lunes, 30 de mayo de 2022

You must set forth at dawn, de Wole Soyinka

Tenía pendiente leer algo de este autor desde que leí el ensayo Las 100 claves de África y ahora por fin me animé con él. Wole Soyinka es un escritor nigeriano, fue el primer premio Nobel de literatura africano, y es un activista de calado, constantemente comprometido con la libertad=democracia en su tierra, y por tanto enfrentado constantemente a sus mandatorios, pues parece que allí no acaban de salir de dictaduras. Al menos, no hasta el momento de la escritura de este libro, luego no me sé la historia.

Curiosamente, Soyinka sacó un libro el año pasado después de un montón de años sin escribir ficción ("Chronicles from the Land of the Happiest People on Earth") que la verdad es que me apetecería leer, con independencia del interés que me ha suscitado este que ahora comento. Y es que Soyinka escribe bastante bien, se le nota la ascendencia inglesa en sus estilo narrativo. También me he apuntado unas memorias de su niñez con el título de Ake.

Pero vamos con este que nos ocupa. Se trata de un pastiche de memorias del autor, una serie de recuerdos de eventos vitales con apenas hilo conductor. Quizá es por ello que, aún reconociendo que está muy bien escrito, no me ha resultado especialmente apasionantes, y me esté proponiendo lecturas como las de arriba para valorar bien a su autor.

Soyinka nos cuenta episodios tan dispares como la notificación y entrega de su premio Nobel; un episodio digno de Indiana Jones en que se va con un colega a Brasil para recuperar un ídolo de su tribu; sus primeras experiencias en Londres ("More to the point, in our own colonized territories, a white man was always associated with lordly positions of authority, yet here they were, finally exposed in all their grime and sweat, workers and peasants like our own mortal beings, often more wretched and impoverished than the poorest menial at home!") y, por supuesto, sus relaciones y enfrentamientos, alguna vez con riesgo de muerte, con algunos de los dictadores nigerianos, sobre todo con su amigo/enemigo Obasanjo, y con su decididamente enemigo Soni Abacha, con cuya caída viene a concluir el libro.

Lo primero que nos transmite es su decepción con el proceso de salida del imperio británico, y la supuesta democratización, que queda pilotada desde Londres y con unas primeras elecciones amañadas por los funcionarios de su Majestad. Con más profundidad, se queja, y tiene razón, de las fronteras que los ingleses trazaron en la zona: "this separation of peoples into artificial nations, peoples who, despite their occasional wars, nevertheless regarded one another as one of a racial kind. Now they had to brave the forests and unpredictable border patrols in order to ply their time-ordered trade, gather at feasts of reunion, and celebrate their ancestral bonds." (refiriéndose a Nigeria, Benin y otros países limítrofes). 

La propia Nigeria que federada en tres regiones con diferencias etnías, para rápidamente dividirse en una cuarta. Por su parte, "The North, a mostly Muslim region, remained intact, and culturally distinct—quite apart from religion—from the South." Lógicamente, será la gente del norte la que se haga con el gobierno federal.

Nos cuenta también el origen de la guerra civil de Biafra y su participación en su gestación o evitación, desmintiendo las memorias del ya citado Obasanjo, con quien al parecer tuvo un tête-à-tête decisivo. En todo caso, el vodevil concluyó con Soyinka en la cárcel para una larga temporada (donde escribió uno de sus libros más conocidos, por cierto).

Me gusta bastante, aunque no lo prodiga demasiado, la integración que hace en su relato de los mitos africanos, entiendo que Yorubas. De hecho, creo que el título del libro viene de la exhortación que le hace su dios patrón Ogun: "Traveller, you must set forth At dawn I promise marvels of the holy hour.No me cabe duda que encontraré más de esto si me leo las memorias de su infancia, pero aquí dejo un ejemplo, en que critica que en Occidente, o en los EEUU, no recojan los despojos de los animales accidentalmente pillados con coche: "The Chicago experience remained my introduction to the wastrel habit of American drivers after they have been victims of assault by rampaging game. A little more education, and such drivers would know that there was only one explanation for such “accidents”—they are a gift from Ogun and should be honored as such, atop a funeral pyre to the accompanying music of popping corks and roasting peppers." Vamos, que hay que comérselos porque son un regalo de Ogun.

