miércoles, 6 de febrero de 2019

Serie: Who is America?

Sacha Baron Cohen es muy conocido por dos películas, ambas muy divertidas: El dictador y Borat. También es monsieur Thenardier en Los Miserables, por cierto. Pero su personalísimo sentido del humor es el que presenta en Borat.

Para quien no la haya visto, lo que hace en dicha película es una especie de cámara oculta dedicada a determinados colectivos norteamericanos, con el objetivo de ridiculizarlos. En Borat, se hace pasar por un refugiado Kazajo, y va, con cámara y todo, entrevistándose con determinadas personas o realizando determinadas actividades, para poner en evidencia la ridiculez y estupidez de algunos norteamericanos. Por eso he dicho lo "especie de cámara oculta", porque realmente la cámara no está oculta y es bien patente: los protagonistas lo son voluntariamente, lo que no saben es que realmente el tal Borat no es quien dice ser.

Pues bien, en Who is America, coge el mismo esquema, pero en lugar de usar un solo personaje falso, se caracteriza de varios, según el objetivo que vaya persiguiendo. El contexto es, por supuesto, la América que ha elegido presidente a Donald Trump, es este el objetivo preferente de sus burlas. De hecho, lo mejor de la serie son los títulos de crédito, en que contrasta los grandes momentos de los presidentes americanos, con uno en que pilla a Trump haciendo el tonto y tartamudeando "I do not know what I am saying...".

Entre los personajes que usará están: un agente israelí del Mossad experto en técnicas antiterroristas; un progre tolerante con los "24 géneros"; un fotógrafo italiano especializado en la Jet Set; un exconvicto con vocación artística; un presentador de un programa infantil alemán, y un supuesto ultra-conservador que se mueve en silla de ruedas. Aunque la caracterización está muy bien trabajada, también es cierto que a veces parece un poco exagerada, y me resulta difícil de creer que los tipos con los que se entrevista muerdan el anzuelo. Sobre todo, el agente del Mossad tiene cara de marioneta.

En cada sketch, se nos presenta brevemente a la víctima de la trampa. ¿Por qué le entrevistan? ¿Y por qué con ese personaje? El más célebre de los que aparecen es Dick Cheney (VP con Bush), pero aparecen numerosos congresistas y senadores, así como cargos electos estatales y locales. También alguna modelo despistada o una marchante de arte. Y, por supuesto, los típicos paletillos americanos así gorditos y mayorcitos.

En la mayor parte de los sketches, el planteamiento que hace Cohen es completamente absurdo. Y eso es lo que va en su defensa: sí, puede que haya engañado a sus víctimas con su caracterización, pero, aún así, ¿quién puede creerse sus planteamientos? Si convence a unos tipos de que lo más efectivo para luchar contra un terrorista islámico es tocarle con el culo al grito de que se va a volver homosexual, o usar un escudo con sexo homosexual explícito, la culpa no es de él, es de los tipos.

Estos son los sketches divertidos, los mejores de la serie: un planteamiento absurdo que es aceptado ingenuamente por sus víctimas. Y los mejores los encontraremos en el primer capítulo, empezando por uno magistral, en que, en su caracterización de ultraconservador, trata de convencer a un congresista demócrata de que la solución para acabar con la desigualdad de la riqueza (1%-99%) es meter a toda la población en el 1%. Posteriormente, haciéndose pasar por exconvicto, conseguirá que la marchante de arte le dé un pelo del pubis para su pincel... con la cámara delante!

Pero a partir de aquí la cosa se viene abajo. Digamos que no todas las víctimas son tan ingenuas como Baron Cohen parecía creer, y en muchos de los sketches el ridículo lo hace él, al empeñarse una y otra vez en tender la trampa a su víctima. Por ejemplo, en el cuarto capítulo, actuando como fotógrafo italiano en conversación con un contratista de yates, la modelo que le acompaña empieza como a hacerle una paja. ¿Qué reacción esperaba del contratista? No se sabe: el único que queda en ridículo es él.

Más grave aún es la situación en el tercer capítulo, en que su alter-ego progre trata de conseguir de un diputado republicano que diga que es pedófilo (ama a los niños) y que firme como coautor de un libro infantil pornográfico: una y otra vez se niega su "víctima" a ambas cosas, incluso amenazándole con demandarle, pero da igual, el sigue erre que erre. ¿Dónde está la gracia? Lo único que hemos visto es a Sacha Cohen autocalificándose una y otra vez como pedófilo. ¿Es que él lo es?

No digo que no siga habiendo algún hallazgo gracioso, pero quedan sepultados en un fondo de cosas sin gracia, incluso ofensivas por momentos, en las que, además, queda de manifiesto que Baron Cohen tiene un enemigo claro en los republicanos, conservadores y trumpistas. En Borat y Brunö, mantiene una neutralidad política en su parodia, pero la pierde con claridad en Who is America, para su desgracia.

De todas formas, los capítulos son entretenidos, aunque no siempre por provocar la risa. A día de hoy, no está claro si habrá segunda temporada, aunque si la hay seguramente la vea. Sí, lo siento, me puede el morbo.




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