miércoles, 27 de diciembre de 2023

Maldita Roma, de Santiago Posteguillo

Las obras de Posteguillo tienen prioridad sobre cualquier otra lectura (con la excepción de Juego de Tronos, si es que alguna ver Martin se digna a publicar las restantes entregas) y este "Maldita Roma" me lo he leído según me enteré de que se publicaba.

Para quien no siga al autor, estamos ante la segunda entrega de la serie que dedica a Julio César, de la que leí ya la primera en su momento. Allí la historia terminó con Julio César exiliado y un conflicto larvado en Hispania tras huir el lugarteniente de Mario, Sertorio, a la península ibérica. Aquí retoma Posteguillo la historia, que tiene como fondo el conflicto entre los optimates y la facción que Posteguillo llama los populares. Los primeros defienden los privilegios de los ciudadanos romanos viejos, mientras que los segundos quieren extender los derechos de la ciudadanía a otras capas de la población, incluyendo más allá de Roma.

Contra este fondo, Posteguillo nos ofreca una voluminosa novela que supera las 1000 páginas. No hay que preocuparse demasiado por la extensión, porque la historia es apasionante y el autor la cuenta muy bien, Solo llamo la atención sobre dicha extensión porque, pese a todo, la sensación que se tiene que Posteguillo apenas profundiza en lo que nos cuenta, sino que se limita a quemar etapas hasta llegar al comienzo del tercer volumen en que cubrirá la guerra de las Galias, y en el que imagino que se saldrá, pues le esperan espectaculares batallas que contarnos. Y todos los lectores de Posteguillo sabemos que este es su punto fuerte, la narración cinemática de batallas.

Y es que durante esta novela se cubren las guerras Sertorias (entre Pompeyo y Sertorio), la rebelión de Espartaco o la limpieza de piratas del Mediterráneo, sin olvidar las proezas de Pompeyo por el oriente, que casi le llevan al mar Caspio tras atravesar la actual Georgia, la Iberia Caucásica. Si esto parece poco, no hay que olvidar que hay que ir presentando a Cleopatra, y qne en las intrigas del Senado hay que dejar brillar a Cicerón y al nuevo Catón.

O sea que hay material, de importancia, para dar y tomar. No es de extrañar pues que, pese a la extensión del libro, el lector se quede con la sensación de que "quien mucho abarca, poco aprieta".

Como siempre, me resultan de gran interés las breves incursiones en la descripción institucional que hace Posteguillo. Cómo se conseguía la separación de poderes, y como los afectados luchaban contra ella, con sus trapacerías y filibusterismos. Se ve muy claro en los momentos en que se plantea la aprobación de leyes en el Senado.

Específicamente, me ha llamado la atención la forma en que Sertorio consigue el apoyo en Hispania, algo jamás imaginado por ninguno de los políticos que nos gobiernan o pretenden hacerlo: "una de las primeras normas que aprobó ese Senado fue una reducción muy sustancial de los impuestos, y Sertorio la ha acatado. Eso le ha hecho muy popular en toda Hispania," Ello, porque "Sertorio había creado un nuevo Senado en Hispania, nuevas leyes, y los celtíberos apoyaban esas normas más justas, sin expolios de los recursos locales en beneficio de unos potentados que se refugiaban tras normas dictadas por ellos mismos en su Senado corrupto de Roma."

Y poco más. El final del libro está construido como el final de la temporada de una serie, dejándonos a cada uno de los protagonistas en sus puestos de salida para la tercera entrega, y evidencia ese gran talento narrativo de Posteguillo que poco aflora en las restantes páginas. Solo queda esperar con impaciencia la tercera entrega de la saga (quien no pueda esperar siempre podrá leer la obra de Julio César, o más recientemente a McCollough).

Cierro llamando la atención sobre esta frase, en la parte final del libro, que no me resisto a traer aquí: "Cicerón había hablado con Pompeyo y aquél le había compartido su idea de que la Galia acabaría con César, pero a él siempre le gustaba tener un plan alternativo."

Tu quoque, fili mi!!!



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