No le deben gustar mucho los americanos a Soyinka. Aquí mete otro dardo a una de sus costumbres más exclusivas, e inveteradas si hemos de guiarnos por la frecuencias de estos episodios en las series americanas: "Group therapy sessions, so favored in the United States, represent for me the ultimate in the abject abandonment of human dignity, self-respect, and the human will, a negation of that very private space within which, declares my temperament, the deepest wounds are healed."

Pero donde principalmente se observa el talento de Soyinka, ese premio Nobel, son en sus reflexiones y metáforas. No se prodiga mucho, la verdad, pero se pueden sacar algunas perlas de entre la narración. Me gustan especialmente las que tienen que ver con la libertad, como no podía ser de otro modo. Esta la hila cuando se refiere a los episodios, no infrecuentes para él, en que le retiraban el pasaporte: "I had become an adept in the rites of travel restriction and its manifold forms—one anticipates but one never really becomes inured to its destabilizing impact. Movement is the palpable essence of freedom."

Aquí tenemos una descripción de Lagos, que recuerda mucho a cómo describe Caracas Karina Saez Borgo en su La hija de la española. "This was a labyrinth of clogged alleys and overburdened streets, dark mounds of indeterminate sludge, tinsel imports on sales racks or in pedestrian motion, festering carrion, abused and abusive humanity that called itself a city."

Y, por último, dejo esta reflexión intimista que comparto plenamente: "f there is one aesthetic thrill over and above what is engendered in contemplating works of art, it is the internal dialogue with such works in a space of unabashed selfishness," Quizá es por ello que valoramos más un sitio bonito cuando estamos solos sin otros turistas alrededor.

Esta lectura no ha sido fácil. Tiene momentos entretenidos y absorbentes, pero no es fácil seguirla por lo dicho al principio: no hay una línea temporal clara, son más bien recuerdos sueltos con los que Soyinka completa su narración vital entretejiendo con ellos otras de sus obras. No me ha gustado mucho, pero sí ha hecho que me apetezca leer alguna otra cosa suya más consistente, como las que he citado al principio del post y que espero acometer en breve.

martes, 17 de mayo de 2022

Los límites de la libertad ("The limits of Liberty"), de James Buchanan

De Buchanan, premio Nobel de Economía, tengo leído el imprescindible Cost and Choice, que me parece espectacularmente iluminador sobre la naturaleza de lo que son los costes. Nada que ver con lo que creen que son los costes los economistas mainstream.

Así que acogía con gran motivación esta lectura, sobre un tema bastante distinto, cuál es el de las reglas y normas de convivencia, o, si se quiere, la Constitución y las leyes. El objetivo del autor es entender cuál es el origen de éstas, mostrando que pueden surgir de forma espontánea sin necesidad de asumir que los individuos son ideales. Y a partir de ahí, elaborar sobre los problemas que cabe esperar del régimen organizacional que surja, sobre todo por la asunción de existencia de bienes públicos, y cómo es necesario periódicamente reformar la Constitución para mantener su adaptación a las necesidades de los individuos. Desde el principio, Buchanan deja claro que él no va a definir una sociedad mejor u óptima (algo de lo que acusa a los sociólogos e incluso economistas del momento, está escribiendo en los 70) sino simplemente entender cómo se dota la sociedad de mecanismos que puedan permitir la satisfacción de sus necesidades a sus componentes.

