Acabo de terminar la segunda temporada de esta inesperadamente magnífica serie, que no puede dejar de recomendar una y otra vez, siempre con poco éxito. ¿Por qué "inesperadamente"? Porque confieso que cuando empecé a verla no daba tres duros por ella.
Como es sabido, The Punisher es un superhéroes de la serie Marvel. En este caso, el personaje apareció en la segunda temporada de Daredevil, y, no se saber por qué, los productores decidieron hacer un spin-off con él. Y digo que no se sabe, porque Daredevil, a su vez, formaba parte de la saga de los Defensores, junto con Jessica Jones, Luke Cage y Ironfist. Todos estos tenían previstos sus propias series, que desembocarían en la del grupo, pero no así The Punisher.
Por otro lado, tras unas excelentes primeras temporadas de Daredevil y Jessica Jones, comenzaron las decepciones. La segunda de Daredevil, de la que desgaja The Punisher, fue bastante mejorable. Luke Cage se enfocó demasiado al público de color para resultarme atractiva, y Ironfist fue un despropósito absurdo, que ya no pudo remontar Defenders. Contra este fondo, las oportunidades de The Punisher parecían escasas. Por si fuera poco, la crítica que leí en El Confidencial la ponía a caer de un burro, aunque en cuanto llegué al segundo episodio me quedó claro que la tipa que la había hecho no había visto la serie. Qué poca vergüenza.
El caso es que es una serie magnífica, cuidada hasta el más último de sus detalles, que se disfruta de principio a fin, incluidos los títulos de crédito iniciales, y la música que acompaña a los finales. Todas y cada una de las escenas tienen una razón de ser: conforman un engranaje perfecto en que no parece sobrar nada, y estamos hablando de temporadas largas, de 13 capítulos de 50 minutos.
Hay pocos personajes, pero todos son estupendos. En la primera tenemos a Frank Castle, The Punisher, interpretado por Jon Bernthal, fácil de reconocer como el Shane de The Walking Dead, aunque mucho ha llovido desde entonces. Su archienemigo resulta ser Billy Russo, que fuera su amigo, interpretado por Ben Barnes, otro que lo borda desde la ambigüedad. Pero la que está para comersela es la agente Madani, una tal Amber Rose Revah, de la que no podrás apartar la mirada cada vez que salga en pantalla.
En la segunda temporada, se unen otro par de personajes, el inquietante John Pilgrim (Josh Stewart, habitual en las pelis de Nolan) y la chavalina Amy Bendix (Giorgia Whigham, procedente de 13 Reasons Why). No desmerecen a los tres primeros.
La serie, obviamente, tiene escenas violentas. Pero sorprende que no dominen ni metraje ni trama ni capítulos. Las escenas de combates, como todo en la serie, son también muy buenas y de una economía pocas veces vista, reveladora de que no quieren ser el foco de la serie. Me viene a la cabeza cómo abate The Punisher a seis maleantes en la capítulo 9 de la segunda temporada, en exactamente 6 segundos de escena, uno para cada disparo. Y por supuesto, tampoco faltan los giros inesperados y sorprendentes, que impiden al espectador confiarse en el seguimiento de la trama, por muy previsible que ésta pueda llegar a a parecer.
Por si a alguien le quedan dudas, también hay momento para la reflexión. Vuelvo al capítulo que acabo de citar: Castle, acosado por sus propios compañeros de fatigas, se replantea su vida y modo de actuar. Y llega a una conclusión pasmosa en estos momentos de corrección política: él es lo que es (un tipo que hace muy bien eso de matar a la gente, es quien hace "the killing", no quien muere), y cada vez que duda de ello, "sufren las personas que no deben". Lo que le reafirma en su propósito, y al espectador, tras ver cómo actúa Amy en circunstancias de peligro.
Como digo, no os perdáis esta serie. De momento, dos temporadas, pero quizá haya más.
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