Tercera y última parte de la trilogía de la Guerra de los Tres Enriques, cuya lectura he completado los últimos meses. Esta entrega final no me ha decepcionado, y diría que ha estado por encima de las dos primeras, aunque haya algún momento en que se me ha hecho larga. Lo cierto es que las intrigas ocurridas durante esta guerra histórica no tienen nada que envidiar a las que pergeñó George Martin en su Juego de Tronos; desafortunadamente, d'Aillon no tiene el talento narrador de Martin, si no hubiera pegado él el bombazo. Y es que la historia supera muchas veces a la ficción: lo que es capaz de imaginar una solo persona, por muy imaginativo que sea, no se puede comparar a lo que han "imaginado" cientos en los distintos sucesos de la historia. Porque, aunque aquí hable de unos hechos apasionantes de la historia francesa, la española es tanto o más rica que la francesa en este tipo de intrigas, que relatadas por una buena pluma tumbarían sin duda las de Juego de Tronos. ¿Se imaginan la historia de Hernan Cortés contada al modo Martin? Pues eso.
Pero volvamos a esta novela. Los personajes principales son los ya conocidos Hauteville, Rebeca de Mornay y Poulain, este último personaje histórico y en cuyas memorias se basan las novelas. Digo esto para que nadie piense en tramas de serial malo televisivo cuando se descubra que es hijo bastardo de un Borbón, porque la verdad, al parecer, es que así fue. La licencia tomada para Rebeca de Mornay, ponerla de descendiente de San Luis, sí es más de ese nivel, pero al fin y al cabo ésta sí es personaje de ficción.
Aproximadamente la mitad de la novela transcurre en Paris, lo que da disculpa a Aillon para mostrarnos sus conocimientos sobre el urbanismo de la época, algo que le encanta. Nos sitúa en un Paris pre-revolucionario, en que la gente está muy caldeada contra el monarca Enrique III, debidamente impulsada por Enrique de Guise, que quiere ser su heredero al trono por su descendencia de Carlomagno, con ayuda de los españoles y su monarca Felipe II. La situación del rey en Paris se irá deteriorando, sobre todo con la llegada del citado de Guise en loor de multitudes (uno de los mejores capítulos de la novela), hasta que se vea obligado a abandonar la capital tras un motín.
Desde ese momento, la acción se traslada a los castillos del Loire que, como se ve, no solo son bonitos, sino que también atesoran historia. La acción nos llevará a Ambois, Blois (donde el rey convoca unos Estados Generales), Tours, Saumur y Chillon, y finalmente Orleans. Los eventos históricos culminan con la alianza de Enrique III y Enrique de Navarra (el tercero de los Enriques de la guerra) para poner fin a la resistencia de Madame La Ligue ("Madame la Ligue n’est que l’assemblage de factions aux desseins fort différents : il y a les prédicateurs, qui soutiennent l’Espagne et exigent l’Inquisition. (...) Ensuite, il y a la sainte union, cette confrérie de petits bourgeois, procureurs, artisans ou marchands qui voudraient surtout payer moins d’impôt. Enfin il y a les Lorrains qui veulent Henri de Guise comme maître du royaume afin d’augmenter leurs richesses et leurs avantages."), especialmente en Paris.
Por el camino, Enrique de Guise es asesinado a traición por el monarca, y éste sufre un destino similar a manos de un falso dominico ("À Paris, leur maison était contre la porte Saint-Jacques, ce qui expliquait leur surnom de jacobins"), el padre Clemente, lo que deja el reino francés en las manos de Enrique IV de Navarra.
Con tan apasionantes mimbres, las aventuras de los héroes de Aillon desmerecen en cierto modo el escenario, pues no dejan de ser trapacerías y líos varios. En particular, me sobra completamente todo el episodio del robo de los carros de oro que España manda a de Guise, y en el que resulta, aparte de todo, inverosímil la participación de alguno de los personajes históricos. Me cuesta imaginar a nobles como O o Richelieu metiéndose en este tinglado. Supongo que Aillon utiliza esa trama como puente entre los dos acontecimientos fundamentales de la novela: el alzamiento de Paris y la convocatoria de Estados Generales.