Con este objetivo, el autor distingue entre dos periodos, el Constitucional y el pre-constitucional o anárquico. El primero, según el autor, no es viable a menos que las interacciones entre los miembros de la sociedad sean muy limitados. Es por ello que ha de dotarse de normas dando lugar a lo que Buchanan llama al final del libro una "anarquía ordenada". Aquí Buchanan induce a error a muchos libertarios, que entendemos la anarquía como ausencia de poder centralizado, no como ausencia de normas. En todo caso, el análisis de Buchanan tiene sentido: hay conceptualmente un estado anárquico al principio en que uno cree que vive en libertad simplemente porque no ha tenido contacto con terceros. Una vez surge dicho contacto, parece claro que el establecimiento de normas de convivencia es más eficiente que el guerreo constante, o la incertidumbre en el mejor caso.

Pero para Buchanan no vale el establecimiento de dichas normas (sea de origen explícito o espontáneo) y hay que dotarse de un mecanismo que las haga cumplir (el despertador de Robinson Crusoe, siguiendo la acertada metáfora que describe). A este mecanismo le llama Estado y le añade el calificativo de "enforcer". Volvemos a los problemas de ambigüedad con los libertarios, ya que el Estado es por definición el detentor del monopolio de la violencia. Y, sin embargo, nada en el análisis de Buchanan demuestra que un Estado en monopolio sea mejor enforcer que agencias en competencia con libertad de entrada y salida. Es más, sabemos por teoría económica que la solución del monopolio legal no será la más eficiente, que siempre la da el mercado no intervenido. Pero, en todo caso, un libertario no debería de tener mayor problema con la tesis de Buchanan hasta el momento, dejando de lado si el Estado tiene o no que ser un monopolio legal.

Con estas normas y este enforcer, Buchanan ya tiene un elemento de su Constitución. Obsérvese que entre esas normas ha de estar, al menos, la definición de los derechos de propiedad. El otro elemento es, para mí, mucho más controvertido, y tiene que ver con los bienes públicos. Buchanan acepta la existencia de este tipo de bienes, cuyas características de no rivalidad y no exclusión hace que no se produzcan a nivel óptimo en el libre mercado. No es momento de entrar aquí a criticar esta aceptación; baste preguntarse cómo se puede llegar a determinar cuál es tal nivel óptimo de producción.

En todo caso, aceptada su existencia, Buchanan necesita incorporar a su Constitución mecanismos para que la sociedad identifique bienes públicos y decida cómo producirlos y repartir sus costes. Ello dará lugar, además, a la otra parte del Estado, que el autor llama "Estado productor".

Con esto, ya tenemos identificados los parámetros para la negociación pre-constitucional entre los individuos de la comunidad. Tendrán que llegar a un acuerdo sobre interpretación de los derechos de propiedad, también sobre su reparto original (puede haber intercambio de bienes por reglas) y sobre los mecanismos de bienes públicos. También entrarán en el ámbito de discusión la forma de enforcement de las normas, así como el ámbito judicial para dirimir controversias interpretativas. Una vez definido el ámbito constitucional, ya se puede analizar la actividad económica con las asunciones de los economistas (sobre esto no se detiene Buchanan), tanto en el ámbito de bienes privados como de bienes públicos (el Estado productor entra al juego como un individuo más y sujeto, en principio, a las mismas normas y derechos).

Sobre este escenario ideal, Buchanan empieza a relajar asunciones, y analiza lo que pasa conforme avanza el tiempo, se producen contratos, y la realidad comienza a alejarse de forma inevitable de las expectativas de los individuos. Se muestran los fallos de la judicatura y del Gobierno, así como las tendencias introducidas porque los ejecutores del modelo, políticos y funcionarios, son humanos y tienen también sus propios intereses. Entre los aspectos más relevantes, está la interrelación entre estado Enforcer y estado productor, que conlleva necesariamente un creciente sometimiento de individuos a Estado y, en suma, una vuelta a la situación anárquica (mejor, pre-anárquica) en que la gente vuelve a perder certidumbre sobre sus relaciones con terceros, habida cuenta de la arbitrariedad de las medidas del Estado.

Todo ello, Buchanan lo describe como inevitable, intrínseco si se quiere a la naturaleza del Estado y del pacto Constitucional. Es por ello que reclama como necesaria la reforma periódica de la Constitución, algo a lo que siempre se opondrán sus ejecutores, en lugar de la definición de una sociedad mejor por filósofos, pensando que mediante el Estado se puede conseguir.

