro, con esos precedentes, las morcillas anticapitalistas le salen solas, aunque ella haya vivido muy bien de las ventajas que da el capitalismo: ¿cuántas trabajadores de Mostoles se pueden permitir estar dando vueltas por América e incluso Filipinas regularmente? Pues eso, un modo de vida bastante burgués que hay que blanquear quejándose del neoliberalismo y el capitalismo, y de la mera existencia del dinero.
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