La guerra de los Tres Enriques es, en el fondo, una guerra de religiones, entre católicos y protestantes. Jean d'Aillon no ahorra detalles sobre ambas religiones enfrentadas y lo que suponía para el día a día en Francia. Por ejemplo, se permitían los matrimonios mixtos, pero: "Deux cérémonies religieuses seraient nécessaires pour valider le mariage : une bénédiction au temple, par un pasteur, et le sacrement donné par un prêtre catholique." Además, "le contrat de mariage prévoyait que les enfants mâles issus du couple seraient élevés dans la religion de leur père et les filles dans celle de leur mère."
Sobre el origen de la iglesia protestante en Francia: "C’est à La Rochelle que Théodore de Bèze avait présidé le synode fondateur de l’Église réformée de France. Jeanne d’Albret y avait été reçue comme une reine et son fils Henri de Navarre s’y était établi. Si Nérac et Pau étaient les principales villes du royaume de Béarn, La Rochelle était la capitale du peuple protestant."
También nos deleita d'Aillon con algunos detalles costumbristas de la época, aunque mucho más espaciados en las otras dos partes de la trilogia. Sobre las planchas, alucinen ustedes: "Sur les pierres de la cheminée étaient alignées toutes sortes de fers : des fers à braises que l’on remplissait avec une petite pelle, des fers à gaufrer, des fers à bouillonner pour les fronces ; des fers à tuyauter pour les manches. Certains étaient ronds ou ovales, d’autres recouverts de laine, d’autres encore, très fins et posés dans l’âtre, se manipulaient avec de longues tiges pour ne pas se brûler." Ahora con una en punta nos basta y nos sobra.
Ya estaba regulada la publicación del menú en los restaurantes: "L’ordonnance de mars 1579 sur les prix des hôtelleries imposait d’inscrire sur la porte des auberges le prix du manger, du boire et du coucher, or devant le Porc-Épic était noté en gros caractères : Dîner du voyageur à pied : six sols." Claro, que esto no extrañaría a nadie en un contexto en que todos sabían cuánto costaba obtener el perdón por sus pecados (en la iglesia católica, me temo): "le simple péché de chair ne se paye que six livres tournois et l’adultère quatre. En revanche, le crime bestial ou contre-nature coûte quatre-vingt-dix livres!" Puestos a regular, ¿por qué no prohibir la risa? Al parecer, se llegó a prohibir en Paris durante la revolución. Y no es broma.
Y qué decir de los privilegios de cirujanos y médicos, con sarcasmo final: "Nous avons mis des années à obtenir la reconnaissance de nos droits. Nous sommes chirurgiens de robe longue de Saint-Cosme. La Faculté de médecine nous soutiendra. Vous savez parfaitement que seule la connaissance du latin et du grec, langues des savants, fait le chirurgien et le médecin !".
Muy interesantes me han parecido las llamadas a matar al tirano, reminiscentes de las del Padre Juan de Mariana tras la devaluación de la moneda de vellón. En efecto, es fundamental para la trama histórica que Enrique III sea declarado tirano (tras matar en Enrique de Guise) en el Paris revolucionario: "Henri III fut décrété tyran par le curé Boucher et le peuple autorisé à décider de son sort. Selon le théologien, le monarque n’était désormais qu’une bête sauvage que chacun avait le droit et même le devoir d’empêcher de nuire." Más aún, tal acto se vería como justo y heróico. Es por ello que el dominico Clement marcha a su misión autoconvencido de su justicia y sin remordimiento alguno, y que se le tiene por santo en París tras culminar su hazaña.
En resumen, una trilogía interesante, sobre un episodio histórico apasionante que yo desconocía. Lo único que se puede reprochar al autor es que quizá le haya quedado algo larga por entretenerse demasiado en las aventuras de sus protagonistas, que al fin y al cabo no son más que actores secundarios imaginados en las grandes tramas del momento.
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