Este ensayo de Buchanan es ciertamente muy interesante, aunque quizá demasiado abstracto para constituir una lectura amena. Por otro lado, también es demasiado largo para el lector casualmente interesado en estos temas. Todo ello, hace que no me atreva a recomendarlo. Quizá su conclusión más relevante, para mí, sea la constatación de que no se pueden dar por supuestas las definiciones de los derechos de propiedad, como es cierto que muchos libertarios asumen. Los límites de los derechos de propiedad han de ser consensuados tácita o explícitamente, o surgir espontáneamente de los valores de la sociedad, en un momento pre-constitucional. No existe el concepto de propiedad absoluta más que es un entorno pre-social o pre-anárquico si se quiere, en que tal concepto puede ser accionable, pero solo mientras no entres en contacto con terceros.  


 

lunes, 16 de mayo de 2022

Una soledad demasiado ruidosa, de Bohumil Hrabal

Extraño relato al que llego a través de Irene Vallejo y su El infinito en un junco, Vendrán más lecturas consecuencia de ésta.

El autor es un checo y, como casi todos los escritores centroeuropeos que saltan las fronteras de su país, digno de lectura. Estoy pensando en Kundera, Vizinkcey, Zihaly, o Jaroslav Hasek, cuyo Soldado Svejk es junto a Kafka la principal referencia del autor que nos ocupa.

Lo que recoge el libro son reflexiones, lunáticas y surrealistas, del protagonista, un tipo que, como nos recuerda en cada capitulo, se ha dedicado 35 años prensando papel viejo. Con ello transcurre la lectura, poco más hay que decir. Lo más interesante es que cómo Hrabal no abandona ninguno de los temas que va introduciendo en los sucesivos capítulos, que aparecen y reaparecen en los subsiguientes, enlazándolos todos en el final. Aquí tenemos los ratoncitos que habitan el papel y que fallecen inexorablemente al prensarlo, los clanes de ratas que guerrean en las alcantarillas de Praga, la gitanilla con la que convivió y a la que se llevaron los nazis, las dos toneladas de libros que constituyen el dosel de su cama o la nueva prensa automática que, operada por las juventudes socialistas, terminará arrebatándole el trabajo.

En estas reflexiones, más o menos irónicas, más o menos de humor oscuro, aparecen de vez en cuando joyas, como las que encuentra el protagonista en forma de libros flotando en el detritus anónimo. Aquí dejo algunas,

-
"soy una jarra llena de agua viva y agua muerta, basta que me incline un poco para que me rebosen los más bellos pensamientos,"

"Los libros me han enseñado, y de ellos he aprendido que el cielo no es humano en absoluto y que un hombre que piensa tampoco lo es, no porque no quiera sino porque va contra el sentido común."

"yo soy un poco el Don Quijote del infinito y de la eternidad, y el Infinito y la Eternidad sienten predilección por la gente como yo."

- "en las cuevas trabajan los ángeles caídos, las personas cultas, los vencidos en un combate en el que nunca lucharon, e incluso allí, en esas cavernas, siguen perfeccionando la definición del mundo." (refiriéndose a cómo el régimen socialista condenó a trabajos serviles a los intelectuales)

"Lao-Tse colgaba encima de mi cueva la red de un intelecto incomprensible; Jesús era una espiral de optimismo, Lao-Tse un círculo sin salida; Jesús se veía involucrado en situaciones dramáticas y conflictivas, Lao-Tse, en su dulce meditación, reflexionaba sobre la imposibilidad de resolver el problema moral de los contrarios." (interesante comparación que no puedo valorar sin haber leído al filósofo chino)

"en mi trabajo, la espiral y el círculo se corresponden y el progressus ad futurum se confunde con el regressus ad originem;"

"abro los ojos y veo un gran paquete prensado en medio de un desierto, un cubo de, como mínimo, quinientos metros, un cubo con toda Praga prensada, conmigo, con mis pensamientos, con todos los libros que he leído, con toda mi vida,"

No ha sido una lectura que me haya fascinado especialmente, pero sí ha sido corta y original, y linda con el surrealismo alemán que Grass o Ende que tanto me gusta. Así que habrá que leer alguna otra de las obras de Hrabal para alcanzar un veredicto más competo.

domingo, 15 de mayo de 2022

Das weisse Russland: Menschen ohne Heimat, de Essad Bey

Essad Bey es el verdadero nombre (o al revés) de Kurban Said. O sea, es el autor de dos maravillas en lengua alemana que descubrí en 2020. Me refiero a Das Mädchen vom goldenen Horn y sobre todo a la magnífica Ali und Nino. Esta es la tercera de sus obras, ya no conozco más, y ya no tendré oportunidad más que de re-leerle.

Ests "Rusia Blanca" es una crónica, no una novela como las otras dos. Pero está escrita con el mismo estilo de Mil y Una Noches con las que escribe sus novelas, y que me llevaban a calificarle como el Aamin Maalouf de la lengua alemana.

Las historias que nos cuenta tienen todas que ver con la gran emigración que se produjo desde Rusia por motivo de la revolución Bolchevique. En más de 3 millones cifra Bey el número de afectados. Y tiene el gran valor de que es una crónica que se nos cuenta casi en tiempo real, con algunos de los protagonistas todavía vivos, ya que es un libro de principios de los años 30. Eso presenta también algún problema, como veremos al final.

El origen de la historia es la ya citada revolución Bolchevique, Aunque las nieblas del tiempo nos ocultan ahora la verdad de lo sucedido y la sustituyen por mitos, en los 30 todo el mundo tiene claro que dicha revolución fue un golpe de estado en toda regla contra un régimen constitucional y democrático que se acaba de formar, en él que ya había un presidente elegido democráticamente, Kerensky, y en que los zares eran ya una figura del pasado. En suma, los Bolcheviques no liberaron Rusia, sino que la llevaron al caos para luego esclavizarla al comunismo. No nos cansemos de repetirlo, porque quien olvida la historia está condenado a repetirlo. Lo pongo en mayúsculas: LOS BOLCHEVIQUES NO LIBERARON RUSIA, SINO QUE LA ESCLAVIZARON.

Es necesario aclarar esto para entender los sucesos que se produjeron tras dicha revolución, como sobre todo la guerra civil que duró unos años, y que a punto estuvo de vencer el ejército Blanco (frente al Rojo), germen de esa Rusia Blanca que se vio obligada a emigrar. Desconocía lo cerca que había estado de la victoria dicho ejército, como se desconocen las causas por las que de la noche a la mañana se derrumbó su poder y cedieron la victoria. ¿Quizá las luchas intestinas por el poder que se veía tan cerca? En fin, una pena, porque, aunque no sabemos las consecuencias en la historia de una Rusia gobernada por los "Blancos", sí conocemos las que ha tenido el gobierno de los Rojos (tanto en la URSS como fuera de sus fronteras: Cuba, China, Etiopia, Corea del Norte, Camboya y tantos otros), y es difícil creer que hubieran podido ser peores.

El caso es que tal derrota hizo que la mayor parte de las clases altas, liberales e intelectuales de Rusia salieran a toda prisa de su territorio, principalmente a Europa, pero también a China y otros países limítrofes. Y es que la Cheka ya estaba en acción y hacía estragos entre nobles y, en general, gente no bolchevique. El ejemplo más sonado es, por supuesto, la masacre de la familia del antiguo zar, ya un ciudadano normal, al que los bolcheviques deciden asesinar a sangre fría sin motivo alguno. Por cierto, los detalles del asesinato son bien conocidos precisamente porque al día siguiente los "Blancos" conquistaron el territorio e investigaron y documentaron lo sucedido. Evidentemente, nunca lo hubiéramos sabido en otro caso.

Contra este fondo están las historias particulares que nos cuenta Bey con su estilo de cuento de hadas. Dedica capítulos a los cosacos y su historia; a los suevos, emigrantes alemanes con 500 años en Rusia y que, pese a permanecer neutros en el conflicto roji-blanco como siempre habían hecho, son expropiados y expulsados por los vencedores bolcheviques; a la Ucrania libre de Pawlo Skoropasky, y a la Ucrania anárquica y caótica de Machno; a las desventuras del último descendiente de Tamerlán y la pérdida de Bukhara...

Como nos dice Bey, los emigrantes eran muy distintos unos de otros, y los partidos en que se agrupaban eran muchas veces opuestos. Lo único que los unía era el odio a los Bolcheviques. Y en esto parecían tener el apoyo europeo en ese momento, sobre todo en Paris, la capital informal de la Rusia Blanca. Es curioso como será de Francia de donde empiece el apoyo al gobierno comunista y soviético de la URSS, y donde se comprendan y oculten con más éxito sus desmanes. Y será desde Francia de donde llegue el virus maligno a la universidad de los EEUU y mute en todos los grupos identitarios que empezamos a sufrir en Europa y llevan años soportando allende el océano (ver The Madness of Crowds, de Douglas Murray). Pero esa historia no la puede saber Bey.

Lo otro que une a los emigrantes es que la convicción de que el régimen soviético caería pronto, que era una cuestión de poco tiempo que todos pudieran volver a sus vidas y sus casas, y ayudar a la construcción de la nueva Rusia, insisto, ya democrática. Bey ya constata (escribe 15 años tras la Revolución) que la cosa va para más tiempo. Nosotros sabemos que aún les quedaban muchos años de soviets. 

La lectura de este libro es muy agradable, pese a lo luctuoso de los acontecimientos. El talento de Bey es indiscutible a la hora de atrapar al lector en su narración. En ella nos cuenta todo tipo de hechos, más o menos ridículos (el Georgiano que intentó arruinar la economía soviética falsificando la moneda). más o menos heroicos (los terroristas que se infiltran en la URSS con el destino marcado, tenga éxito o no su misión), más o menos íntimos (el papel de las mujeres de los emigrantes).

Lo único que se puede reprochar a Bey es su equidistancia entre emigrantes y Soviets. No lo digo en el sentido de poner al mismo nivel las acciones de aquellos con las de éstos, que no lo hace, tiene claro quienes son los "malos", sino a la hora de valorar el régimen. Para él, parece tan viable el Comunismo como el Capitalismo. La prueba evidente es su capítulo final, de una ingenuidad sin límites a la luz de lo que luego sucedería (y que él no puede conocer): ve la esperanza en la creación del "Jungrussische Bund", en que jóvenes comunistas y segunda generación de emigrantes comienzan a unirse bajo el manto del nacionalismo: lo importante no es lo ocurrido, sino avanzar hacia una Rusia nueva sobre los rescoldos bolcheviques a la que puedan volver los emigrantes.

En fin. Quedaba todo Stalin por venir, ni más ni menos. Eso, para quienes piensen que se puede llevar algo a buen puerto con bolcheviques o sus herederos directos, los comunistas (aunque cada vez más los socialistas).

Una vez más, un libro magnífico del autor, cuya lectura es muy recomendable. Desgraciadamente, no creo que esté traducido, y que ni siquiera sea fácil de encontrar en alemán.

 



martes, 10 de mayo de 2022

Histoire d'un Paysan - Le Citoyen Bonaparte, de Erckmann-Chatrian

 Cuarta y última parte de la historia de la Revolución Francesa que nos proponen estos autores. Le pasa un poco como a la tercera parte, aunque por distintas razones. En esta ocasión tampoco se sigue tanto el devenir de dicho acontecimiento, por enfocarse más a mantener al tanto al lector de todos los conflictos bélicos que sufría la recién constituida República. Y, por supuesto, entre todos los generales cobra especial importancia, como no podía ser de otra forma, la de Napoleón.

La imagen que trasladan los autores de Napoleón dista de ser buena, esa a la que estamos acostumbrado de genio de la guerra. Más bien nos lo pintan como un oportunista y genio del marketing, que es capaz de apuntarse los méritos de otros generales bastante más sacrificados."Un jour, on voyait que Bonaparte avait dîné chez François de Neufchâteau ; qu’il avait étonné tout le monde en parlant de mathématiques avec Lagrange et Laplace, de métaphysique avec Sieyès, de poésie avec Chénier, de politique avec Galois, de législation et de droit public avec Daunou ; que c’était merveilleux, qu’il en savait plus qu’eux tous ensemble."

Los autores son especialmente hirientes con la expedición de Napoleón a Egipto, que ven como un gasto completamente inútil, y que el futuro emperador solo hace con la esperanza de poder volver como rescatador y salvador frente a las derrotas que presumía ocurrirían en la proximidad de Francia, éstas sí preocupantes para los franceses.

No ocurrió lo que esperaba, pero eso no impidió que se presentara en Paris y eventualmente acompañado de sus soldados en la sede del Consejo de los 500, de dónde eventualmente saldría Primer Consul. Erckmann-Chatrian no dejan ninguna duda de que el gobierno de Napoleón fue una verdadera dictadura (Napoleón contralaba los nombramientos de todos los mandatorios locales y regionales) y que pretendía la restauración del viejo orden, aunque bajo su mandato en vez de la antigua realeza. El libro recoge el texto de un decreto demoledor en que Napoleón hace que el parlamente de turno le conceda, a él y su familia, unos privilegios tan indignantes, como los que ya me habían indignado en el primer libro a favor de la nobleza.

Más grave aún, Napoleón va a sangrar Francia con levas multitudinarias para sus aventuras europeas, cuyo objetivo no era otro que poner Bonapartes por todos los reinos del viejo continente: "La nation n’existait plus donc que pour fournir des soldats et de l’argent à Bonaparte. Jamais aucun peuple n’était tombé plus bas."

En fin. No obstante, a mí me ha interesado más la parte inicial, en que asistimos a los desmanes de otro figura, en este caso Robespierre. Éste, al mando del Comité de Salud Pública, asegurará la pureza de los fieles de la Revolución, mediante sucesivas depuraciones de la Convención, precedentes de las Stalinianas y comunistas. Por suerte, el también terminará depurado por los llamados Thermidorianos, a quienes los autores adscriben menos pureza de ideales y más intereses económicos. 

He aquí una queja del protagonista o de uno de sus amigos ante el avance del comunismo, que es de plena actualidad si lo aplicamos a otros -ismos que sufrimos en la actualidad: "c’est pour manger mon bien ou pour l’entasser, si cela me convient, sans que des êtres purs, des êtres incorruptibles, tirés à quatre épingles comme des femmes, puissent mettre le nez dedans et me dire : « Tes habits sont trop beaux, tes dîners sont trop bons, tu ne ressembles pas aux Romains, il faut te couper le cou. »"

Se aprueban sucesivas Constituciones que van creando diversas estructuras organizativas, como el Directorio supervisado por el Consejo de los Ancianos y el de los 500, que darán lugar al Consulado de Napoleón. Prueba de lo catastrófico que es pensar que las leyes las hacen los hombres, como ya dije que se hizo en la declaración de los derechos del Hombre.

He disfrutado bastante con esta serie, y no puedo dejar de recomendarla, aunque me temo que no esté traducida. Como me he centrado mucho en el contenido, apenas he hablado del estilo. Solo destacaré una cosa: la deliciosa ironía con la que se refiere a muchos eventos y, sobre todo, a los grandes hombres que protagonizaron el evento. Igual se ha podido apreciar ya en algunas de las citas, pero no está mal si cierro con otra:
"Ainsi tout se payait comme dans notre boutique ; la livre de sucre, tant ; l’once de cannelle, tant ; le litre de vinaigre, tant ; le dévouement du soldat, tant ! du lieutenant, tant ! du capitaine, tant ! Tu courais le risque de perdre la vie, tant pour les risques, et nous sommes quittes !